Hacia una arquitectura de la post-pandemia en Perú

Después del estado de emergencia todo no volverá a ser igual. En ese momento se ocuparán habitualmente los espacios públicos y privados de una manera que evite la posibilidad de contagio de un virus todavía activo. Sin embargo, así como esta situación nos ha llevado a reconocer el deficiente sistema de salud que tenemos, también nos ha vuelto visible que en muchos casos resulta inadecuado ese espacio que habitamos.

En la arquitectura nos ocupamos precisamente del espacio y es por eso que desde diversos países se vienen organizando charlas y conversatorios en línea sobre la ciudad y la arquitectura después de esta crisis, que por otro lado afecta ya seriamente la economía en todos los niveles. El espacio de la arquitectura y de la ciudad debería entonces ser diferente, no solo en función de unos protocolos de socialización temporales sino porque la situación actual nos ha hecho reflexionar sobre la necesidad de mejorar la calidad permanente del espacio.

En países como el nuestro en el que se construye muy frecuentemente de manera informal y los profesionales de la construcción no llegan a los niveles bajos e intermedios este tema se presenta verdaderamente preocupante. En estas líneas no queremos ocuparnos sin embargo de la llamada ciudad informal sino del diseño urbano y la arquitectura formal o legal, al menos en apariencia, la cual en muchos países con cierta estabilidad se suele gestionar desde los emprendimientos inmobiliarios privados o desde los proyectos habitacionales de tipo social junto con equipamientos públicos promovidos por el estado, estos últimos casi inexistentes en el Perú a pesar de que son una necesidad desde hace muchísimo tiempo.

Ciudad vehicular. Bajada de Armendáriz. Lima.. Image © Humberto Viccina

Unos nuevos espacios públicos

Una de las herramientas que deciden la calidad de esta arquitectura es el Reglamento Nacional de Edificaciones, el cual muchas veces se intenta cumplir solo mínimamente al momento de hacer un proyecto, sin más preocupaciones como las que podría suscitar el uso de un buen criterio. Estamos en el reino de los mínimos. Es así que, por ejemplo, para una urbanización de más de 10 hectáreas se debe hacer un aporte de un 30% del área o un mínimo de 800 metros cuadrados para espacios públicos recreativos, según el reglamento.

Plazas vacías. Parque Independencia. Callao.. Image © Humberto Viccina

Habría que preguntarse cómo deberían ser esos espacios públicos cuando en situaciones como la actual uno debe estar distanciado dos metros de otra persona…Esto supone que deberíamos considerar casi 13 metros cuadrados por persona, lo que nos lleva a deducir que si en una nueva urbanización viven 40 familias o 200 personas deberían tener un mínimo de 2600 metros cuadrados de espacio público recreativo y no 800. Pero 40 familias pueden vivir en cinco edificios de 4 pisos sobre un terreno de 200 metros cuadrados cada uno, lo cual supone que en una hectárea pueden llegar a vivir diez veces más, es decir 400 familias o 2000 personas. En ese caso, solo por una hectárea habitada de esta manera necesitaríamos 26000 metros cuadrados de espacio público recreativo, es decir 2.6 hectáreas y no el mínimo de 800 metros cuadrados.

. Densidad financiera. San Isidro. Lima.. Image © Humberto Viccina

Esta especulación aritmética, que representa el nivel de desarrollo habitual en las urbanizaciones periféricas planificadas para el nivel medio en las ciudades peruanas, nos presenta un grave problema habitacional frente al que esta Pandemia nos ha abierto los ojos. En realidad, las recomendaciones llegan hasta más de 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, como ya lo propone Abercrombie en 1943 cuando hablaba exactamente de 1.62 hectáreas por cada 1000 habitantes luego de haber efectuado unas mediciones en diferentes condados ingleses (Flores-Xolocotzi, 2017). Con este dato pues incluso los 13 metros cuadrados mencionados anteriormente podrían quedar insuficientes para muchas ciudades.

Por lo tanto, más allá de la recuperación de espacios públicos en los niveles superiores de los edificios, patios o terrazas, que a duras penas solucionan el problema en urbanizaciones de ciudades avanzadas en otras regiones del mundo, la realidad del Perú nos presenta imposible toda solución que no sea una modificación radical en los reglamentos y requerimientos municipales, así como la implementación urgente de grandes zonas recreativas de escala barrial, distrital y metropolitana; todos ellas fomentadas necesariamente por el gobierno en todos sus niveles; simple y llanamente porque no serían muy económicamente atractivas para iniciativas privadas aisladas. Por ejemplo, en Lima se tienen todavía desestructurados los criterios para hacer de la Costa Verde un gran espacio público o existen vacíos urbanos increíbles como la base aérea Las palmas…Creo que uno de los aspectos primordiales en las que los gobernadores y alcaldes debería estar ya rompiéndose la cabeza es en la gestión para el diseño y ejecución de espacios públicos adecuados, seguros, higiénicos, con garantías de mantenimiento, así como una necesaria remodelación de los ya existentes, y de las mismas calles, tomando en cuenta el protagonismo que debería volver a tener ahí el peatón.

Evento público. Plaza de Armas. Cusco. . Image © Humberto Viccina

Vivienda y equipamientos comunales

Hace falta pensar también desde el diseño una nueva vivienda. Resultaría contradictorio hablar de la necesidad de una vivienda digna cuando se lotiza con frentes mínimos, hasta de 6 metros lineales, y el crecimiento de unas viviendas que están en un inicio legalmente construidas se suele dar sin ningún tipo de asesoría profesional y según la decisión arbitraria de sus mismos usuarios. Aparte de los omnipresentes linderos laterales sin terminar, la realidad es que al interior de los lotes muchas veces se hacina el espacio reduciendo la habitabilidad del mismo al privarlo de luz, aire y belleza. En muchos casos también, lotes de 160 metros cuadrados albergan multifamiliares de varios pisos que ofrecen unos departamentos que desde diversos puntos de vista son arquitectónicamente inaceptables. Por lo menos se tendría que empezar por cambiar el marco legal de la vivienda y repensar los criterios que fomentan esos patios mínimos insuficientes que en sus lados menores pueden tener hasta 2.20 m. y al menos la tercera parte de su altura!!!

Pasaje peatonal. Residencial San Felipe. Lima.. Image © Humberto Viccina

Por si esto fuera poco, el reglamento también tiene otras grandes deficiencias que podríamos considerar un atentado ambiental a las familias como la altura mínima libre de 2.30 metros entre piso y cielo raso, así como los dinteles a 2.10 metros. Sabemos que Le Corbusier propuso una altura estándar de 2.26 metros para la vivienda, pero está no resulta siempre adecuada por la gran variedad climática peruana. Sin embargo, en las viviendas modernas que él propuso, también las de tipo social, siempre está presente la doble altura como elemento integrador del espacio y como fuente de luz, ventilación y relación directa con el exterior; casi siempre un jardín, un balcón o una terraza.

Otro ámbito de intervención urgente está en la arquitectura comunal. En algunas intervenciones puntuales que se han realizado en países como Colombia o México ha tenido cierto éxito juntar actividades culturales, recreativas y deportivas en una arquitectura de alta calidad. Es una urgencia: las operaciones urbanas que exigen nuestros barrios más inhabitables necesitan como complemento unas centralidades que les brinden a sus habitantes el acceso a unos servicios indispensables. En muchas intervenciones municipales de nuestro contexto se cuida muy poco la calidad paisajística y arquitectónica de las intervenciones, y estás se reducen muchas veces a una losa deportiva y a un precario local comunal. En realidad, como todo grupo humano digno, los barrios necesitan más servicios educativos, culturales, de asistencia social y sanitaria, oficinas públicas de trámites y pagos, etc. Las centralidades barriales, que bien podrían ser parte de una cadena de equipamientos socioculturales no pueden sin embargo realizarse de cualquier manera. Estos proyectos deberían ser catalizadores del espacio público y estar en relación con sendas intervenciones de vivienda, tener una alta calidad arquitectónica a la medida de los servicios que brinda y constituirse en referencia construida de la integración social de los habitantes del barrio, y de este con la ciudad.   

Equipamiento mimetizado. Plaza Cultural. La Molina. González Moix arquitecto. Image © Humberto Viccina

Para llegar a realizar estos proyectos, las decisiones financieras del gobierno serán importantes pero también la voluntad de cambio y la honradez que bien podría manifestarse en la coordinación permanente con los gremios de arquitectos, los especialistas del espacio habitable, organizando concursos públicos de anteproyectos arquitectónicos que seleccionen las mejores propuestas para realizar o remodelar espacios públicos, así como conjuntos habitacionales que cubran adecuadamente el déficit cuantitativo o cualitativo de vivienda social y de equipamientos de salud, educación, cultura y deporte que tanto necesitamos en el Perú desde hace varias décadas. Todo podría ser parte de un plan de acción paulatino, con intervenciones puntuales pequeñas o medianas que vayan logrando las metas que se concreten en un plan urbano integrador realizado por sectores, como lo propuso hace ya un tiempo para Lima un grupo de arquitectos y urbanistas. El sector público debe convocar también al sector privado y tomar con responsabilidad la gestión de estas necesarias soluciones, dejando de centrarse en intereses de tipo económico, político e ideológico, y buscar por el contrario un pacto de trabajo por el bien común.

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Sobre este autor/a
Cita: Humberto Viccina. "Hacia una arquitectura de la post-pandemia en Perú" 28 may 2020. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/940323/hacia-una-arquitectura-de-la-post-pandemia-en-peru> ISSN 0719-8914

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