Dedicado a las familias afectadas por los desastres naturales y a aquellas que habitan en zonas de laderas a la espera de alternativas o cambios en su hábitat.
Las laderas son como un manto que nos rodea, pero de una forma sesgada. La neblina limeña excusa a ese olvido. Hablar de habitar las laderas puede ser todavía sinónimo de no-habitable por las malas condiciones en que se encuentran tantas viviendas vulnerables pertenecientes al 70% de autoconstrucción en la ciudad. Sin embargo, las laderas, por su condición geográfica ofrecen cualidades habitables que hay que re-conocer y re-pensar para poder emplazarnos con sabiduría en el territorio, y así re-habitar con nuevos aires. No todas las viviendas autoconstruidas son “sin conocimiento”, algunas de ellas tienen lecciones propias. Otras, en su mayoría, no. La verdad es que es un terreno aún por seguir explorando.