Las casas pueden entenderse como la forma de arquitectura más significativa y primaria, ya que está íntimamente relacionada con la idea de vivienda, una de las necesidades básicas de la humanidad. En palabras del arquitecto Mario Botta, “Mientras haya un hombre que necesite una casa, la arquitectura seguirá existiendo”. Sin embargo, a pesar de su ubicuidad, o quizás por ello, es difícil encontrar una definición exacta de casa. A lo largo de la historia, a esta unidad se le han ido añadiendo y restando diferentes funciones y espacios, reflejando directamente el carácter de la sociedad que la produjo.
La lista de expectativas que debe cumplir una casa es larga y en constante evolución: brindar espacios íntimos y seguros donde recargar energías, pero al mismo tiempo permitir la interacción, acoger a amigos y familiares; es el lugar para el ocio y la relajación, pero también el sitio de la mayor parte del trabajo de cuidados, además de proporcionar una pequeña oficina para la creación de empresas. Esta tendencia de requerir que una unidad residencial cumpla múltiples funciones se ha intensificado a niveles sin precedentes durante la pandemia. Las preocupaciones por la salud han llevado al cierre de la mayoría de los lugares de trabajo, el segundo lugar donde las personas pasan la mayor parte de su tiempo, y cafés, restaurantes, cines y centros comerciales, los “terceros lugares”. De repente, la casa tuvo que convertirse en un espacio polivalente.