Los ambientes ruidosos generan efectos extremadamente negativos a nuestro cuerpo y son perjudiciales para la concentración, el aprendizaje y la productividad en aulas y oficinas. Los dolores de cabeza son síntomas momentáneos. Sin embargo, permanecer en espacios con altos niveles de ruido puede traer problemas como la pérdida de audición, afectar la presión arterial e incluso dañar nuestra digestión. También puede desencadenar altos niveles de estrés, trastornos del sueño, cambios de humor, aumento de la frecuencia cardíaca y zumbidos en el oído. El ruido es un enemigo invisible y forma parte de la vida cotidiana en las grandes ciudades, a través del tráfico intenso, las construcciones o la utilización de equipos ruidosos, como generadores y sistemas de aires acondicionado. Aunque en espacios interiores la historia se repite, es posible tomar medidas efectivas para evitar el ruido innecesario.
Para comenzar a comprender la acústica, existen varios conceptos y términos que debemos comprender. Es una ciencia muy compleja y solo le damos la debida importancia cuando no está bien resuelta. Quizás la unidad más conocida es la de los decibelios (dB). A diferencia de las unidades como el metro o el kilo, de las cuales todos tenemos una vaga noción, los decibelios son mucho más difíciles de medir sin un medidor de decibelios (el dispositivo utilizado para medir la intensidad del sonido).
Graham Bell, un escocés cuyo apellido fue honrado con la unidad, fue quien notó que la escala percibida por el oído es logarítmica, al igual que la Escala de Richter, que cuantifica la magnitud de un terremoto. Esta escala logarítmica de la intensidad del sonido se ajusta a la intensidad percibida por el oído humano. Como podemos escuchar una gama muy amplia de intensidades de sonido, se toma el límite de audibilidad, que es de 10-12 vatios/m2, y se ubica en los 0 decibelios. En otras palabras, existen sonidos más bajos que eso, pero no podemos escucharlos. A una frecuencia de 1000 Hz, el oído humano soporta sin dolor hasta una intensidad de 120 dB. Por encima de este valor, los sonidos son dañinos y pueden destruir irreversiblemente las estructuras del oído interno. Estar expuesto a niveles de sonido superiores a 90 dB durante más de 4 horas ya es muy dañino.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) utiliza el valor de 55 dB como el máximo ideal de ruido a exponerse durante la mayor parte del tiempo. La institución señala que aproximadamente el 20% de la población en los países de la Unión Europea está expuesta a ruidos superiores a 65 dB (A) durante el día, y más del 30% está expuesto a niveles superiores a 55 dB (A) durante la noche. Especialmente por la noche, la exposición a un ruido de esta intensidad puede desencadenar desde trastornos del sueño e insomnio hasta un aumento de la presión arterial.
Para hacerse una idea, una conversación normal ronda los 60 decibeles. Este también es un valor de referencia importante, a medio camino entre el límite de audibilidad y el límite de dolor (120 dB). 10 dB es lo que emite la respiración normal. 30 dB se refiere a un susurro suave, y 50 dB se refiere a un ruido relajante de lluvia. A partir de 60 dB, es necesario prestar atención a la exposición prolongada al ruido. 85 dB ya es equivalente al ruido de una calle congestionada, 110 dB a un bebé que llora a tu lado y 120 dB a la intensidad de un trueno.
Revisa, en la tabla a continuación, algunos valores de referencia:
