En el año 2019, el Consejo de Gobierno de la URJC (Universidad Rey Juan Carlos) aprobó un plan de infraestructuras para remodelar algunos de los edificios de los campus de la Universidad, entre ellos, el edificio aulario-departamental en el Campus de Madrid-Vicálvaro. Así, se llegó a un acuerdo con el COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid) para organizar un concurso de ideas para seleccionar el diseño final del edificio, que se lanzó en febrero de 2022.
El fallo del jurado fue anunciado en mayo de 2022, recibiendo el Primer Premio el proyecto “Never walk alone” (Nunca camines solo), propuesto por los arquitectos Atxu Amann Alcocer, Andrés Cánovas Alcaraz, Nicolás Maruri González de Mendoza y Rodrigo Delso Gutiérrez.
La propuesta consiste en un edificio nuevo, de unos 9780 m², que se articula con el edificio de despachos actual, ampliándolo de manera natural, aprovechando su situación y sus conexiones, comportándose como un brazo más de los que ya existen. A su vez, se relaciona con los espacios abiertos del campus, generando un lugar con posibilidades de crecer y ampliar sus usos.
El proyecto propone ofrecer a la ciudad un frente, dando forma al perímetro de la actuación. La idea insta a construir un espacio urbano que no se vea únicamente desde el tejido universitario, sino también desde los lugares que rodean la Universidad, “lugares aparentemente inhóspitos, pero con gran capacidad de generar nuevas oportunidades”, tal como declaró el equipo ganador. Los nuevos volúmenes se fraccionan para reducir su escala, acercándola a la de los edificios de vivienda, y convierten a las aulas en protagonistas, otorgándoles autonomía entre ellas.
Los arquitectos decidieron utilizar la táctica de ocupar el perímetro para generar un espacio interior abrazado por los nuevos pabellones. Este espacio se inicia en los estacionamientos, convertidos en un bosque que desciende junto a los estudiantes, para luego pasear entre las aulas hasta llegar al corazón del espacio común. Allí, los tránsitos se entrelazan a través de escaleras, que son testigos de saludos y miradas, y sirven de escenario para la vida.
La orientación de las aulas es un factor que se tuvo muy en cuenta a la hora de quebrar los volúmenes. Con los quiebres, se generan pequeñas piezas que articulan un recorrido que acaba en un espacio verde y permeable, conectando dos espacios del campus. Además, el fondo de la parcela, que presenta un gran desnivel con la calle, se recupera creando una pista deportiva ajardinada, en conexión con el patio del edificio colindante.
Resulta novedoso el hecho de que no hay pasillos en el aulario, el proyecto va plegando y quebrando las aulas para poder generar los espacios de trabajo y de coworking. Otro aspecto interesante es la cubierta: no es un espacio perdido, sino una cubierta verde, un espacio de encuentro, trabajo y descanso para los estudiantes.
Para materializar el edificio, el equipo propone una estructura de hormigón con forjados bidireccionales, y para su configuración exterior propone utilizar ladrillo, en armonía con su entorno. El ladrillo es matizado por celosías permeables que protegen del sol a las orientaciones más favorables. La inercia de los materiales y su disposición aportan pasividad térmica al edificio, evitando insolaciones directas y practicando, gracias a los anchos de las galerías, un sistema de ventilación cruzada para combatir los excesos de calor en los momentos estacionales más duros. Sin duda, la incorporación de basta vegetación al proyecto también contribuye con el equilibrio térmico del edificio.