Vão es una oficina transdisciplinar de arquitectura con sede en São Paulo, Brasil, formada en el año 2013 por Anna Juni, Enk te Winkel y Gustavo Delonero. Incursionando en escalas y temas diversos que van desde las instalaciones artísticas hasta la arquitectura residencial, pasando por el equipamiento cultural, los establecimientos comerciales y las oficinas corporativas, Vão explora, trabaja y opera en un territorio entre campos, buscando diluir y a la vez tensar los límites entre las diferentes disciplinas para enriquecer las reflexiones y la práctica arquitectónica.
Recientemente hemos tenido la oportunidad de hablar con los socios fundadores de la oficina para echar luz sobre algunas de las cuestiones principales que estructuran sus enfoques y profundizar en algunos de los proyectos más conocidos del estudio. Puedes leer la entrevista con Vão a continuación:
Romullo Baratto (ArchDaily): En el sitio web de la oficina, ofrecen una descripción de la palabra vão desde una perspectiva arquitectónica. ¿Podrían comentarnos un poco como surgió la elección de este nombre?
Vão Arquitetura: Como ocurre con cualquier tipo de nacimiento, la selección un nombre no ha sido una tarea rápida ni una decisión espontánea, sino que se trató más bien un proceso intenso de largas conversaciones entre los creadores de la oficina. En el caso de Vão, la selección del nombre no precedió al nacimiento del estudio pues anteriormente ya habíamos estado operando como oficina en una especie de etapa embrionaria, hasta que la necesidad de otorgarle un nombre a nuestra producción se hizo más latente.
Desde el principio de este proceso, todos estuvimos de acuerdo en dos puntos: 1) que nuestra obra no debía estar representada por un nombre propio; 2) que el término debía estar de alguna manera conectado al universo de la arquitectura, pero no de manera exclusiva, dado que la transdisciplinariedad y la relación con las artes plásticas ya estaban presentes en la oficina desde ese entonces.
Después de muchas reflexiones, búsquedas aleatorias en el diccionario y tomas de notas, apareció la palabra vão (vano, brecha, vacío). No la aceptamos inmediatamente, pero a medida que pasaban los días, sus múltiples interpretaciones comenzaron a entusiasmarnos. En arquitectura, un vano es un logro estructural que salva la distancia entre apoyos, o incluso más sencillamente, un vacío constructivo en el interior de un edificio.
Vão es un intersticio, un entre-cosas, un lugar de posibilidades como el que se presenta en los espacios más importantes de São Paulo: el MASP, el MUBE, la FAU-USP, el CCSP, e incluso el propio SESC Pompeia.
Además de lo ya mencionado, vão es una conjugación del verbo ir (eles vão – ellos van) y, en parte, representa nuestro deseo de avanzar en la construcción de un camino colectivo. La palabra también puede relacionarse con la expresión “en vano”, utilizada para describir un fracaso, algo que no se logró como se planeó. Abandonar proyectos en desarrollo a causa de circunstancias externas que exceden nuestro control es algo bastante común en la práctica arquitectónica. Sin embargo, para nosotros, hacer ese tipo de cosas nunca es un trabajo en vano, pues da lugar a valiosos experimentos que, aunque no se hayan llegado a construir, lo más probable es que de una manera u otra, se recuperen y se retomen en el futuro en otro proyecto.
Siete años después de haber elegido nuestro nombre y de haber fundado nuestro estudio, Guilherme Wisnik, en el texto de la exposición Infinito Vão - 90 años de arquitectura brasileña, celebrada en Portugal y ahora recibida por el Sesc 24 de Maio, recuerda el verso de Gilberto Gil en Drão que dice: "O verdadeiro amor é vão / Estende-se, infinito / Imenso monolito / Nossa arquitetura" (El verdadero amor es un espacio vacío / Se extiende hasta el infinito / Un inmenso monolito / La arquitectura de nosotros mismos).
RB: ¿Podrían contarnos un poco cómo se estructura la oficina y cómo es el proceso de colaborar con otros artistas?
VA: Vão, de hecho, tiene una estructura pequeña y es algo con lo que estamos conformes. Siempre hablamos de nuestro deseo de no aumentar demasiado nuestro equipo, nos preocupa perder el contacto cercano con los procesos proyectuales.
Nos oponemos a las soluciones automatizadas: toda nuestra producción busca estar bien pensada, probada y discutida por todos nosotros. Por este motivo también nos gusta asociarnos con otros colegas y amigos, los cuales eventualmente se unen al estudio como coautores de proyectos específicos.
Las colaboraciones con artistas plásticos también encajan en ese inter-espacio. A veces es difícil explicar nuestro papel porque no somos asistentes de la ejecución, las personas que ensamblan la obra. Normalmente, nuestra colaboración con otros artistas surge de un encargo de una galería, museo o bienal. En base al lugar y a algunas ideas preliminares, procedemos, como siempre, a generar ensayos, pruebas e intercambios nutridos por debates; hasta llegar a las soluciones espaciales, conceptuales y técnicas. Cada obra de arte, como en un proyecto arquitectónico, tiene un proceso único, y la forma en que operamos también varía según el proceso del artista. Dependiendo de la situación, utilizamos dibujos, maquetas, modelos virtuales, o prototipos a escala 1:1.
Antes de formar Vão, ya habíamos sido ayudantes de Héctor Zamora y Cinthia Marcelle, y más tarde ampliamos nuestra experiencia trabajando con otros artistas, como Lais Myhrra, Sara Ramo y Marilá Dardot.
En un momento dado, empezamos a sentirnos atraídos por crear nuestros propios trabajos artísticos e instalaciones, lo cual pudimos hacer a través de licitaciones, como el proyecto Subsolanus, o gracias a la invitación de algunos curadores, como sucedió con las obras O que vemos o que nos olha (lo que vemos, lo que nos mira) y Lastro y Lastro (lastre). En cualquier caso, seguimos manteniendo la voluntad de colaborar con otros artistas porque creemos que estos intercambios son muy nutritivos para todos.
RB: Trabajando tanto con proyectos arquitectónicos como con instalaciones de arte pareciera que ustedes logran encontrar muchas similitudes y solapamientos entre los dos campos. ¿Nos podrían contar, en su caso, cómo se complementan o se tensan mutuamente estas prácticas?
VA: La influencia del arte contemporáneo en nuestro trabajo no es sólo una cuestión de estética o de lenguaje. Los principios básicos que nos ha enseñado esta mixtura fueron varios: aprendimos a incorporar la conceptualidad en nuestras obras, a estar abiertos a las diferentes interpretaciones, a plantearnos preguntas análogas a través de diferentes procesos, a generar otras formas de pensar que estén por fuera del ámbito limitado de nuestra formación.
En una ocasión, durante una entrevista, Roberto Burle Marx comentó que odiaba la idea de que los paisajistas sólo aprendieran sobre plantas, que era fundamental entender a Miró, Picasso, Léger, Delaunay, entre otros para ejercer la profesión. Allí nos hablaba de la importancia de no restringir nuestro campo, de aprender a observar, de absorber, de interpretar y de trascender los acotados límites de las disciplinas.
Los tres mantenemos un hábito casi rutinario de compartir nuestros intereses e investigaciones personales, de colectivizarlos dentro del estudio. Hablamos mucho de arquitectura, sí, pero nuestras conversaciones también giran en torno a la música, el cine, el teatro y, por supuesto, las artes plásticas; debatimos textos, las noticias del día y, de manera muy natural, construimos un archivo poético y político que le va dando forma al universo que llamamos vão.
Creemos firmemente que no hay fronteras entre las manifestaciones creativas, o al menos que, si estas existen, no son tan limitadas como uno podría pensar.
RB: Uno de los proyectos más populares de la oficina es la Sede de una Fábrica de Bloques, construida con los mismos bloques de hormigón producidos por dicha fábrica. La obra tiene 75 metros cuadrados de superficie utilizable, pero lo que destaca es el área ocupada por los muros, también de 75m2. ¿Podría contarnos un poco más sobre este proyecto y sobre las decisiones tomadas en cuanto a la espacialidad y los materiales?
VA: La sede de una fábrica de bloques es un gran ejemplo de cómo incorporar nuevos enfoques a través del contacto con las artes. La fábrica acababa de abrir en la ciudad de Avaré y, cómo nosotros ya habíamos ejecutado algunos proyectos allí, los propietarios decidieron contactarnos.
Presentamos un proyecto pensado con técnicas tradicionales de construcción y bloques a la vista, al que los clientes respondieron: "Muchas gracias, nos encanta, pero no tenemos suficiente presupuesto, no queremos invertir en alquilar una propiedad y no queremos esperar el tiempo de construcción. Compraremos un contenedor".
Aunque decepcionados por la reunión, no nos rendimos ni cedimos a la incoherencia de diseñar la sede de un fabricante de bloques con contenedores. Después de un tiempo de meditar sobre los problemas que habían planteado, se nos ocurrió la idea de construir sin mortero, ni ningún otro aglutinante, aumentando el grosor de los muros (transformados en verdaderos muros de defensa) para que el edificio pudiera ser estable utilizando sólo la fuerza de la gravedad.
Hicimos unos cuantos prototipos para probar diferentes patrones de unión (disposición de bloques en diferentes direcciones con trabas para asegurar la estabilidad de los muros) hasta que llegamos a dos configuraciones: muros de un grosor de 0,6 m para los cerramientos longitudinales y de 1,2 m para los transversales.
De esta manera, el edificio podría ser rápidamente ensamblado y la construcción podría completarse en 30 días, permitiendo también que casi el 100% del material sea reutilizado en caso de que la sede se reubicara. Así que presentamos el nuevo proyecto, les gustó y decidieron seguir adelante con nuestra nueva versión.
Si no fuera por los obstáculos del calendario y el presupuesto, probablemente hubiésemos construido un buen proyecto de bloques de hormigón, convencional y sin la innovación estructural que hizo que la obra fuera uno de los proyectos más populares de nuestra oficina. También creemos que, de no haber tenido un contacto previo con las artes plásticas, nunca hubiésemos mirado a los bloques desde esta perspectiva tan diferente.
RB: A pesar de su simplicidad material, la obra de arte Lastro, desarrollada para la exposición Deslocal, muestra una enorme fuerza al explorar temas como el tiempo, la estabilidad y el desorden. ¿Estos conceptos también forman parte de sus debates en los procesos de diseño arquitectónico? ¿Cómo?
VA: La palabra "lastro” (lastre), en sí misma, tiene varios significados. Puede tratarse de un elemento pesado (piedra, metal o agua) que se transporta en las bodegas de los barcos para mejorar su equilibrio y estabilidad, el conjunto de sacos de arena que llevan los globos para ir compensando las pérdidas de gas o, en la economía, la cantidad de oro que define el valor del papel moneda. Todo esto forma parte de la interpretación de la pieza, en la que tratamos de no invertir demasiado tiempo para evitar crear restricciones y, en consecuencia, aniquilar de antemano cualquier otra representación que pueda surgir, que nos interesa mucho.
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De todos modos, Lastro es una instalación compuesta de materiales muy simples. Dos tirantes de madera inclinados son sostenidos por grandes bloques de hielo en un sistema compuesto por vigas, poleas y ganchos hechos de armaduras dobladas. Mientras el viento sopla y el sol derrite los bloques de hielo en el techo de la galería Olhão, el artilugio comienza a bailar, buscando compensarse para encontrar su equilibrio y mantenerse en pie.
El proyecto evidentemente aborda varias cuestiones arquitectónicas y constructivas, pero Lastro se relaciona mucho con una arquitectura en la que creemos, y que nos esforzamos por practicar, una arquitectura cuyo valor no está definido por los materiales, sino por su "performance" espacial.
También habla de la deconstrucción de un sentimiento de omnipotencia (una palabra para la que no hay antónimo). Sabíamos que el sistema se averiaría en algún momento, pero saber el tiempo que llevaría este proceso estaba totalmente fuera de nuestro control -la pieza fue ensamblada sin pruebas preliminares, muy poco antes de la apertura de la exposición, que duró solo un fin de semana-.
En cuanto a nuestro proceso de diseño, lo que la gente normalmente ve como un defecto o error es algo que nosotros valoramos mucho: no hay inventiva sin errores.
RB: Cada vez es más recurrente ver a oficinas y colectivos de arquitectura volcarse hacia otras áreas, no necesariamente abandonando el campo del diseño arquitectónico, sino más bien ampliándolo ¿Creen que esta transdisciplinariedad es solo un aspecto específico de nuestra época o lo ven como algo normal e incluso esencial para el futuro de la arquitectura?
VA: En primer lugar, vale la pena señalar que la práctica del diseño arquitectónico ya es transdisciplinaria por naturaleza. Cada proyecto naturalmente requiere que aprendamos constantemente de temas muy variados. Sin embargo, es muy importante distinguir el carácter holístico de la arquitectura con el sentimiento de omnipotencia del arquitecto. Para diseñar, es necesario practicar la humildad de la vacilación.
Los arquitectos siempre y muy a menudo han trabajado dentro de otros campos como el diseño industrial, la pintura, la escultura, la ilustración, la escritura, entre otros, así que definitivamente, este no es un rasgo específico de ningún período en el tiempo.
Tal vez lo diferente de nuestra época sea que estos experimentos ya no se consideren como meramente “complementarios”. En otras palabras, las prácticas que antes se realizaban en paralelo al trabajo de los estudios de arquitectura, ahora forman parte del propio oficio. Más bien, pasamos de la multidisciplinariedad -en la que diferentes prácticas coexisten unas con otras- a la transdisciplinariedad - en la que no existe una jerarquía entre las prácticas, que finalmente se entrelazan.
Por lo tanto, estamos plenamente convencidos de que la transdisciplinariedad es esencial en la arquitectura, su vitalidad radica en la curiosidad por el mundo y las cosas, el acto de especializarse, en cambio, la mata.
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