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Arquitectos: Pablo Muñoz Payá Arquitectos
- Área: 196 m²
- Año: 2022
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Fotografías:David Zarzoso
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Proveedores: AutoDesk, Hisbalit, Living ceramics, Maidec, Ondarreta, Pedrali, Stua
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Piedra y roble para devolver la luz a una antigua casa de huerta. Con la intensa luz mediterránea y rodeados de olivos, no es extraño que esta familia escogiera rehabilitar una finca así para pasar a vivir en el campo. Por eso este proyecto trató de satisfacer sus deseos, al mismo tiempo que respetaba la esencia de la arquitectura rural. Por exigencias de normativa, sólo era posible reformar la vivienda existente sin ampliar su superficie. Sin modificar su perímetro, los gruesos muros opacos se abren, aportando una nueva sensación de amplitud y ligereza. La cubierta existente se prolonga sobre el antiguo trastero, conservando el tejado cerámico a dos aguas. Se gana así un nuevo espacio luminoso de mayor altura para el interior de la casa, donde se sitúa el salón, el comedor y la cocina. Este espacio dispone de un gran ventanal, aprovechando la orientación norte que la protege de la incidencia solar directa.
Además, a diferencia de los bajos techos con los que contaba la casa, el proyecto rebaja tres peldaños el área del salón, ganando mayor altura en esta zona. Una forma de reorganizar el espacio y despejar las vistas desde la mesa del comedor o la cocina. En el techo, la nueva cubierta permite prolongar el viejo falso techo con un nuevo panelado fonoabsorbente de madera, que crece exponencialmente hasta la cumbre de la cubierta. Se hace con un facetado triangular que geometriza esta nueva apertura. De esta manera, no sólo se duplica la entrada de luz natural, sino que se da una imagen moderna y sofisticada. La madera de roble natural le da toda la calidez a la rehabilitación, combinada con el brillo dorado de la luz del Mediterráneo. Con el mismo roble se construye la cocina, unificando así las tonalidades de este espacio central de la casa, pero adaptándose a sus diferentes usos.
Frente a la rebaja acogedora del salón, emerge en altura una piscina que desborda como una fuente de la que no deja de brotar agua. El recorrido hacia ella se acompaña con unas elegantes plataformas que se elevan hasta una cortina de agua, un elemento clave para dar serenidad con su sonido al jardín. Alrededor de la piscina se rescatan las construcciones rurales deterioradas que servían a la antigua casa. Estas pequeñas edificaciones se articulan por el nuevo porche, una estructura de lamas macizas de madera que recoge a los visitantes desde la entrada de la parcela y los lleva recorriendo el pasaje generado por estas construcciones, hasta llegar a vislumbrar el gran ventanal del salón. Materiales naturales como la madera y la piedra seca —colocada con la técnica tradicional de mampostería en algunos paños de la fachada y sobre la piscina— permiten sintonizar la vivienda con su entorno. Una forma de recuperar la arquitectura tradicional haciendo la vida más confortable y luminosa.