El inicio de “I, Robot” nos transporta de manera elocuente, gracias al siempre meticuloso trabajo del director Alex Proyas, a una ciudad llena de movimiento y prosperidad, en donde la robótica y la inteligencia artificial ha desplazado al hombre de sus labores básicas aumentando considerablemente la eficiencia de la sociedad. Los robots son utilizados para trabajos pesados y poco valorados por el hombre moderno, como limpieza pública, mensajería y trabajos domésticos, además de convertirse en fieles ayudantes en el día a día.
Dentro de la Chicago del futuro nos encontramos con una ciudad automática, reflejada sobre todo en los medios de transporte urbanos. Gigantescas autopistas atraviesan la ciudad por sobre el nivel del suelo en segundos y terceros niveles, mezclándose con líneas de tren bala que ofrecen al hombre un método eficiente y rápido de transporte. Todas ellas lucen limpias y seguras, y los problemas de embotellamiento son un recuerdo de un siglo que se anuncia prehistórico.