Tras la expansión de la mancha urbana en grandes ciudades latinoamericanas como Bogotá, es normal encontrar que los barrios, espacios y zonas dedicadas a ciertos usos sean distantes de si mismos. Si bien los centros históricos por lo general son núcleos de cultura y turismo, estos no dan abasto, y con la demanda y población crecientes se empiezan a abrir nuevos espacios dedicados.
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Algunos edificios son designados por administraciones para fomentar la cultura. El problema con esto es que suele suceder que dependen de la disponibilidad de predios y recursos, lo que genera que sean islas/hitos edificados. Pero estas no son las únicas situaciones. Las eventualidades más realistas generan las identidades de los barrios, las cuales no siempre son detonadas por algún hito, si no por lo contrario; barrios cómo el 7 de agosto en Bogotá, conocido por ser el lugar donde hay todo tipo de repuestos automotores y talleres adquiere su identidad por la suma aglomerada de cada local o espacio con usos parecidos hasta inundar el espacio público de la vida latente que identifica el barrio.
O el Barrio Italia en Santiago de Chile, que hoy en día tras la gentrificación se ha convertido en un barrio de moda por el diseño y el comercio semi artesanal millenial, pero este partió teniendo una identidad detonada por los talleres de anticuarios que aun se preservan y algunos talleres automotrices, los cuales, por sus grandes galpones pre existentes, son de suma utilidad para los nuevos desarrolladores que ocupan esas bodegas para darles nuevos usos comerciales.
La vida de los barrios también fluye con los usos tanto diurnos como nocturnos. Tanto el 7 de Agosto como el Barrio Italia tienen mucha vida durante el día, pero tras caer la noche, los locales, talleres y bodegas cierran y las calles quedan desoladas pues son pocos los que viven en estas zonas. El Barrio San Felipe en Bogotá, cuyos límites son definidos por las avenidas que lo contienen entre las calles 72 y 80 y entre la carrera 24 y la Avenida Caracas, se ha convertido en el distrito de arte a escala de barrio más influyente en la ciudad.
Johanna Morales no es arquitecta ni urbanista. Sin embargo identificó el potencial del barrio al vivirlo y decidió gestionar Open San Felipe, eventualidad en la que el barrio entero se convierte en un espacio cultural a cielo abierto, donde los artistas abren las puertas de sus estudios para democratizar el arte. Demostrando una vez más que los usuarios son quienes construyen la ciudad, y muchas veces sin necesidad de la arquitectura formalizada.
Santiago Baraya: Siendo artista y productora de teatro, ¿cómo se te ocurrió gestionar esta eventualidad?
Johanna Morales: la verdad no fue algo muy premeditado. Cuando llegamos a la ciudad con mi pareja, quien es artista también, nos dieron muy buenas referencias de San Felipe como un lugar donde varios artistas se estaban ubicando. Y al vivirlo, y encontrar espacios muy particulares, donde en una casa que alguna vez fue una vivienda había un taller, una galería, un espacio donde vendían productos totalmente naturales, y en otro espacio una chica que vendía café. Todo estaba dentro de la misma casa. Y no podía creer como no se conocía este espacio, ¡debería estar abierto!. En San Francisco, hacen una cosa que se llama Open Studios, donde básicamente se abren muchos espacios y se genera una instancia cultural distinta.
SB: De esa inspiración con esa casa a los casi 70 espacios que participan de Open San Felipe, ¿Qué los aglomera a todos?
JM: Al recorrer el barrio claramente son casas que tienen una identidad que habla de lenguaje que tienen entre 50 y 60 años de antigüedad y eso es especial porque tampoco es que hay mucho o se conserva mucho de eso en la capital. Pero lo más especial de las casas es cómo, desde la creatividad y la necesidad de cada uno, se han improvisado esos espacios para generar contenido y se dan eventos tan importantes como el lanzamiento del Festival de cine Bogoshorts o la gente del Festival de Cine independiente IndieBo que usa el parque, dentro del cual hay un área donde los árboles están plantados en circulo y contienen un espacio en una cúpula natural idónea para una pantalla de cine. Resultó que al situarla se dio cabida a un cine bajo las estrellas, a cielo abierto. Y además cada casa que abre, es singular y particular en su propio uso y estilo. Este conjunto de instancias los unen.
SB: ¿Cuando empezó a tomar esta identidad de barrio artístico?
JM: Esto comienza justamente por el arquitecto Alejandro Castaño, quien tuvo la visión de regar la voz pues este barrio se conoce, se podrían hacer estas cosas. Invitó a un par de amigos que tenían galerías y la gente se dio cuenta, pues la geo localización es muy sencilla y centrada. Y así se fue tejiendo la comunidad espontáneamente.
SB: ¿Entonces no hubo la intención de transformar el barrio y explotarlo de una manera artística, sino preservando su identidad?
JM:Yo creo que eso es algo que eventualmente va a suceder porque este juego, donde se improvisan los espacios ya existentes, es delicioso y se va a seguir haciendo como se ha hecho en otras partes del mundo, pero creo que no va a dar abasto y creo que es un lugar donde se van a generar incluso otro tipo de viviendas para otro tipo de personas. Ya no es la misma gente que vivió toda la vida.
SB: Hubo algún crecimiento de este espacio cultural a cielo abierto progresivo, cómo contagiándose entre galerías?
JM: Tocamos todas las puertas. Fue un trabajo diario de verdad, desde temprano. “Hola, mucho gusto soy fulana de tal. Quisiera hacer esto”. Previo eso conocía a muy poquita gente supongo que se conectaron con la idea que tenía todas las puertas. Por supuesto hubieron un par de discrepancias por temas de concepto. En las galerías expones las obras de arte terminadas, mientras en los estudios ves el proceso y la materia prima con que eso se genera. Al final todo el mundo se terminó dando cuenta que era conveniente como un andamiaje para que la gente que conozca esto que está sucediendo. Y ese momento es súper lindo entre el público que viene y los artistas, un puente de intimidad entre el artista, su proceso creativo y el público.
SB: ¿Cuál ha sido el proceso de gestión para que tenga tal influencia el evento?
JM: Una de las primeras puertas que toqué fue el presidente de la Junta de Acción de Vecinos. Fue muy especial porque estaban estos señores que tienen 50, 60 años viviendo en el barrio y nos dicen “es que no conocemos el barrio porque es que nosotros vivíamos en un lugar y ahora es otro lugar.” Y creo que esa honestidad con la que nos aproximamos a los de siempre del barrio, hizo que siempre nos colaboran en lo posible, improvisamos espacios para que ellos vayan y tomen alguna clase de pintura o de escultura, y hasta les nace la voluntad de poner sus casas para que algún artista las intervenga.
Tal movimiento de personas por supuesto que trae consecuencias, así que hay actores externos con quienes trabajamos para que haya seguridad mediante la policía local y para que todo quede impecable también estamos articulados con Bogotá Limpia, siempre estarán en la jornada previa a cada eventualidad y después para que el barrio quede igual o mejor a como estaba.
SB: Al llegar esta eventualidad, los espacios generan contenido específico para el Open?
JM: No todos, pero sí. Por ejemplo, hay un espacio que diseña bicicletas y las exponen. Y a la vez invitan a artista y el muro de la fachada lo intervienen. O el espacio de un artista colombiano que es también artista urbano quien invita a otros amigos importantes de ese mundo del arte urbano del resto del mundo y se toman varias paredes, intervienen y entonces hacen un tour por el barrio, mostrando la gente las paredes que han intervenido. O este señor de la esquina, quien vende comida ejecutiva, corrientazo ejecutivo que está lleno todo el día. Pero eso no es eso, en los días de Open, hace conciertos.
SB: ¿Crees que Open va a tener que trasladarse o ampliar su cobertura?
JM: Inevitablemente. Digamos que el uso de la zona son talleres, mecánicos y bodegas. Este tipo de infraestructuras preexistentes han habilitado nuevos espacios perfectos para los artistas, y esto se extiende mucho más allá de los límites políticos del barrio. Sin embargo hay un tema de conversión que sería ideal para el barrio y esto se debería dar a través de la peatonalización como también generar resguardos para la lluvia y otro tipo de instancias públicas para la cantidad de gente que habita el espacio público del barrio dentro y fuera de las fechas del Open.
SB: Bogotá tiene una escena artística reconocida a nivel internacional. Ustedes gestionan un evento hecho por y para la gente. ¿Ha habido algún caso dentro de los eventos más emblemáticos de la ciudad que les haya abierto la posibilidad de ser parte de su agenda para tener un impacto a mayor escala?
ARTBO tiene un programa en su agenda que se llama ARTBO | FIN DE SEMANA y uno de los espacios que la gente visita es San Felipe, entonces el fin de semana es arduo y maravilloso. El año pasado estuvieron acá y había muchísima gente. También yo hablé con la Policía, con quienes hemos entablado muy buena relación y estuvieron acá a la hora que les dije todo el día acompañando a la gente. Es interesante también ofrecer a las personas que se sientan seguros, porque es un desplazamiento grande por las calles y la gente, insisto, lo quiere hacer caminando y es maravilloso. Pero durante el fin de semana de ARTBO solo se abren las galerías cómo en Noches de San Felipe.
