"Actos de dominación y violencia patriarcal desde la arquitectura" es una campaña realizada por Mariana Ordoñez y Jesica Amescua a través de sus cuentas de Instagram y Twitter, junto con la colaboración de Ximena Ríos. Surge de la necesidad de reflexionar de manera autocrítica y profunda sobre las violencias y los actos de dominación que se ejercen desde la profesión de la arquitectura.
Sabemos que existen distintos tipos de violencia (las cuáles no podemos abarcar en esta reflexión) y que cada una de ellas no opera de forma aislada. Por el contrario, estas violencias forman parte de un sistema interdependiente y articulado que genera grandes desigualdades sociales, es por esto que deben abordarse con una perspectiva sistémica y desde el paradigma de la complejidad.
Para nosotras no basta con pedir reconocimiento y salario igualitario en nuestro gremio. Debemos preguntarnos cómo romper, desde la práctica arquitectónica, con la violencia que se ejerce en otras mujeres, sus familias y sus territorios. Es por esto que consideramos urgente re-pensar juntas, de manera colectiva, congruente y ética, las formas de gestionar, diseñar y producir nuestro hábitat, cuestionándonos: ¿Qué acciones reproducen violencia desde la arquitectura en las múltiples dimensiones que conforman el habitar? ¿Qué pensamientos y concepciones de la arquitectura reproducen actos de dominación y poder sobre las mujeres?
En este sentido, partimos de la cualidad multidimensional del hábitat [dimensión socio-cultural, político-normativa, económico-productiva y territorial-ambiental] para identificar las violencias que hemos observado, sus formas de interrelacionarse y la manera en la que nuestra profesión abona en cada una de ellas: violencia epistémica, violencia económica, violencia ambiental y violencia institucional.
VIOLENCIA EPISTÉMICA
La noción de violencia epistémica se refiere a las distintas maneras en que la violencia es ejercida en relación con la producción, circulación y reconocimiento del conocimiento: la negación de la agencia epistémica de ciertos sujetos, la explotación no reconocida de sus recursos epistémicos, su objetificación, entre muchas otras. [Moira Pérez, 2019. Violencia epistémica: reflexiones entre lo invisible y lo ignorable].
- Marginar los conocimientos de las mujeres en la gestión, diseño y producción del hábitat, validando únicamente los conocimientos generados en espacios académicos hegemónicos y ámbitos “profesionales”, reproduciendo el racismo y la colonialidad.
- Apropiarse de los conocimientos multidimensionales [constructivos, medicinales, productivos, textiles, rituales, etc.] producidos por las mujeres, ejerciendo extractivismo epistémico.
- Invisibilizar el conocimiento, oficio y tiempo dedicado de todas las mujeres que participan en la producción del hábitat, empleando como herramienta la autoría y el reconocimiento individual.
VIOLENCIA AMBIENTAL
Se denomina violencia medioambiental contra las mujeres a toda acción u omisión, que al dañar el medio ambiente impida o restrinja el ejercicio de los derechos de las mujeres, perjudicando su calidad de vida, su integridad, su salud, su economía, su trabajo, su patrimonio, su identidad cultural y es ocasionada por las personas (actividades antrópicas). [RENAMAT, 2015. Violencia medioambiental contra las mujeres]
Negar el derecho de las mujeres a participar, diseñar, gestionar, producir y decidir sobre el rumbo de su hábitat, tanto en zonas urbanas como rurales. En las naciones originarias, este tipo de violencia transgrede el derecho a la libre autodeterminación establecido en el artículo 2º de la Constitución.
Explotar el territorio y poner en riesgo los bienes naturales que sustentan la vida de las mujeres, sus familias y sus comunidades, a través del uso de materiales industrializados que generan devastación ambiental para su producción.
¿Cómo se ejerce la violencia ambiental y epistémica desde la arquitectura?
Un claro ejemplo son los prototipos de vivienda de autor que causan daño ambiental e imponen formas de habitar homogéneas y prediseñadas a las mujeres, visualizándolas como objetos de intervención sin capacidades para aportar conocimientos y herramientas para la gestión de sus territorios, trayendo como consecuencia la negación de su derecho humano al hábitat.
¿Cómo hacerle frente a este tipo de violencias?
A través de procesos participativos y acompañamiento integral [técnico + social] que respetan el derecho al hábitat y valoran la diversidad epistémica y ambiental, a través del reconocimiento de las mujeres como sujetos de acción con las capacidades y herramientas necesarias para diseñar, gestionar, administrar, producir y sostener su hábitat. Este tipo de aproximaciones buscan cuestionar los métodos constructivos basados en el despojo para desarticular procesos arquitectónicos coloniales, impositivos y tecnocráticos.
VIOLENCIA ECONÓMICA
Todas aquellas acciones u omisiones que afectan la economía y subsistencia de las mujeres, donde el dinero es instalado como medio para quebrantar y vulnerar sus derechos. Por ejemplo, se ejerce violencia económica al restringir la satisfacción de necesidades básicas tales como: comer, vestirse, realizar actividades recreativas, vivienda digna, acceso al servicio de la salud, etc. Todas aquellas formas que quebrantan y evitan la autonomía e independencia económica de las mujeres. [Pianciola Malena Gilda, 2019. Violencia hacia la mujer: génesis y representaciones cotidinadas de un “pacto sexual” invisibilizado.]
- Arrasar el territorio y los bienes naturales que sirven como sustento económico y productivo para las mujeres. En este aspecto también se consideran todos los actos de violencia que impiden la autonomía alimentaria de las mujeres, sus familias y sus comunidades, poniendo en riesgo la biodiversidad.
- Imponer megaproyectos y proyectos arquitectónicos que promueven un modelo económico capitalista y desarrollista que desplaza a las mujeres de sus territorios y pone en riesgo su economía. Imponer tecnologías descontextualizadas que vulneran oficios y cadenas productivas locales.
¿Cómo se ejerce la violencia ambiental y económica desde la arquitectura?
A través de megaproyectos y proyectos arquitectónicos que promueven la idea “desarrollo” según las lógicas patriarcales, coloniales y extractivistas, poniendo en riesgo el medio natural de las mujeres y sus comunidades. Este tipo de proyectos apela a la generación de empleo local y el mejoramiento de la economía, sin embargo, producen condiciones de explotación y generan conflictos sociales y de salud. Otro claro ejemplo de este tipo de violencias es el uso de “tecnología verde” inadecuada y descontextualizada que únicamente abona a la acumulación de riqueza en manos de unas cuantas personas, promoviendo en realidad un “capitalismo verde” que nada abona a la autonomía de las mujeres.
¿Cómo hacerle frente a este tipo de violencias?
Acompañando el desarrollo comunitario (rural o urbano) y el uso de tecnologías locales que promueven procesos colectivos en donde las mujeres identifican sus retos económicos y desarrollan estrategias para hacerles frente en el corto, mediano y largo plazo, teniendo como finalidad la sostenibilidad. En este sentido, el uso de tecnologías, materiales y sistemas constructivos locales, tienen como objetivo fortalecer los conocimientos territoriales de las mujeres, abonar a la autonomía y apuntalar sus cadenas productivas.
VIOLENCIA INSTITUCIONAL
Se denomina violencia institucional a los actos u omisiones de las y los servidores públicos de cualquier orden de gobierno que discriminen o tengan como fin dilatar, obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres así como su acceso al disfrute de políticas públicas destinadas a prevenir, atender, investigar, sancionar y erradicar los diferentes tipos de violencia. [CNDH México, 2018. Violencia institucional contra las mujeres.]
- Implementar programas institucionales que promueven formas de habitar indignas (vivienda mínima) que benefician únicamente los intereses económicos, políticos y cuantitativos de grupos de poder, sin importar los criterios de una vivienda adecuada ni la calidad de vida.
- Aplicar normativas y reglamentos de construcción descontextualizados que homogeneizan el hábitat y dejan al margen los conocimientos técnicos, constructivos y territoriales con los que cuentan las mujeres y sus comunidades.
¿Cómo se ejerce la violencia económica e institucional desde la arquitectura?
El derecho humano a la vivienda adecuada se ve afectado cuando se mercantiliza la vivienda y se implementan programas institucionales y políticas públicas que promueven espacios inhabitables como hogares, privilegiando los indicadores cuantitativos y económicos sobre la calidad de vida de las personas. Además, en nuestro país las mujeres enfrentamos retos económicos importantes respecto a la propiedad en zonas urbanas, pues únicamente somos dueñas del 35.5% de las viviendas en México, lo cual conlleva a un círculo vicioso de violencia y dependencia económica.
Aunado a lo anterior, existen normativas y reglamentos de construcción que dificultan el uso de materiales locales y sistemas constructivos tradicionales, lo cual orilla a las mujeres de naciones originarias a utilizar materiales industrializados que incrementan los costos de sus viviendas y aceleran la pérdida de las culturas constructivas.
¿Cómo hacerle frente a este tipo de violencias?
Es necesario que las instituciones promuevan el diálogo interactoral e intercultural que sirva como herramienta para crear normativas y programas públicos locales que surjan de las experiencias de vida, diganósticos y estrategias, identificadas por las mujeres y sus comunidades (rurales o urbanas).
Finalmente, ¿cómo se ejerce la violencia institucional y epistémica desde la arquitectura?
Al diseñar proyectos impositivos que dejan al margen del proceso a las personas (y sus conocimientos) negándoles la posibilidad de participar en la toma de decisiones. Es importante recalcar que la consulta también se conoce como “falsa participación” debido a que se usa para validar proyectos prediseñados y decisiones previaente tomadas desde grupos de poder político y económico, en donde las mujeres, sus familias y comunidades, no tienen la oportunidad de compartir conocimientos, ideas, experiencias y anhelos.
¿Cómo hacerle frente a este tipo de violencias?
Respetando el derecho a la libre autodeterminación de los habitantes se vuelve un principio constitucional y ético. En este sentido, los métodos participativos reconocen que las personas están al centro de la toma de decisiones y replantean el rol hegemónico de l@s arquitect@s para proponer un acompañamiento integral [técnico + social] basado en los fundamentos de la interculturalidad.
Hacia prácticas que promuevan la justicia a partir de la participación
Se vuelve urgente reconocer la participación como un derecho humano que permite visibilizar a las mujeres, sus familias y comunidades, como sujetos de acción y no como objetos de intervención, con la capacidad para decidir el rumbo de su hábitat a través de procesos colectivos. La participación genuina, no aquella simulada e instrumentalizada con fines políticos y mediáticos, es una herramienta necesaria para la construcción de una sociedad justa, democrática y ética.
En América Latina existen diversas experiencias impulsadas por mujeres para el cuidado, gestión y producción social del hábitat, volviéndose importante visibilizar estos procesos para conocer alternativas virtuosas que históricamente han hecho frente a las violencias y los actos de dominación patriarcal, empleando como herramientas el intercambio de saberes, el diálogo interactoral e intercultural, las economías solidarias, el desarollo local, el empleo de tecnologías comunitarias que promueven la autonomía y la lucha por la libre autodeterminación de las naciones y pueblos originarios.
Para conocer más de estas experiencias, visita la biblioteca virtual de Habitat International Coalition-América Latina.