Teóricamente, la arquitectura es una disciplina multisensorial que implica texturas, colores, sombras, sonidos y aromas. Sin embargo, en la práctica, a menudo se prioriza el lenguaje visual para explorarla, limitándose principalmente a la vista para identificar elementos arquitectónicos y navegar de forma autónoma en entornos construidos y contextos urbanos. Por lo tanto, es crucial integrar superficies táctiles en la arquitectura.
La ceguera y la discapacidad visual trascienden ser una condición o discapacidad; representan una forma alternativa de percibir el entorno que nos rodea. En este sentido, el tacto se convierte en un lenguaje y una guía fundamental para interactuar con la arquitectura. Según la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (Artículo 9), todas las personas tienen el derecho inherente de acceder al entorno físico en igualdad de condiciones con los demás.