Svante Myrick rechazó el cajón de estacionamiento al que tenía legítimo derecho y lo convirtió en un pequeño parque de uso público, parklet que le llaman ahora.
Poco antes había decidido dejar de utilizar el automóvil para irse a su trabajo y empezar a hacer el desplazamiento a pie, al igual que el 15% de los habitantes de su ciudad.
Poco antes de eso se había convertido, a los 25 años, en el alcalde más joven de Ithaca, Nueva York, una pequeña ciudad de 30 mil habitantes que no tendría mayor cabida en los mapas si no albergara en sus tierras las instalaciones de la Universidad de Cornell.
La historia es vieja, pero vale la pena desempolvarla.