En la mayoría de los países del mundo se da valor a los edificios antiguos. Hay algo en la historia, la originalidad y el encanto de una casa antigua que hace que su valor sea a veces, superior al de los proyectos nuevos. Pero en Japón, se prefiere casi siempre lo contrario. Las casas recien construidas son las mas buscadas en un mercado inmobiliario en el que casi nunca se venden las viviendas y la obsesión por demoler y reconstruir es tanto una cuestión cultural como de seguridad, lo que hace que las casas de 30 años de antigüedad se encuentren en un mercado sin valor.
A diferencia de otros países, las casas en Japón se deprecian rápidamente con el tiempo, llegando a carecer casi de valor en 20-30 años después de su construcción. Si alguien se muda de una casa antes de ese plazo, se considera que la casa no tiene valor y se derriba en favor del terreno, que se considera de gran valía. Este enfoque de la longevidad de los edificios, se explica tanto por las deficientes técnicas de construcción que se crearon para satisfacer la floreciente demanda de viviendas después de la Segunda Guerra Mundial, como por las frecuentes actualizaciones de los códigos de construcción que pretenden mejorar la resistencia contra los terremotos y la inminente amenaza de otros desastres naturales. Además, como la gente cree que sus casas perderán rápidamente su valor, hay pocos incentivos para mantenerlas de forma que resulten atractivas para un futuro comprador potencial. Lo que esto proporciona es un mercado en el que los propietarios se sienten más liberados para diseñar las casas como quieran. De hecho, en Japón hay casi cinco veces más arquitectos colegiados, debido a la necesidad de diseño y construcción de casas.
Aunque esta tendencia parece aplicarse a la mayor parte de Japón, hay pequeños indicios de que esta tendencia de reconstrucción puede estar experimentando algún cambio. Algunos propietarios están adoptando un enfoque de menor escala para la demolición, y consideran la posibilidad de renovar sus casas rediseñando los planos, desmontando paredes y abriendo espacios de una manera más moderna. Por primera vez en muchos años, la gente empieza a apreciar una casa antigua.
Parte de este movimiento de nicho de mercado no es más que un reflejo de lo que está ocurriendo en todo Japón. El crecimiento de la población está en rápido descenso, y se espera que se reduzca a casi 40 millones para el año 2065. El país cuenta con una población en mayor porcentaje envejecida: pronto más de un tercio de los habitantes de Japón tendrá más de 65 años. Estas tendencias demográficas están provocando que haya un número de viviendas vacías superior a la media, y se prevé que esa cifra aumente hasta cerca del 30% en 2033, lo que da a Japón una razón para rehabilitar las casas antiguas en lugar de construir otras nuevas.
En las zonas más urbanas, donde la población es mayoritariamente joven, la gente tiene opciones más flexibles. Las empresas de Tokio están buscando formas de vivienda no tradicionales y menos culturales. Desde la transformación de edificios para que tengan nuevos usos (como el popular método de tomar antiguos espacios de oficinas y convertirlos en apartamentos), hasta el diseño de nuevas zonas de convivencia, se están introduciendo nuevos espacios y formas de vivir en una sociedad que se presta a ser más tradicional y conservadora. Estos espacios compartidos no sólo ofrecen un medio de vida más barato, sino que también refuerzan el sentido de comunidad entre los miembros no familiares y fomentan una mayor interacción social.
La duración de 30 años de las viviendas en Japón, es a la vez una maldición y una bendición. Aunque ofrece un nivel de diseño único, y la posibilidad de vivir a gusto sin la presión de tener que revender la casa. Afortunadamente, la noción de que "viejo" equivale a malo se está reconsiderando.