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Arquitectos: RuizEsquíroz
- Área: 1957 m²
- Año: 2019
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Fotografías:Imagen Subliminal
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Proveedores: Lino Alonso, M40 Equipamiento
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Desde que en 1966 descargara en Bremen el primer trasatlántico con contenedores intermodales, su crecimiento en el desarrollo del comercio mundial ha sido espectacular. El contenedor es un icono de nuestra sociedad globalizada. Casi todo lo que adquirimos viaja en ellos, ya sea en componentes desmontados o como productos acabados. Se calcula que hay unos 800 millones de contenedores en la tierra, pero su vida útil para el transporte se estima entre 8 y 10 años, y después surge el problema de qué hacer con ellos. Para fundir un contenedor hacen falta unos 8.000 Kwh, mientras que para reutilizarlo como un elemento constructivo, tan sólo entre 400 a 800 Kwh. ¿Por qué no reutilizarlo en el sector industrial como una pieza estructural manteniendo su capacidad de almacenaje?
Los polígonos industriales son una sinfonía atonal. Un aparente caos de edificaciones esconde lo que en realidad es un sistema eficiente, que genera una riqueza sustancial en nuestra sociedad. La arquitectura ha cedido este espacio a la ingeniería, e incluso a la autoconstrucción. En respuesta a un contexto hostil, nuestra estrategia es la del disimulo, la de la desaparición del objeto proponiendo una caja negra. Esta Black Box de 16 x 64 x 10 m3, se encaja entre dos naves existentes en el Polígono Industrial de Talluntxe en Navarra. Sus dos fachadas se abren a este y oeste dando acceso al almacén, las oficinas, a un muelle de descarga y a una entreplanta lúdica.
El mutismo lumínico exterior contrasta con la luz blanca del espacio interior. La sección longitudinal reutiliza diez contenedores de 40 pies, conformando la cubierta con unos pórticos estructurales de pilares en V y unas cerchas en vierendeel. Entre estos pórticos se filtra la luz mediante unas bandas de lucernarios translúcidos. En la fachada oeste se sitúan las oficinas, iluminadas por la fachada y por un patio que continúa el ritmo de los vacíos entre contenedores. También se propone una entreplanta para el descanso de todos los trabajadores, ya sean del almacén o de las oficinas. El espacio de las oficinas se sitúa en primera planta, en una cercha habitada formada por las letras de la empresa (AMAYA).
En este intento por recuperar algo de terreno en el sector industrial, se ha trabajado con materiales muy económicos y dimensiones estandarizadas. La sobriedad material y la modulación rigurosa puede sentirse en los contenedores reciclados, en las estructuras metálicas, en las juntas del bloque de hormigón o en las grecas y miniondas de los forjados colaborantes y las fachadas. La abundante luz cenital de la nave y las oficinas hace prácticamente innecesario el uso de iluminación artificial durante las horas de día. Aunque se llenará con estanterías paletizadas, el espacio ha sido disfrutado por gimnastas y patinadores que la empresa deportiva patrocina.