Rescatada por la arquitecta Elisabetta Andreoli y la artista Ligia D’andrea en el libro “Arquitectura andina de Bolivia”, la irrupción mediática de esta arquitectura, de la mano de Freddy Mamani -un exalbañil convertido en ingeniero y constructor- se ha convertido en la excusa para hablar de todo lo demás en el país altiplánico: las carencias y lujos de una rápida expansión urbana dispersa en El Alto, la ciudad más joven de Bolivia; el nacimiento de una nueva burguesía aimara ante el ninguneo de los élites blancas; y el nacimiento de una identidad arquitectónica contemporánea que incomoda a puristas y enorgullece a aimaras, pero es rechazada por las escuelas locales de arquitectura.
Después del salto, revisa el artículo sobre esta nueva arquitectura, junto a las fotografías de Alfredo Zeballos.