Cuando la obra es finalizada, se realiza la limpieza y los clientes comienzan a preparar la fiesta de inauguración, todo parece perfecto. Los revestimientos mantienen su color original y brillan en su debido lugar. Las superficies de madera todavía no tienen grietas o desgastes, y se siente una frescura en el aire que anuncia el comienzo de una nueva etapa.
Sin embargo, no todo es color de rosa. Por descuidos en la etapa proyectual, durante la obra, o por a la simple e implacable acción del tiempo, tarde o temprano las primeras imperfecciones empiezan a aparecer. Algo normal, pero que no deja de ser triste. Pequeñas fisuras, manchas y muchos otros problemas comienzan a hacerse visibles. Aquella hermosa madera empieza a tomar un color grisáceo. La pintura se desvanece en aquellos lugares donde el sol incide más fuerte. Las tablas empiezan a curvarse y a "soltarse" de la fachada.