Nacida en 1947 en la ciudad de Quito, Guadalupe Ibarra se radicó en Cuenca durante su adolescencia por motivo del trabajo de su padre, vinculado al ejército. Allí tomó la decisión de estudiar arquitectura y se matriculó en 1963 en la Universidad de Cuenca. Estudiante de alto rendimiento, Ibarra obtuvo su título de arquitecta en 1970, convirtiéndose en la primera mujer ecuatoriana titulada en esta profesión en el país.
Inmediatamente después de su graduación, concursó para acceder a la docencia en la misma universidad, ganando el concurso entre 30 participantes con la “primera antigüedad”, es decir, con la calificación más alta del proceso. Ibarra dictó en aquella institución las materias de Taller de Proyectos, Dibujo Técnico y Materiales de Construcción hasta 1978.
La producción de Guadalupe Ibarra en arquitectura y construcción es muy extensa: en sus cinco décadas de ejercicio profesional diseñó 220 viviendas, 13 conjuntos habitacionales, varios condominios y edificios de viviendas, y otros proyectos como el Hogar Infantil #4, la Casa de Observación Femenina Florencia Astudillo, la Capilla de las Madres de la Asunción, el Convento de las Madres Salesianas de Gualaceo y la Capilla para la Comunidad de Gapal entre otros proyectos. Asimismo, varios de estos encargos fueron realizados por entidades de carácter público, como la Empresa Eléctrica Regional Sur o la Junta Nacional de la Vivienda.
Su obra es muy heterogénea, cubriendo un amplio espectro de estilos, anclados a la tradición estética y material cuencana. Además, prácticamente todos sus proyectos diseñados también fueron construidos por ella misma. Sin embargo, pese a su prolífica trayectoria, no hay prácticamente registro de su obra. Fue gracias a un artículo publicado en 2008 en el periódico ecuatoriano El Tiempo que se conoce someramente sobre su perfil: "sus obras son innumerables, siendo la última el conjunto residencial de Racar, con 95 viviendas”. Durante un corto periodo, Ibarra fue coordinadora del Ministerio de Bienestar Social en Cuenca, pero su preferencia por la construcción la llevó a una dedicación intensiva en este aspecto.
En 2004 aprendió un sistema adquirido por la Mutualista Azuay a base de encofrados portantes en vez del sistema poste-viga para construir en hormigón armado. Tras esta experiencia, realizó sus propios moldes en madera para ejecutar esta técnica en el proyecto con el que finalizó su carrera: el Condominio San Sebastián, el cual, según su criterio, es su obra más importante por su carácter constructivo experimental. Su ejercicio de la arquitectura y la construcción le hizo merecedora de una mención especial de la Cámara de la Construcción de Cuenca, al celebrar el 40 aniversario de vida institucional del gremio.
Al entrevistar a Ibarra, es evidente su amplia experiencia en construcción, adquirida empíricamente a través de la práctica, desafiando las preconcepciones, no sólo de la época en que desarrolló sus estudios, sino también las actuales. Ibarra es una mujer a pie de obra, quien asegura haber tenido una cordial relación con obreros y colegas. La clave: el apoyo de sus padres y de su pareja (de profesión abogado, quien aprendió de ella la supervisión de obra) y especialmente, su empoderado carácter de cara al oficio.