A contracorriente, pabellón de Chile en la Bienal de Venecia 2016, muestra el quehacer de una generación de jóvenes que concibe, diseña, gestiona, capta financiamiento y construye pequeñas obras de arquitectura para obtener su título profesional de arquitecto. Ellos tienen en común la pertenencia al territorio rural del Valle Central de Chile. Al terminar su formación académica, regresan a sus lugares de origen para aportar a la comunidad y erigir arquitecturas que en su conjunto dibujan una filigrana de lugares que acogen la vida y labor de campesinos y sus familias.
Esas arquitecturas han sido levantadas con lo mínimo, con restos de procesos agrícolas y con los materiales que se encuentran a mano, aportando valor y ubicando a ese territorio en la globalidad, por medio de un relato regional, aunque no costumbrista. En ese entorno rural y en un paisaje en cambio continuo producto de la explotación agrícola y el desarrollo urbano, emergen pabellones, paradores, miradores, comedores y plazas, o simplemente, lugares de sombra y encuentro, efímeros o permanentes, explícitos o abstractos.