El patrimonio arquitectónico que conformaron los primeros pobladores de la región de Aysén, lo que en un principio fuese la expresión mínima del habitar, un espacio destinado a proteger al usuario de las inclemencias del clima, y que luego evolucionaría de manera intrínseca a las necesidades cambiantes de los residentes, en el plano simbólico representan una identidad arquitectónica vernácula en madera.
En la actualidad, con algunas excepciones, las pocas casas en pie de los primeros años de colonización espontánea en la región presentan un avanzado deterioro. Destinadas a bodegas o espacios anexos a la vivienda principal debido al desgaste de los materiales, la inexistencia de instalaciones, o su precario aislamiento térmico.
De igual forma, las viviendas más complejas y de mayor tamaño que pertenecen a un período más reciente, construidas especialmente en áreas urbanas, si bien la gran mayoría se encuentran todavía habitadas, son evidentes los procesos de desgaste de sus estructuras. Esta condición inestable guarda estrecha relación con sus ocupantes, en su mayoría adultos mayores que no tienen los recursos económicos, ni la capacidad física para emprender las mejoras necesarias.