Armonizar con la naturaleza es una premisa fundamental en la arquitectura, buscando que las construcciones sean una extensión del entorno y no elementos invasivos. Frank L. Wright, por ejemplo, sostenía que una casa no debería situarse sobre una colina, sino fundirse con ella. En la actualidad, esta integración cobra mayor relevancia, dada la creciente necesidad de gestionar los recursos y el anhelo de reconectar con el entorno. Además, esta relación contextual también se manifiesta a nivel sensorial, donde elementos visuales y táctiles se fusionan con el paisaje, creando una experiencia inmersiva a través de elementos arquitectónicos que se mimetizan con la naturaleza.
Algunos de estos espacios incluyen baños, patios (tanto interiores como exteriores) e incluso albercas, todos caracterizados por su inherente conexión con el agua y cuyos acabados, —dependiendo de la textura y el color— pueden lograr una mimesis visual y compositiva con el entorno. Un ejemplo de ello son la variedad de piedras que ofrece Sukabumi, materiales de baja absorción de agua, alta resistencia, fácil limpieza y antideslizantes. En sus combinaciones de diferentes tonos, tamaños y texturas, estas piedras se convierten en un potente recurso para crear atmósferas orgánicas y acogedoras a través de la materialidad.