En la cordillera de los Andes peruanos, a más de 3700 metros de altitud, se encuentra el puente colgante de cuerda Q'eswachaka, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. El puente tejido a mano, que une las dos laderas de una quebrada sobre el río Apurímac, se ha convertido en el último puente inca en uso que ha sobrevivido a la modernidad. Esto ha sido posible gracias a la transmisión de la cultura e ingeniería inca a lo largo de sus generaciones, las cuales renuevan el puente cada año para su conservación.
A tres horas y media de la ciudad de Cusco, en el distrito de Quehue, se encuentra el puente Q'eswachaka, con 29 metros de largo y 1.20 metros de ancho, forma parte de la extensa red de caminos del Imperio inca Qhapaq Ñan. En la cual, se fabricaron puentes colgantes a base de fibras vegetales para poder traspasar la accidentada geografía propia de los Andes. Por consiguiente, durante los últimos 600 años, las familias de las comunidades de Chaupibanda, Choccayhua, Huinchiri y Ccollana se reúnen anualmente para la renovación del puente Q'eswachaka. Se trata de un proceso ancestral que tiene una duración de tres días y concluye con un festival de danzas autóctonas.
El proceso de preparación para la construcción del puente, comienza días antes (a finales del mes de mayo), cuando los pobladores de las cuatro comunidades se reúnen para recolectar la q’oya, una resistente fibra vegetal que constituye el material base del puente. Posteriormente, esta es secada por un día entero, para luego ser atizada con piedras y remojada para su endurecimiento. Una vez culminado el primer proceso, las familias proceden a elaborar la q’iswa, que está conformada por varias q’oyas tejidas que forman una soga.
Ya iniciado el mes de junio, se procede a comenzar la etapa de construcción del puente, la cual inicia con un tradicional pago a la tierra. Luego, cada familia de las diferentes comunidades, tiene la obligación de llevar una larga q’iswa, la cual será entregada a la autoridad reguladora encargada de registrar la participación de cada una de ellas. Posteriormente, se procede a extender las q’iswas y entrelazarlas para obtener una soga más gruesa y resistente. Esta nueva cuerda será utilizada para conformar las bases y pasamanos del puente. Al finalizar el día, las grandes sogas son transportadas a los extremos del Q'eswachaka para su utilización al día siguiente.
Al igual que el primer día, el segundo comienza con el tradicional pago a la Pacha mama (tierra) previo a los trabajos de construcción. Luego, un poblador procese a atravesar una larga q’iswa por la quebrada, la cual servirá de guía para el transporte de insumos durante la renovación del puente. Después, se colocan las bases del puente y las sogas que harán la función de pasamanos, las cuales son atadas a los extremos de la quebrada. Una vez instaladas, se procede a dejar caer el puente viejo. Todo este complejo proceso es supervisado por el ingeniero andino chakaruwaq, quien es el encargado de constatar la buena construcción del puente.
El tercer día inicia con la instalación de los laterales del puente, los cuales son colocados por el ingeniero andino junto a sus ayudantes. Estos son divididos en dos grupos de 3 hombres, uno a cada extremo, que ponen en marcha el tejido a través de la unión de las sogas base con los pasamanos y finalizan cuando se encuentran en la mitad del puente. Durante este largo proceso, los pobladores de las comunidades se reúnen para elaborar, a base de hojas, ramas y q’iswa, el fondo que cubrirá el suelo del puente. Por otro lado, también proporcionan callapos, que son largas ramas que sirven para brindar una mayor estabilidad. Al atardecer, una vez terminada la reconstrucción, las autoridades locales son las primeras en cruzar los 29 metros que separan las orillas del río, y de este modo se da por finalizada la renovación del último puente Inca.
Finalmente, una vez terminado el puente, las comunidades se reúnen para celebrar a través de danzas, cantos y comida tradicional, hasta el anochecer. La construcción de esta obra de ingeniería, un puente de paja sin ninguna pieza de metal, se mantiene viva gracias al conocimiento heredado a través de la trasmisión oral. Por lo que, el puente Q'eswachaka, no solo es una obra maestra de ingeniería ancestral, sino una muestra de cultura del pasado que sobrevive en el corazón de los Andes peruanos.