Este artículo de Miguel Paredes Maldonado fue publicado originalmente con el título "Casa, ciudad, territorio: Una investigación colectiva sobre las transformaciones del habitar urbano contemporáneo" en el número 31° de la revista Dearq el 01 de septiembre de 2021 (DOI: https://doi.org/10.18389/dearq31.2021.02).
El artículo explora las relaciones interescalares establecidas en tiempos recientes entre el dominio doméstico de la vivienda y los ámbitos colectivos de la ciudad y el territorio, desde la óptica del desarrollo de nuevos “comunes urbanos”. Dicha exploración se formaliza como una investigación colectiva, basada en la participación en concursos de arquitectura y elaborada en el contexto docente de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) entre septiembre y diciembre de 2020. Sus resultados ponen en relieve el pronunciado sustrato infraestructural del habitar urbano contemporáneo e identifican los principales procesos de transferencia entre los dominios de lo doméstico y lo colectivo dentro de una serie de escenarios de habitación urbana.
A continuación, lo presentamos como parte de una colaboración conjunta para contribuir a la difusión de investigaciones, análisis y opiniones que la comunidad académica nacional e internacional elabora sobre la arquitectura, los temas de la ciudad y las áreas relacionadas.
Introducción. La vivienda como problema multidimensional
El presente artículo plantea dos cuestiones de importancia para la disciplina arquitectónica contemporánea: ¿qué parámetros nos permiten investigar sobre la vivienda de forma efectiva e innovadora en el contexto planetario actual? ¿Pueden los concursos de arquitectura emplearse como medio para acometer dicha investigación dentro de un marco pedagógico? La pandemia que ha transformado las dinámicas del habitar humano a lo largo de 2020 y 2021 puede enmarcarse dentro de un escenario amplio de crisis medioambiental a escala mundial que ha venido ganando en foco e intensidad a pasos agigantados a lo largo de las últimas décadas. La urgencia del momento presente sugiere que es necesario proponer nuevos medios de reflexión sobre la vivienda como un ámbito de largo alcance, donde tiene lugar la negociación entre lo doméstico, lo colectivo y lo territorial.
En este sentido, la reflexión propuesta en este artículo parte de una experiencia docente organizada en la Escuela de Arquitectura de Edimburgo (Reino Unido) y centrada en la participación en concursos de arquitectura relacionados con el habitar contemporáneo durante el primer semestre del curso académico 2020-2021. El objeto de este ejercicio colectivo es generar una exploración amplia, múltiple y especulativa sobre las capacidades operativas y transformativas del proyecto de vivienda contemporánea. Se parte de que los factores que afectan la vivienda —presente y futura— son, hoy más que nunca, multidimensionales. La investigación colectiva aquí descrita pretende capturar esa “multidimensionalidad”. No se aspira a establecer una visión exhaustiva del problema, sino a identificar vectores de trabajo significativos de cara al futuro.
Simultáneamente, este ejercicio de reflexión colectiva pretende poner en valor el trabajo sobre vivienda en el contexto del aprendizaje académico y profesional. En este sentido, el ámbito académico que nos ocupa aborda el concurso de ideas como un medio de producción consustancial con la práctica profesional y también como una herramienta para abordar problemas arquitectónicos desde múltiples ángulos.
Vivienda y ciudad. Lo doméstico y lo colectivo
En un artículo reciente, Pier Paolo Tamburelli (2020) argumenta que la ciudad no cambiará a corto o medio plazo como resultado de la pandemia actual, aunque muchos de los hábitos urbanos adquiridos se mantendrán y tendrán una influencia decisiva sobre el espacio doméstico. En particular, Tamburelli identifica la escala de las relaciones locales (aquellas que nos permiten satisfacer las necesidades de nuestra vida diaria dentro de un radio de acción cercano) como un dominio clave de transformación futura.
Esta reflexión apunta a una conexión explícita entre lo doméstico y lo colectivo, basada en la relación entre el diseño de vivienda y el proyecto urbano. Para Van Gameren, Axel y Oosterman (2015) lo uno no existe sin lo otro: el espacio que está alrededor de la vivienda constituye una parte consustancial de esta. La vivienda no es una distribución de metros cuadrados o un “puzzle tipológico” aislado del contexto, sino un “entorno vivido” unido a dicho contexto. Existe, por tanto, una relación íntima e interescalar entre vivienda, ciudad y metrópolis. Esta es, precisamente, la relación que se pretende explorar en el marco de los dos concursos elegidos para desarrollar la experiencia docente que nos ocupa.
En la escala de relación inmediata entre vivienda y entorno, el desarrollo de vivienda colectiva de alta densidad ha sido, a menudo, criticado por incluir grandes superficies de espacios comunales, a menudo sin forma ni función específica (Hanley 2007, 103). Sin embargo, la pandemia actual ha puesto de manifiesto la enorme importancia de dichos espacios para el bienestar de sus residentes, con la salvedad de que estos deben estar bien diseñados y mantenidos, y ofrecer una funcionalidad clara (jardines, huertos, espacios de reunión, cafés, etc.). En todo el planeta, y a lo largo del desarrollo de la pandemia causada por el virus de la COVID-19, los residentes en complejos de vivienda colectiva se han reunido en los espacios comunes en cuanto ha resultado posible. La comunidad vecinal que se forma en estos ámbitos hace, además, que las tareas relacionadas con los cuidados (de mayores, de niños, de enfermos o de confinados) resulten más asumibles (Hatherley 2020).
Por otra parte, la popularización de los formatos de vivienda compartida en las últimas décadas ha reflejado cómo las estructuras familiares estereotípicas tienen cada vez menor peso en la ocupación del stock de vivienda. Otras estructuras de ocupación —a menudo más transitorias y de naturaleza colectiva— sustituyen al modelo familiar y requieren adaptaciones del stock existente a sus necesidades específicas (Jaque 2015). La vivienda, por tanto, no es un programa fijo sino permeable, que conecta la esfera privada con las esferas local y social. Estas visiones refuerzan el factor clave de la reflexión que nos ocupa: la estrecha conexión entre el habitar la casa y el habitar la ciudad. Desde el punto de vista de las relaciones sociales, las personas no habitan solamente “edificios”, sino también vecindarios y comunidades. Estos “lugares” constituyen un ámbito denso de relaciones sociales en espacios compartidos (Marcuse y Madden 2016, 198).
Los comunes urbanos
Como señalan Peter Marcuse y David Madden (2016, 26-50), en el contexto político-económico actual se ha privilegiado una visión financiera de la vivienda, que la entiende fundamentalmente como un vehículo de inversión y, por tanto, su diseño y desarrollo se restringen según criterios exclusivamente mercantiles. En contraste con esta mercantilización del habitar, David Harvey (2012, 73) contrapone la idea de los comunes urbanos: los espacios de relación social colectiva con ámbitos específicos del entorno construido. Estos comunes son recursos compartidos y organizados colectivamente. No son solamente los espacios compartidos, sino también sus estructuras sociales de gobernanza (Harvey 2011). Más allá de proporcionar servicios y recursos, también permiten generar nuevas formas de relación social que, más adelante, darán lugar a nuevas categorías de comunes urbanos (Harvey 2012, 67 y 68).
El valor de los comunes urbanos se manifiesta con particular intensidad por medio de su capacidad de distribución de funciones y programas. Ello permite que estos se desplacen entre los ámbitos de lo público y de lo privado en respuesta a las necesidades de cada momento. Anna Puigjaner (2019) ilustra esta oscilación a través del ámbito de la cocina, que parece definir un polo fundamental de la vivienda en el imaginario colectivo (relacionado además con cuestiones de género y economía productiva). Puigjaner indica que esta “domesticidad” es simplemente una construcción social, susceptible de revertirse o reorganizarse. Las cocinas urbanas de Lima constituyen un ejemplo de esta redistribución, en la que lo tradicionalmente doméstico se traslada al ámbito de los comunes urbanos, formando comunidades y agencias políticas —conectadas con otras instituciones de mayor escala— que replantean los límites entre público y privado, masculino y femenino, estructuras familiares y roles domésticos.
Aula y oficina. Concursos de arquitectura como herramientas de investigación
Como se adelantó en la introducción, se propone investigar estos polos de conexión entre lo doméstico y lo colectivo en relación con la vivienda y la ciudad mediante la participación en dos concursos de arquitectura dentro de un contexto académico. En ese sentido, se persigue establecer transferencias entre academia y práctica profesional que faciliten la especulación intelectual y la experimentación por medio de formatos de organización inéditos. El objetivo no es tanto “entrenar” a los estudiantes para la práctica profesional, sino usar el ámbito académico como plataforma de reflexión e investigación colectiva sobre el entorno construido. Cristina Goberna, Urtzi Grau y Timothy Moore (2015) nos recuerdan que, en varios momentos históricos, la experimentación en el ámbito arquitectónico ha tenido lugar exclusivamente en el ámbito académico (una situación que consideran opuesta a la actual, en la que las escuelas a menudo se enfocan en alimentar los mecanismos establecidos por la práctica profesional). Goberna, Grau y Moore también se refieren a los concursos de arquitectura como “espacios pedagógicos”: modelos de relación entre lo académico y lo profesional, donde el conocimiento no se produce exclusivamente bajo condiciones de mercado.
Por otra parte, Federico Ortiz (2020) interpreta el trabajo académico en concursos de arquitectura como una alternativa a la organización jerárquica que caracteriza la enseñanza convencional en el taller de proyectos. En particular, Ortiz señala el ejemplo de la Unidad 9 en la Architectural Association de Londres durante la década de 1970 (liderada sucesivamente por Elia Zenghelis, Rem Koolhaas y Zaha Hadid), donde la participación en concursos se empleó para generar espacios productivos de encuentro entre estudiantes y profesores, a fin de establecer una jerarquía completamente horizontal. Así, el enfoque pedagógico que nos ocupa persigue disolver las fronteras entre el ámbito académico y el profesional, manteniendo la distancia crítica y la autonomía. Este último aspecto resulta clave, por cuanto traslada el valor crítico de la contribución académica al campo de la contribución profesional.
Metodologías de trabajo colectivo
La experiencia docente aquí presentada explora un amplio espectro en torno a la vivienda colectiva sobre la base de los dos polos identificados en las reflexiones anteriores: por una parte, la experiencia pedagógica de investigación y producción no jerárquica a través de concursos de arquitectura. Por otra, el entendimiento de la vivienda como un sistema habitacional que conecta el ámbito doméstico con la ciudad y el territorio por medio de la generación de comunes urbanos.
Esta exploración se ejecutó a lo largo de un semestre de doce semanas, en un curso de Proyectos Arquitectónicos de tercer año, dentro de una unidad docente con quince estudiantes y tutelada por un equipo formado por el autor de este artículo y la profesora Ana Bonet Miró. La unidad se organizó en torno a la participación en dos concursos internacionales de arquitectura, entregados en las semanas cuatro y once, respectivamente. Desde el punto de vista de las dinámicas de trabajo establecidas, cabe reseñar que la totalidad de la docencia en el curso tuvo lugar de forma remota, como resultado de la pandemia causada por el virus COVID-19. En términos prácticos, esta situación se solventó con el uso simultáneo de una aplicación de videoconferencia (Microsoft Teams) y una aplicación planteada como mesa colaborativa virtual (Miro). Mientras que la primera permitió reconstruir el “plano vertical” de comunicación cara a cara entre grupos de tutores y alumnos, la segunda permitió generar un “plano horizontal” de desarrollo compartido, análogo a la superficie de mesas de trabajo y reunión que encontraríamos en el aula física.
La capacidad de esta segunda herramienta para trabajar de modo acumulativo resultó de especial importancia: al igual que en un desarrollo proyectual convencional, fue posible ir acumulando gradualmente distintos tipos de documentos (dibujos, esbozos, fotografías, referencias, textos, notas y diagramas) en esta superficie virtual, reorganizándolos e interrelacionándolos entre sí “en vivo” durante cada una de las tutorías semanales (fig. 1). Esta “mesa colaborativa” también constituyó el espacio central de trabajo, reunión y toma de decisiones para los equipos de estudiantes fuera del horario de tutorías. En este sentido, este espacio virtual se articuló como un “archivo vivo” de los procesos de proyecto llevados a cabo por cada grupo a lo largo del semestre.
Desarrollo y discusión de resultados
La exposición del proceso y los resultados de esta experiencia docente se basan en una selección de materiales elaborados por los distintos equipos de alumnos para la entrega final de cada concurso, generados mediante el proceso de trabajo descrito. La exposición también se apoya en notas de los tutores en referencia a las conversaciones llevadas a cabo durante las tutorías, así como en reflexiones sobre los procesos de proyecto elaboradas según el “archivo vivo” proporcionado por la aplicación Miro. Todo ello se complementa con una introducción al contexto (tanto geográfico como intelectual) de cada uno de los dos concursos.
El primer concurso se localizaba en el contexto de Penang Bay (Malasia), un territorio organizado en torno a dos áreas metropolitanas (Butterworth y Georgetown) separadas por el estrecho de Penang. La región presenta uno de los índices de crecimiento de población más altos del planeta, así como la densidad de población más alta de todo el territorio de Malasia. Se trata de un área sujeta a un rápido e intenso ritmo de desarrollo humano, rica en recursos naturales y con prósperas industrias tecnológicas y manufactureras. Como otras regiones en proceso de desarrollo acelerado, Penang Bay está lastrada por múltiples problemas ecológicos y medioambientales, así como por altos índices de desigualdad económica y social. Por una parte, la ciudad de Butterworth acoge la enorme infraestructura portuaria de la región. En consecuencia, constituye el principal polo industrial y de transporte del área metropolitana y experimenta los problemas medioambientales asociados a dicho estatus. Por otra parte, el centro urbano de Georgetown proviene de la evolución de un asentamiento tradicional de gran antigüedad y la Unesco lo ha clasificado como Patrimonio de la Humanidad, por su enorme riqueza urbana, arquitectónica y cultural. Georgetown se encuentra franqueada al sur por un puerto franco de grandes dimensiones, dedicado a servir a la totalidad de la región, y al oeste, por la exuberante biosfera selvática de las montañas centrales de Penang.
El concurso no se enfocaba específicamente en la vivienda, sino que perseguía generar reflexiones sobre la transformación de su espacio urbano a escala metropolitana en un escenario de disrupción tecnológica. De ahí que tomando como punto de partida el contexto regional expuesto, la convocatoria hacía hincapié en la necesidad de diseñar nuevas formas de resiliencia desde lo social, lo económico y lo ambiental (“Penang Bay International Ideas Competition” 2020). En este sentido, el objetivo pedagógico de la participación en este primer concurso fue iniciar una discusión colectiva dirigida a identificar vectores clave en el desarrollo de comunes urbanos. La premisa era que estos vectores de desarrollo podrían extrapolarse a otros contextos de transformación del habitar urbano durante las siguientes fases de la experiencia docente. En términos pedagógicos, esta operación contribuiría a poner de manifiesto la relación entre la domesticidad de la vivienda y la colectividad de lo urbano.
Durante el desarrollo del primer concurso, los alumnos se dividieron en tres equipos con cinco miembros cada uno. Como punto de partida, los tutores propusieron una exploración sobre cinco amplios bloques temáticos, que podrían contribuir a establecer diferentes direcciones propositivas:
- Cambio climático en relación con el paisaje costero.
- Infraestructuras, movilidad urbana y patrones de habitación.
- Tecnología digital en relación con el trabajo e infraestructuras productivas.
- Paisaje cultural y social en relación con la vida diaria, la historia y la tradición.
- Alimentación, energía y sus respectivas cadenas de distribución.
Tal y como estaba previsto, las tres propuestas elaboradas por los alumnos se aproximaron de distintas maneras a estos bloques temáticos, destacando algunos por encima de otros. Así, la propuesta “Penang Green Spine” (figs. 2 y 3) se centró en la movilidad urbana como vector fundamental de transformación sostenible. Su intervención – elaborada por Lottie Greenwood, Thomas Gumbrell, Eilidh Mckenna, Joseph Simms y Jenny Steinsdatter – se basaba en un “corredor verde” de gran longitud y anchura variable, paralelo a la línea costera de la isla de Penang y conectado a sus infraestructuras regionales productivas y de transporte. Diseñado para albergar el tráfico de bicicletas y peatones en distancias medias, perseguía replantear los desplazamientos urbanos realizados a diario por la población de Penang Bay como ámbitos de habitación “de baja velocidad”. De este modo, la propuesta consolidaba grandes extensiones infrautilizadas de superficie —anexas a infraestructuras urbanas existentes— y las recuperaba como un gran “salón urbano” de uso colectivo.
La segunda propuesta, titulada “A Modular Ecology” (figs. 4 y 5) y elaborada por Ellen Clayton, Eleanor Collin, Xingyu Li, Xinran Wang y Shiyu Zhang, empleaba un sistema constructivo basado en el ensamblaje de ligeros armazones cúbicos de cuatro metros de lado, con distintas opciones de acabado y revestimiento. Con este sistema se esperaba proyectar un amplio catálogo de intervenciones —de pequeño tamaño, pero abundantes en número y diversidad de programas—, desplegadas territorialmente en la isla de Penang. Cada uno de los nodos de intervención pertenecía a un tipo funcional básico en relación con su posición en el paisaje ecológico-productivo de la región (montaña, río, costa y bahía). La propuesta planteaba el conjunto a modo de una constelación de nodos, habitada por distintas comunidades e interconectada entre sí de forma remota. Estos nodos coordinarían sus respectivos desarrollos en tiempo real y generarían un único objeto distribuido de habitación colectiva del paisaje como medio activo de articulación ecológica y social.
La tercera propuesta, “Penang Bay Agritechture” (figs. 6 y 7) fue elaborada por Coll Drury, Inka Eismar, Lee Han Liang, Jenna McMahon y Maria Wolonciej. Partía de un proceso productivo circular, basado tanto en la piscicultura y el cultivo de algas marinas en las zonas costeras como en el desarrollo de agriculturas urbanas hacia el interior de la isla de Penang. Se proyectaron “corredores productivos” lineales que conectaran estos programas entre sí, generando ámbitos de continuidad entre los tejidos costeros, urbano y rural, facilitados por una red de transporte ligero. Todos los componentes productivos de este desarrollo se plantearon como infraestructuras ligeras habitadas, asociadas a programas específicos de vivienda in situ. Con ello se perseguía estimular la formación de economías locales, que a su vez se beneficiaran de una conexión directa con la escala territorial.
Tras entregar el primer concurso, los tutores organizaron una sesión de reflexión colectiva para identificar en las propuestas los temas de mayor calado y potencial transformativo en el habitar urbano contemporáneo, con el objeto de considerarlos un punto de partida en el proyecto de vivienda del segundo concurso. Más allá del carácter estratégico de las distintas intervenciones, la discusión identificó una clara resonancia con la idea de los comunes urbanos: los tres proyectos realizados para el concurso de Penang Bay inciden de distintas maneras en la creación de nuevos ámbitos colectivos de habitación, flexibles y desarrollados a lo largo del tiempo, como medio de articulación social del habitar urbano.
Posteriormente —y con el objetivo pedagógico de apoyar la investigación de cara al segundo concurso—, los tutores propusieron la realización de una serie de “estudios habitacionales”, elaborados individualmente por cada alumno y objeto de discusión durante una nueva sesión de trabajo colectivo en la plataforma Miro (fig. 8). Se estudiaron quince ejemplos de vivienda no convencional con respecto a dos parámetros expuestos al principio de este artículo: la respuesta a estructuras sociales de cohabitación no estereotípicas y el refuerzo del vínculo entre programas privados y programas comunes. El objeto de este ejercicio era situar conceptualmente los temas explorados en el primer concurso dentro de escalas más cercanas a lo doméstico. En sintonía con las ideas de Dick van Gameren, la representación isométrica de los ejemplos se escogió para soslayar sus aspectos tipológicos —centrados en los ámbitos “interiores” de la arquitectura— y poner el relieve en sus mecanismos “externos” (de relación colectiva).
Figura 8. Conjunto de estudios habitacionales anotados digitalmente en la aplicación Miro tras la discusión colectiva, octubre de 2020. De izquierda a derecha, y de arriba hacia abajo: Transformation of 530 dwellings, Bordeaux (Lacaton & Vassal); Quinta Monroy, Iquique, Chile (Elemental-Alejandro Aravena); Moriyama House, Tokyo (Ryue Nishizawa); Nagakin Capsule Tower, Tokyo (Kisho Kurokawa); Cité manifeste, Mulhouse (Lacaton & Vassal); 110 Rooms 22 Dwellings Housing Block in Barcelona (MAIO); Nemausus Building, Nîmes (Jean Nouvel); Quinta Malagueira, Evora (Álvaro Siza); Narkomfim Building, Moscow (Moisei Ginzburg, Ignaty Milinis); Terrassenhaus Berlin/Lobe Block (Arno Brandlhuber); Mother”s House, Amsterdam (Aldo Van Eyck); Ökohaus, Berlin (Frei Otto); Silodam, Amsterdam (MVRDV); Granby Four Streets-10 Houses on Cairns St., Liverpool (Assemble); Saishunkan Seiyaku Women’s Dormitory, Kumamoto City (Kazuyo Sejima).
Tras completar este ejercicio intermedio, el grupo se concentró en el segundo concurso, que extendía el Premio Anual de Arquitectura Residencial de Taiwán a través de una convocatoria de investigación proyectual. Se perseguía una exploración especulativa sobre la vivienda del futuro, respondiendo a dificultades ya existentes pero exacerbadas por la pandemia del virus por COVID-19: la urgente necesidad de protección y conexión simultáneas, enmarcada en un contexto planetario de crisis ecológica (“2021 International Residential Architecture Conceptual Design Competition” 2020). Para la realización de este concurso, los tres equipos anteriores se subdividieron en seis equipos de dos o tres estudiantes, y pese a que las bases del concurso no prescribían ninguna ubicación en particular para la propuesta que se iba a presentar, los seis equipos decidieron apoyarse en contextos urbanos concretos a lo largo del proceso de proyecto. El conjunto de propuestas así elaboradas presentaba amplias variaciones de enfoque y contexto, aunque el trabajo con estructuras urbanas existentes fue una constante universal. A continuación, se analizan las tres propuestas más destacadas.
Articulada en torno a la idea del reúso, la propuesta “Inhabiting Seagram” (figs. 9 y 10) – realizada por Ellen Clayton y Eleanor Collin – tomaba como referencia el vaciado de los centros financieros de las grandes ciudades como consecuencia de la pandemia causada por el virus de la COVID-19 y sus potenciales efectos permanentes. A lo largo de dicha pandemia (y especialmente en el contexto de economías y sectores desarrollados), las dinámicas de trabajo remoto desde el propio hogar han disminuido radicalmente los desplazamientos laborales hacia las áreas predominantemente empresariales, así como los índices de ocupación de los edificios de oficinas allí ubicados, hasta el punto de poner en duda la necesidad de continuar disponiendo de estos espacios en el largo plazo (“The Guardian View on Empty Offices” 2020). Así, se exploró el desmantelamiento y reconstrucción selectiva de un icono de la arquitectura moderna y paradigma del edificio de oficinas contemporáneo: el edificio Seagram, de Ludwig Mies van der Rohe, en el centro financiero de Manhattan, Nueva York. El proyecto aprovechaba el potencial de la planta libre y profunda del edificio Seagram para imaginar la ocupación de algunos de sus pisos. Este proceso desplegaba un sistema de particiones flexibles en torno a los núcleos de comunicación vertical, construidas con materiales provenientes del desmantelamiento parcial de las estructuras de fachada y forjado. Así, los sofisticados perfiles de bronce y los delicados paneles de vidrio ahumado de hoja simple que caracterizan la configuración material exterior del edificio se reorganizaron hacia el interior como un lujoso sistema de particiones móviles y pivotantes en el que —parafraseando a Iñaki Ábalos y Juan Herreros (1993)— lo doméstico se desplazaría de lo inmueble a lo mueble. En este proceso de desmantelamiento y reorganización material, el lujo simbólico del mundo financiero se revertiría hacia los ámbitos domésticos de la vida diaria, para generar grandes atrios semiabiertos de uso compartido por los nuevos habitantes del edificio.
La segunda propuesta aquí analizada fue elaborada por Coll Drury, Inka Eismar y Jenna McMahon. El proyecto, titulado “Housing Reframed” (figs. 11 y 12), se centró en los edificios de vivienda pública en el barrio periférico de Restalrig Park, en la ciudad de Edimburgo (Escocia) y extendió su estrategia a contextos similares en el Reino Unido. Dichos contextos se caracterizan por un gran stock de vivienda social de finales de 1960, organizado mediante torres de alta densidad que han recibido un escaso mantenimiento y que se encuentran aisladas entre tejidos de vivienda unifamiliar de muy baja densidad. Este modo de urbanización vuelve a la población de estas zonas totalmente dependiente del transporte privado para el acceso a recursos urbanos como tiendas, educación, deporte y trabajo. En respuesta a esta situación, el argumento de la propuesta elaborada hacía referencia directa a las extensiones realizadas en el stock de vivienda de Burdeos (Francia), por Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, así como a las viviendas incrementales desarrolladas por Alejandro Aravena en Quinta Monroy (Chile).
Así, se diseñó un sistema de adiciones modulares de estructura de madera laminada, ensambladas sobre las fachadas existentes para añadir espacio a las viviendas y modular su respuesta ambiental. La innovación clave de esta propuesta fue la extensión de este sistema modular al desarrollo de un completo sistema de equipamientos comunes (guardería, talleres y huertos urbanos) que ocupaban la cubierta de las torres, sus plantas de acceso y el espacio indiferenciado que las rodea en el solar. Estos equipamientos constituían un ámbito productivo autosuficiente y gestionado por la comunidad, en continua evolución a lo largo del tiempo. En línea con el concepto de comunes urbanos, el proyecto planteaba no solamente un sistema espacial y constructivo, sino también una noción de arquitectura como proceso social colectivo. Ocio, trabajo y cuidados pasarían a formar parte de un nuevo ámbito doméstico, extendido y abierto hacia lo público, que a su vez se relacionaría con la ciudad. En otras palabras, la propuesta planteaba extender el ámbito de lo doméstico como un proceso de “reproducción”, interpretando dicho proceso desde la óptica de la generación y el mantenimiento de los recursos sociales compartidos. La propuesta “Housing Reframed” resultó particularmente exitosa a lo largo del proceso del concurso, siendo seleccionada como finalista entre un total de 328 trabajos entregados, y obteniendo el quinto puesto en la ronda de selección final.
Por último, la propuesta de Xingyu Li, Xinran Wang y Shiyu Zhang “City in the Building” (figs. 13 y 14) planteaba estrategias de transformación para una tipología característica del tejido urbano de Hong Kong: el edificio híbrido en esquina o corner house. Ampliamente extendida durante las décadas de 1950 y 1960, esta tipología se caracteriza por su carácter híbrido, al combinar usos comerciales, industriales y residenciales en un único volumen de distribución interna segmentada pero altamente flexible. Como importante característica adicional, su composición externa destaca la posición preponderante del edificio como remate de las esquinas de densas manzanas. Se reconocía en esta tipología un ámbito especialmente intenso de contacto con el denso tejido urbano de la ciudad, con un inusual valor tectónico producto del ensamblaje de capas, que sin embargo ha ido cayendo en desuso y ha sido sustituido por tipologías exentas (Yin y DiStefano 2011).
La propuesta elaborada para el concurso se describía como una “reprogramación” tipológica, extensible a otros bloques próximos como estrategia urbana. Se eliminaba uno de cada dos forjados para obtener una estructura interna volumétrica y flexible, que generara viviendas intergeneracionales (niños, adultos y mayores) distribuidas mediante plataformas ligeras interconectadas y ubicadas a distintos niveles. Las particiones se resolvían con elementos de mobiliario y almacenamiento que permitían adaptar la distribución a los cambios en las circunstancias vitales de sus habitantes. Simultáneamente, una nueva estructura se acoplaría a las dos fachadas traseras del edificio, que generaría una rampa que —a modo de promenade— conectaba los ámbitos diáfanos y abiertos al público de la planta baja con una nueva cubierta ajardinada y dotada de equipamientos de uso colectivo. Esta secuencia continua de acceso y ascensión construía nuevos ámbitos públicos de escala barrial, anexos al comercio tradicional en esquina: un conjunto de comunes urbanos verticales que exprimirían al máximo la densidad de Hong Kong. La reprogramación generaba una amplia gradación de condiciones de habitación —para negociar lo doméstico con lo colectivo— y una intervención pública acumulativa y de gran escala.
Conclusiones
La contribución del presente artículo se sitúa en dos áreas diferenciadas. La primera de ellas corresponde a un ámbito principalmente operativo: el trabajo establece las pautas de una línea de actuación profesional que opera a través de la realización de concursos de arquitectura dentro del ámbito docente. En relación con dicho objetivo operativo, la discusión desarrollada en los párrafos anteriores plantea una aproximación metodológica a dicha línea de actuación y esboza cómo esta metodología puede ser exportable a diferentes contextos concretos, tomando la forma de problemas locales de investigación. En este sentido, es necesario reconocer la tensión existente entre el carácter sistemático del desarrollo de la experiencia —que, de cierto modo, se presenta como independiente de las especificidades de las actuaciones seleccionadas— y la necesidad de generar respuestas contextualizadas a dichas actuaciones en términos sociales, geográficos y culturales muy concretos.
La segunda área de contribución se refiere a la demostración de la tesis inicial de este artículo por medio de los procesos de investigación y proyecto (enmarcados en el ámbito docente) que se han expuesto. La discusión sobre estos procesos demuestra que, aunque pueda parecer paradójico, el ámbito de lo doméstico está —hoy más que nunca— íntimamente vinculado con lo colectivo: la vivienda futura se mira necesariamente en la ciudad. Abundan las transferencias recíprocas entre ambos dominios: los comunes urbanos se incorporan al universo doméstico; mientras que la vivienda se expande hacia lo colectivo. Esta vivienda no puede disociarse de los procesos de la vida diaria en los que está subsumida (trabajo, cuidados, ocio, salud, etc.) y que articulan su constitución espacial y temporal. Tal y como las tres propuestas para el segundo concurso aquí presentadas apuntan de forma inequívoca, la vivienda futura se nos presenta como un proceso social en desarrollo permanente. Dicha vivienda futura se perfila en superposición a estructuras existentes. La construcción de vivienda ex novo constituye una excepción más que un mecanismo prevalente. Se trata, por el contrario, de proyectar ajustes y adecuaciones que pueden ser extremadamente ambiciosos y replantear radicalmente aquello que ya tenemos. Por último —y tal y como todas las propuestas para el primer y segundo concurso ponen de manifiesto—, parece evidente que la vivienda futura trasciende el sitio del proyecto. Está íntimamente conectada a infraestructuras (con huella física o sin ella) que la relacionan con procesos económicos, sociales y ambientales de escala planetaria. Más que ninguna otra tipología actual, en la vivienda futura existe un espacio interescalar radical que negocia lo doméstico con lo territorial-metropolitano.
Tal y como nos ha enseñado el escenario de pandemia actual, el aislamiento como opción vital no es sostenible en ninguna de sus dimensiones. La resiliencia en el entorno urbano está condicionada al desarrollo de procesos transformativos que conecten el habitar local y colectivo. Así, de forma inevitable, se nos plantea una pregunta clave para el desarrollo de nuestro futuro urbano: ¿qué y cuánto es aquello que queremos compartir?
Agradecimientos
El autor desea expresar su agradecimiento a la profesora Ana Bonet Miró por su inestimable labor como co-tutora de la experiencia docente expuesta en este artículo. Este agradecimiento se extiende a los profesores que contribuyeron con sus ideas y comentarios a lo largo de las dos sesiones críticas celebradas durante el semestre: Mark Dorrian (Universidad de Edimburgo), Pablo Martínez Capdevila (Universidad de Portsmouth), Arturo Romero Carnicero (Karlsruhe Institute of Technology) y Nuria Nebot Gómez de Salazar (Universidad de Málaga). Por último, el autor quisiera agradecer el esfuerzo y el entusiasmo de todos los alumnos participantes: Ellen Clayton, Eleanor Collin, Coll Drury, Inka Eismar, Lottie Greenwood, Thomas Gumbrell, Xingyu Li, Lee Han Liang, Eilidh Mckenna, Jenna McMahon, Joseph Simms, Jenny Steinsdatter, Xinran Wang, Maria Wolonciej, Shiyu Zhang.
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