Si algo ha caracterizado a lo largo de los años a la saga de videojuegos “Final Fantasy” es la profundidad de sus historias y personajes, así como el despliegue imaginativo para recrear sus mundos extraídos prácticamente de sueños. La etapa en la que estuvo a cargo Hironobu Sakaguchi, fundador de la saga, es reconocida ampliamente por explotar todos estos elementos, al grado de considerar sus trabajos como obras maestras; impecables mundos de fantasía en los que el jugador se encuentra profundamente inmerso como en la mejor de las literaturas o la más clásica cinta de cine.
Dentro de todas aquellas fantasías, quizás la que ahora es nuestro tema de análisis, resulta la más incomprendida. Ni los críticos ni el público en general la recibieron con ánimo y el hecho de que provocase la bancarrota de la compañía Square, que la produjo, la hace cargar un mayor estigma y rechazo como si se tratase de una leyenda negra.