En los ’60, el diseñador urbano de origen británico, Donald Appleyard, realizó diversos estudios para conocer si las calles con bastante flujo vehicular y un buen nivel de habitabilidad podían coexistir en las calles residenciales.
Los resultados de ese entonces demostraron que los habitantes ya reconocían que las calles muy transitadas eran afectadas por la contaminación y la inseguridad que representa el tráfico.