Iniciada hace ya seis años, la ‘crisis del ladrillo’ en España dejó en evidencia la intensidad y alcance de una burbuja inmobiliaria que sustentó durante años un crecimiento económico artificial en la península, tal como lo explica didácticamente Aleix Saló en Españistán. Un modelo que no le bastó con vaciar los bolsillos de millones, acumular cientos de hipotecas, desalojar miles de familias y acelerar la transformación radical del skyline de las ciudades españolas, sino también dejar sendas cicatrices en el paisaje, verdaderos urbanicidios. Y para evidenciarlos, basta con mirar las rotondas desde el cielo. Sí, las rotondas, pues “se ha acabado imponiendo como lo que define [a España] como nación”, aseguran en el proyecto colectivo Nación Rotonda.
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