
El agua, además de ser un recurso de diseño ampliamente valorado por su estética y su aporte funcional, puede transformarse en un adversario formidable cuando se infiltra a través de grietas y fisuras en las superficies construidas. Para ello, la impermeabilización no es solo una medida de protección; es una estrategia esencial para extender la vida útil de las estructuras, asegurar la habitabilidad de los espacios y evitar problemas como filtraciones y deterioro prematuro. Desde terrazas y techos verdes hasta superficies de uso rudo, controlar la humedad representa un desafío constante para arquitectos, ingenieros y constructores. Esto es especialmente importante en un contexto que exige materiales impermeabilizantes con un desempeño cada vez más eficiente y una mayor resistencia frente a factores medioambientales adversos.