Comprendiendo la diversidad y pluralidad de personas que habitan y transitan las ciudades día tras día, el urbanismo con perspectiva de género se plantea incorporar a todas aquellas identidades, perspectivas y actividades que durante años han sido invisibilizadas. Entendiendo las complejidades que envuelven a las ciudades e involucrándose en las experiencias urbanas de sus habitantes, los espacios públicos resultan ser el escenario de desarrollo de la vida urbana y como tal, debieran de reunir una serie de lineamientos y consideraciones acordes a este nuevo paradigma que actúen como herramientas de planificación componiendo esta red de espacios y contemplando a todos los usuarios de la ciudad.
Dentro del espacio público, se concibe el encuentro y la interacción de los sujetos sociales por lo que la participación ciudadana adquiere gran relevancia al aportar una visión desde la cotidianeidad al diseño de los mismos. Independientemente de sus dimensiones, escalas o emplazamientos, son capaces de mitigar problemáticas urbanas, promover el intercambio entre personas de diferentes clases sociales y también proveer un espacio de expresión comunitaria, entre tantas otras funciones.
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Al no involucrar solo a los parques, plazas o espacios verdes, los espacios públicos son aquellos que permiten la movilidad por la ciudad y diseñarlos desde una perspectiva de género lleva a pensar en una lógica que apunte al disfrute y la apropiación de todos los habitantes. Se busca generar un sentido de pertenencia para expresar su carácter colectivo y público. A través de los siguientes lineamientos de diseño planteados en el Manual de diseño de espacios públicos con perspectiva de género y diversidad elaborado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se propone hacer foco en la experiencia cotidiana fomentando el reconocimiento y la visibilización de sujetos que durante tiempo han sido excluidos.
Seguridad
Buscando generar seguridad para aquellas personas que usan o transitan los espacios públicos, se debe concentrar la atención sobre cuestiones como la visión, la iluminación y la vigilancia natural. Se hace referencia tanto a la amplitud como a la profundidad de visión a contemplarse en un espacio público y que se encuentra determinado por todo lo que pueda llegar a interferir en ello ya sean elementos naturales o arquitectónicos como árboles, muros, paredes, vallas, etc. En el caso de la vegetación, es importante considerar el paso del tiempo ya que al ser un material vivo puede generar barreras, escondites o pantallas que imposibiliten la vigilancia. Lo ideal es evitar generar puntos ciegos a través de ventanas u otras aperturas o salientes.
La vigilancia natural, proveniente de edificios comerciales y residenciales, ayuda en la mitigación de la sensación de aislamiento al fomentar una variedad de usos y actividades que aumenta la presencia de ojos. Mediante la planificación y el diseño, debería evitarse la monotonía de fachadas e incorporar herramientas de comunicación como teléfonos o botones de pánico.
La iluminación ocupa un rol fundamental en los espacios públicos para poder ver y ser visto. Prestando especial atención sobre las vías de entrada y salida, pasarelas e indicaciones, la iluminación no debe disminuir el campo de visión ni tampoco iluminar aquellos espacios aislados o que no están pensados para ser utilizados de noche. La iluminación de las veredas fomenta la caminabilidad segura y su diseño debe planificarse en conjunto con el diseño del arbolado para evitar la proyección de sombras indeseadas o bloqueos.
Accesibilidad
Se propone diseñar el equipamiento y la infraestructura de los espacios públicos para diversas corporalidades y funcionalidades, centrándose sobre la señalización y la accesibilidad universal. Al incorporar señales, paneles o mapas, se potencia la autonomía de las personas en los espacios públicos y lo ideal es asegurarse su mantenimiento para evitar la percepción de inseguridad.
Accesibilidad y seguridad deben considerarse parte integral del diseño de los espacios, siendo de fácil comprensión con entradas y salidas claras, lugares de encuentro y de servicios ya que, por ejemplo, a través de la incorporación de baños públicos es posible prolongar las estadías de los usuarios garantizando el disfrute y también la comodidad. En el diseño del espacio, deben contemplarse los materiales adecuados, su instalación, color y textura para proyectar la función del lugar. Al analizar los flujos existentes, ya sea peatonales, vehiculares, ciclistas, entre otros, se propician circulaciones funcionales y eficientes.
Mixtura de usos
A través de una oferta de actividades y equipamientos, se busca contemplar la diversidad poblacional promoviendo la apropiación simbólica y física de los espacios urbanos. Los espacios verdes públicos permiten una multiplicidad de actividades brindando el libre acceso a la ciudadanía en su heterogeneidad. A través del pensamiento, la planificación y gestión de estos espacios desde una perspectiva de inclusión, se debe promover el disfrute de la población contemplando las políticas de cuidado que tienen lugar allí.
La flexibilidad en los equipamientos y espacialidades propicia la multiplicidad de usos en el espacio y en el tiempo a largo plazo. Los espacios generadores de actividad posibilitan atraer a las personas a través de, por ejemplo, instalaciones de ocio, habilitación de un espacio cultural o gastronómico, etc. Considerando a una población que abarca a todas las edades (desde niños/as hasta adultos/as mayores), cada uno precisa cubrir necesidades diferentes a tener en cuenta para lograr una convivencia armónica.
Ambiente
Con el objetivo de propiciar espacialidades saludables y que inviten a la permanencia, se busca asegurar ambientes naturalizados e implementar soluciones basadas en la naturaleza para afrontar las problemáticas actuales que involucran a la calidad del aire, la contaminación sonora, los niveles térmicos extremos, anegamientos, contaminación del suelo, etc. Con respecto a la vegetación, se requiere tener en cuenta tanto el mantenimiento como la selección de especies adecuadas al momento de diseñar los espacios y se recomienda estudiar las dimensiones espaciales del contexto local.
Paisaje cultural y patrimonio
El espacio público debiera de respetar el patrimonio tangible e intangible y también el territorio donde se implanta. Al integrar la perspectiva de género desde un enfoque proyectual estratégico, se realiza una valoración e intervención del patrimonio heredado con determinados criterios de equidad e inclusión. Los murales o graffitis se presentan como oportunidades para incorporar valor simbólico a los espacios públicos.
La identificación y puesta en valor del patrimonio arquitectónico y paisajístico de un sector es fundamental para preservar y fortalecer el sentido de identidad y pertenencia de los habitantes, así como también la generación y visibilización de las costumbres o expresiones propias de una o varias culturas.
Flujos de movilidad
El espacio público representa el espacio de circulación e intercambio de las personas en la ciudad, aportando estructuras que hacen al funcionamiento de los sistemas de transporte tanto público como privado. Entendiendo a la movilidad como una actividad creadora de ciudad, las paradas, estaciones, nodos intermodales, escaleras, pasillos y ascensores, entre otros, son los que conforman la red de movilidad y deben diseñarse y gestionarse abordando las problemáticas de seguridad, accesibilidad, visibilidad y comunicación urbana. Las imágenes y representaciones ocupan un rol activo dentro del espacio público, siendo una clara manifestación del significado a transmitir.
Gestión y apropiación comunitaria
Existen algunas recomendaciones que hacen al funcionamiento de la vida del espacio público después de su proceso de diseño. Teniendo en cuenta no solo su funcionamiento sino también su mantenimiento, se busca asegurar el disfrute de la comunidad a largo plazo para mantener el espíritu con que fueron concebidos o intervenidos. Siendo escenario, condición y manifestación de las relaciones sociales y los usos que sus habitantes hagan de ellos, los espacios públicos deben evitar la degradación de su espacialidad y la obsolescencia de sus programas y equipamientos. Luego de los procesos de diagnóstico, diseño participativo y ejecución de un proyecto arquitectónico-paisajístico, es necesario considerar mecanismos para fortalecer los lazos comunitarios y propiciar espacios de uso inclusivos y diversos.
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