Arquitectos: Carrilho da Graça Arquitectos – João Luís Carrilho da Graça Ubicación: Lisboa, Portugal Año proyecto: 2010 Área Proyecto: 3500 m2 Fotografías: FG+SG – Fernando Guerra, Sergio Guerra
Russell Hoban
La colina que hoy ocupa el Castillo de San Jorge es el sitio del primer asentamiento humano - que data de la Edad del Hierro - que transfigura el lugar en una elevación estratégica sobre el estuario del Tajo y su zona de influencia, lo que dio origen a la ciudad de Lisboa. En el conjunto amurallado, la Praça Nova do Castelo, ocupa un muro de los acantilados, delimitado por las estructuras defensivas en el norte y el oeste, y la Iglesia de Santa Cruz hacia el sur, un promontorio con un campo visual que se extiende sobre las paredes hacia el este, desde el ciudad hasta sus pies en el horizonte del estuario.
Una extensa excavación arqueológica de este sitio, se inició en 1986, exhibiendo las huellas de sus sucesivos períodos de ocupación - los asentamientos de la Edad del Hierro, hogares musulmanes medievales y un palacio del siglo XV - donde los artefactos más importantes han sido retirados y expuestos en el Museo del Castillo, dejando abierta la excavación de la intervención de protección y musealización.
Esta intervención abordó los temas de protección, revelación y lectura del palimpsesto que toda excavación arqueológica representa, con un propósito pragmático de aclarar el carácter palíndromoico que las estructuras expuestas sugieren en su distribución espacial.
Así que la primera acción fue una clara delimitación de la zona arqueológica con un corte preciso, comparable a la incisión quirúrgica en un cuerpo vivo. Se insertó una membrana de acero corten para mantener el perímetro de la topografía, elevada, permitiendo el acceso a una lectura panorámica del sitio, evolucionando la materialidad de esta incisión lenta e inexorablemente, como un tejido vivo.
La misma presición del corte caracteriza los elementos inscritos en el sitio, para permitir una experiencia confortable para el visitante, distinguiéndolos de la textura rugosa de las paredes y fundaciones a la vista.
Bajo la superficie excavada, en donde simultáneamente su primer nivel espacial y último nivel de ocupación son vestigios de un piso del Palacio de los Obispos de Lisboa, una estructura en voladizo protege los mosaicos, estructura cuya parte trasera es una superficie de espejo negro que le da nuevamente a los visitantes una perspectiva vertical sobre el suelo, perspectiva que la elevada ubicación de la losa no permite que sea directa.
Avanzando en el sitio y su línea de tiempo, una cubierta necesaria para la protección de las estructuras domésticas musulmanas del siglo XI y dos frescos que aún existen, fue tomada como una oportunidad para reproducir, a través de una interpretación conjetural, su experiencia espacial en cuanto a la secuencia de espacios independientes organizados en torno a patios que introducen luz y ventilación a las habitaciones de otra forma encerradas al exterior.
Aparentemente abstractas y de ficción, las paredes blancas que encierran la espacialidad doméstica de las dos viviendas excavadas, flotan sobre los trozos de pared visibles, incrustándose en el suelo en apenas seis puntos en la medida en que los trozos lo permiten, mientras que su cubierta translúcida de policarbonato y listones de madera, filtran la luz solar.
Subyacentes a todo el sitio arqueológico, los vestigios de la ocupación de la Edad del Hierro, son expuestos y protegidos a través de un volumen compacto que, en un movimiento curvo, se destaca de las paredes limítrofes en acero corten para abrazar lo poco necesario para su revelación.
Masivo y dramático, este volumen es puntualmente fenestrado por rasgos horizontales que invitan la curiosidad de observación de su interior, conduciendo al visitante alrededor de la fosa de excavación hasta que el punto de vista es claro y la distancia física y temporal de las estructuras expuestas es evidente.
El palimpsesto de la historia del sitio está bien decodificado y aclara la posibilidad de su lectura temporal y espacial: no sólo mediante la lectura de la información escrita que acompaña la visita, sino que también, y de manera significativa, a través de la experiencia acumulada por la materialización de su protección y musealización.