La ciudad, en su proceso de crecimiento, permite reconocer varias etapas. La primera es la expansión: la ciudad crece transformando el suelo rural en urbano. La segunda es la consolidación, donde se ocupan algunos lotes, se abren algunas calles, se construyen las viviendas, se tienden las redes. Y una tercera etapa es posible identificarla con la de la densificación: las áreas consolidadas comienzan a crecer en altura.
Estas etapas conviven de manera simultánea en la ciudad: mientras que en un extremo crece, en otro se consolida y en el centro se densifica. Esta densificación instala un proceso de sustitución, donde ciertos edificios tienden a ser reemplazados por otros de mayor altura.
La región metropolitana de Buenos Aires da cuenta de estos procesos. Los ejes ferroviarios fueron los que marcaron en el crecimiento en torno las estaciones. Acompañando las cotas altas de la topografía, la mancha urbana fue creciendo en el último siglo, sin grandes obstáculos naturales que le generen barreras a este crecimiento: con lo cual la ciudad crece y crece indefinidamente sobre la pampa, sobre la llanura.
La mancha urbana va creciendo y conformando ese tentáculo que acentúa la direccionalidad de la expansión. Pequeñas manchas crecen entorno a los núcleos fundacionales de las estaciones ferroviarias, que con el tiempo van ganando en consistencia e integrándose unas con otras. En consecuencia, se observa la predominancia de un espacio central por sobre un espacio periférico; la predominancia de ejes principales por sobre espacios intersticiales; y finalmente, la predominancia relativa del norte por sobre el sur.