La canción del grupo británico Pink Floyd "Another Brick in The Wall" hace una crítica directa a un sistema educativo alienante y desmotivador. Las personas, o los niños, son retratados como ladrillos, por su homogeneidad, ya sea en la forma de vivir o de pensar en una sociedad poco acostumbrada a manifestarse. Los ladrillos funcionan muy bien en esta comparación, habiendo cambiado muy poco su forma rectangular tradicional a lo largo de la historia y en todo el mundo. Pero esto no es cierto si analizamos sus colores. Aunque estamos acostumbrados a referirnos al rojo cuando hablamos de ladrillos, existen infinitas posibilidades de tonalidades, dependiendo de la composición y el proceso de fabricación de las piezas.
En la Casa Robie, Frank Lloyd Wright crea una disposición inteligente de espacios públicos y privados, distanciándose lentamente de la calle a través de una serie de planos horizontales. Los aleros pronunciados hacen que el espacio interior se expanda hacia el exterior. Considerada la primera fase de la carrera del arquitecto estadounidense, las llamadas Prairie Houses tenían una marcada horizontalidad, principalmente debido a los enormes planos creados por aleros ligeramente inclinados. Los aleros son omnipresentes en la mayoría de las arquitecturas tradicionales y, además de su rol estético, juegan un papel importante en los edificios, principalmente para mantener el agua de lluvia alejada de las paredes y la estructura. Pero desde hace algún tiempo, encontramos muchos ejemplos de proyectos con cubiertas inclinadas sin aleros, formando volúmenes puros y estéticamente limpios. Entonces, ¿cómo se resuelven los problemas prácticos de drenar el agua de lluvia, y el encuentro de los planos verticales y diagonales en estos edificios?