Los "cinco puntos de una nueva arquitectura" de Le Corbusier funcionaron en el siglo XX como un gran motor para la producción arquitectónica, y son fundamentales para la comprensión de lo que fue el legado moderno en este campo. La ventana corrida, fachada libre, pilotis, terraza jardín y, tal vez el punto más expresivo, el concepto de planta libre, constituyen el manifiesto del arquitecto franco-suizo. En términos de práctica proyectual, este último punto significó distinguir entre estructura y envolvente, permitiendo la libre disposición de las paredes divisorias que dejan, entonces, de cumplir una función estructural.
En varios países, diversas tipologías fueron abordadas con esos principios, y con el caso de los proyectos residenciales no fue diferente. En el pasado, existía una caracterizada división de ambientes, absolutamente clara y vinculada a las dinámicas domésticas. La casa, filtrada por el discurso moderno, pasaba a ser flexible mediante la capacidad de generar nuevas articulaciones espaciales.