De esto ya hemos hablado. Preparas tu proyecto de título (o proyecto final de carrera) por largo tiempo. Sueñas mil veces con la presentación, con el jurado, con tu proyecto, con tu maqueta, con tu memoria, con tus palabras. Avanzas, pero crees que te irá pésimo. Luego sientes que no, que será un éxito y todo valdrá la pena. Y luego todo se repite y tienes ganas de bajarte del tren. Que esto es una montaña rusa y no sabes cuándo terminará todo.
Hasta que llega el día. Presentas tu proyecto. Explicas tus ideas. La comisión te hace preguntas. Tú respondes. Te das cuenta que sabes más de lo que creías y que ninguno de tus constantes sueños durante el último año no estuvieron ni cerca de aproximarse a lo que realmente pasó en el examen. El Jurado murmura. Termina la presentación y te piden que salgas un rato. Afuera esperas una eternidad, minutos que se arrastran lentamente. Pasa, por favor. La comisión declama una pequeña introducción y no puedes deducir si te fue bien o mal. La comisión va al grano. ¡Pasaste! Felicitaciones, eres un nuevo colega y todos te felicitan por tu logro. La alegría te invade a pesar del cansancio que vienes arrastrando. La adrenalina baja. Pasa semanas o meses para tomarte el descanso muy merecido. Comienzas a preguntarte: ¿y ahora qué?
La universidad -esa institución que te forma como profesional (quizás más de lo que quisieras)- te entrega el diploma y ahora enfrentas al mundo laboral por primera vez (si es que nunca antes trabajaste). Antes de salir y definir tus propias mediciones de éxito personal (el éxito ya no se mide en evaluaciones académicas), te compartimos 9 lecciones para enfrentar el mundo ahora que eres arquitecta o arquitecto.