Fundamental para el desarrollo de las grandes metrópolis como las conocemos hoy, el cemento es un material utilizado históricamente cuyos avances tecnológicos revolucionaron la técnica y tecnología de la construcción civil, posibilitando la verticalización de la construcción y la densificación de los centros urbanos. El cemento, ya sea añadido al agua y arena para hacer mortero o combinado con acero y arenas para formar concreto, cumple diferentes funciones en una obra, apareciendo desde la estructura hasta el acabado.
Si, por un lado, el concreto es la segunda sustancia más utilizada del planeta, sólo por detrás del agua, por otro lado, su cadena productiva se encuentra entre las más contaminantes del mundo. La dependencia que el entorno urbano creaba para el cemento y sus derivados, incluido el concreto, comenzó hace mucho tiempo. Las civilizaciones del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, por ejemplo, ya mezclaban diferentes tipos de rocas molidas con líquidos para crear morteros adhesivos que ayudaban en la construcción de estructuras. Los constructores del Imperio Romano desde el siglo IV a. hicieron una combinación de cal, puzolana y arena, experimentaron con grasa animal, leche y sangre para incorporar aire a la mezcla y crearon lo que ahora llamamos hormigón.
El uso de derivados de este mortero plástico por parte de los romanos representa tres características fundamentales que justifican la dependencia del concreto en la actualidad: primero, el concreto puede moldearse a partir de formas para asumir los volúmenes necesarios, ampliando las posibilidades constructivas más allá de lo que era posible con el apilamiento de bloques y piedras. En segundo lugar, esta masa moldeable alcanzaba resistencia estructural al igual que las piedras, pudiendo sustituirlas. En tercer lugar, esta masa también era resistente al agua, pudiendo no sólo funcionar como agente impermeabilizante sino también instalarse en terrenos inundados como base para construcciones, permitiendo así la ocupación de nuevos territorios.
Así, los morteros y hormigones se desarrollaron en nuestras sociedades a partir de la demanda de la arquitectura y la ingeniería. A principios de la década de 1850, Joseph Louis Lambot realizó un importante avance tecnológico al combinar la maleabilidad, la resistencia y la impermeabilidad del concreto con el soporte del acero para desarrollar una embarcación de mortero reforzado. Su invento fue la base de lo que hoy es una de las principales formas de construcción en las grandes metrópolis del mundo, el concreto armado. Es, por tanto, el cemento el que posibilita la verticalización de las ciudades, así como su densificación, no sólo a través del concreto armado, sino también a través de otras funciones que asume en la construcción:
Base
Estructura moldeable in situ
Estructura prefabricada
Refinamiento
Mobiliario
La extracción de cemento y todos los procesos involucrados en su cadena productiva, representan un gran riesgo para el medio ambiente por la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera y también por los daños que la minería provoca en su territorio. Según el último informe del IPCC, solo quedan 11 años para reducir las emisiones y evitar daños irreversibles por el cambio climático. Lo que significa que es necesario cambiar esta cadena de producción para que podamos revertir el calentamiento global.
Fuente: Kaefer, Luís Fernando. 1998. A Evolução do Concreto Armado.