La responsabilidad social y el deseo de mejorar la sociedad han estado influenciados durante mucho tiempo por el entorno construido. Mirando los centros de las ciudades, la arquitectura ha contribuido a la mejora del tejido urbano, ya sea a través de estrategias de planificación y zonificación, integración de espacios públicos o pequeñas intervenciones. En algunos casos, sin embargo, estas intervenciones se utilizan en realidad como herramientas para mantener a las personas sin hogar fuera de las calles, disfrazadas de arte o proyectos conceptuales. Varias políticas públicas urbanas han prohibido implícitamente a las personas sin hogar y otros grupos sociales marginados en los centros de las ciudades, alegando que su presencia y uso "irregular" del espacio público podría comprometer la reputación, la seguridad y la comodidad de la ciudad.
Las condiciones de vivienda inaccesibles contribuyen en gran medida a la espiral descendente de las personas sin hogar. En varias ocasiones, los gobiernos han explicado que tales condiciones están afectando a la población en su conjunto, no solo a quienes no tienen vivienda permanente. En los países europeos, 82 millones de personas se ven afectadas por la tasa de carga de la vivienda, lo que significa que gastan más del 40% de su renta disponible en gastos de vivienda. Y mientras los precios de la vivienda aumentan constantemente, los ingresos están estancados. La mayor preocupación es la asombrosa tasa de personas sin hogar. Un informe de la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que Trabajan con las Personas sin Hogar (Feantsa) y la Fundación francesa Abbe Pierre mostró que la falta de vivienda se disparó en toda Europa, con los porcentajes más altos en Inglaterra con 169%, en Alemania con el 150% y el 145% en Irlanda.
Para las personas sin hogar, los espacios públicos son un refugio. Las personas marginadas descansan en bancos, debajo de puentes, en las aceras, mendigando o simplemente sentadas, ya que no tienen los medios para permanecer en un espacio privado. Estos lugares públicos, independientemente de su forma, escala o ubicación, se convierten en sus hogares temporales en los que se instalan para pasar la noche.
Mientras muchos culpan a los urbanistas y/o arquitectos por crear intervenciones tan "hostiles", las tendencias exclusivistas en las políticas urbanas caen en manos de las autoridades públicas que tienen la responsabilidad de privar a sus ciudadanos de una vivienda adecuada, demostrando fallas continuas en la asistencia y reforzando prácticas distorsionadas orientadas al mercado.
Las estrategias de política urbana a menudo tienden a excluir a las personas sin hogar de los espacios públicos o limitan la forma en que los utilizan, a pesar de que es su deber legal brindar refugio a todos los miembros de la comunidad. Según el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, "Los Estados deben, independientemente de su desarrollo, adoptar medidas para garantizar de manera inmediata el derecho a una vivienda adecuada y que, en este sentido, se debe dar prioridad a los grupos sociales que viven en condiciones de desventaja - dicha vivienda debe ser segura, adecuada y accesible para la persona o familia en cuestión, y también garantizar suficiente privacidad".
Sin embargo, la relación entre las personas sin hogar y el espacio público urbano sigue siendo controvertida. En las últimas dos décadas, los espacios públicos han sufrido importantes intervenciones "anti-indigentes", particularmente con el surgimiento de zonas privatizadas en términos de imagen, seguridad, estética y política: fortificaciones de tierras públicas, desarrollo de barrios cerrados, etc. En Nueva York, se agregaron barras inclinadas angostas a la estación 53rd Bay Ridge en lugar de bancos regulares "para ahorrar espacio" sin el apoyo adecuado para las personas mayores o las personas sin hogar. Debajo de la autopista Huangshi en Guangzhou, China, se agregaron unos 200 metros cuadrados de pilotes de concreto para evitar que las personas sin hogar usen el puente como refugio.
De manera similar, en Accra, Ghana, se agregaron cientos de rocas dentadas debajo de caminos y puentes para evitar que las personas sin hogar duerman allí. Las ciudades de toda Europa han agregado pequeñas clavijas de metal y balizas en los escalones de los escaparates, evitando que nadie se siente. Muchas ciudades del Reino Unido han instalado barras de metal en los bancos para evitar que las personas sin hogar duerman sobre ellas, lo que dificulta su uso para el público en general, mientras que en Rusia, los municipios han agregado candados a los bancos públicos, plegándolos y cerrándolos durante la noche.
Si bien las condiciones de vida de las personas sin hogar se han analizado e investigado a fondo, se ha hecho poco para brindar una solución sostenible. En primer lugar, un análisis en profundidad de las causas reales que llevan a las personas a vivir en la calle es fundamental para diseñar las medidas de política adecuadas, ya que muchas de ellas suelen ignorarse o malinterpretarse. Por ejemplo, una de las creencias más comunes es que la falta de vivienda es el resultado de desafíos individuales y no de desigualdades en las políticas de vivienda, servicios públicos y empleo. El Consejo de Derechos Humanos y todos sus Estados se comprometieron internacionalmente a abordar la falta de vivienda al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, acordando "garantizar el acceso de todos a viviendas y servicios básicos adecuados, seguros y asequibles, y mejorar los barrios marginales" para 2030.
Quizás la solución más obvia para las personas sin hogar es resolver la crisis de la vivienda a través de viviendas colectivas o albergues temporales de emergencia que ofrezcan un lugar seguro para pasar algunas noches, haciendo cumplir las leyes que fijan precios de referencia, implementando "viviendas parasitarias" que se adhieren a las estructuras existentes, o el apoyo a la vivienda permanente. Estas soluciones deben hacerse en un enfoque coordinado en toda la comunidad, no solo intervenciones de acupuntura.
Mirando la situación desde otra perspectiva, los planificadores urbanos pueden obtener interpretaciones sin hogar de cómo funciona la ciudad y cómo su planificación urbana contribuye al mejoramiento de la comunidad. Vivir en la calle requiere una muy buena comprensión del "inframundo de la ciudad". Al crear sus propios hábitats en las calles estrechas y los espacios públicos, las personas sin hogar pudieron forjar sus propias unidades, relaciones, sistemas y estrategias de supervivencia, eligiendo racionalmente dónde instalarse para garantizar su integridad. Si bien la percepción colectiva ve a las personas sin hogar como "los otros", es fundamental comprender que, de hecho, son miembros esenciales de la comunidad.
Este artículo es parte de los temas de ArchDaily: Democratizar el diseño. Cada mes exploramos un tema en profundidad a través de artículos, entrevistas, noticias y obras. Conoce más sobre nuestros temas. Y como siempre, en ArchDaily valoramos las contribuciones de nuestros lectores. Si quieres postular un artículo o una obra, contáctanos.