En las grandes ciudades de Latinoamérica, con la inmensa polaridad entre clases, la inseguridad se convierte en una de las causalidades de la ausencia de planeación inclusiva. En la ciudad de Bogotá, las clases sociales y económicas están divididas en estratos del 1 al 6, siendo 1 la población más vulnerable y 6 los más privilegiados. Bicistema ha hecho 4 intervenciones en las localidades de Kennedy, Suba, Teusaquillo y Tunjuelito en puntos del espacio público críticos para la seguridad de las mujeres.
Laura Rojas, arquitecta y urbanista, en cabeza de Bicistema nos abrió un espacio para contarnos del proyecto Piloto de Urbanismo Táctico Me Muevo Segura de urbanismo táctico con enfoque de género y sus repercusiones a nivel social y urbano.
¿Cuéntanos cual es la iniciativa detrás de este proyecto?
Me muevo segura es una campaña de la Secretaría Distrital de la Mujer para mejorar la prevención de las violencias ejercidas en el espacio público contra las mujeres. ¿Qué comprendía la iniciativa? Cómo parte de la campaña el Piloto de Urbanismo Táctico buscaba identificar puntos peligrosos en la ciudad. A través de la app india llamada SafetiPin, midieron la malla vial de Bogotá y la de ciclo-rutas con las variables de control, iluminación, ver y ser vista, diversidad y cantidad de personas y proximidad al transporte público, estado del sendero y presencia de seguridad. Tras los resultado de la medición se promediaron cuáles eran los puntos de la ciudad más inseguros por localidades.
¿Cúal es el objetivo del proyecto?
Lo que se quería en estas intervenciones era construir entornos urbanos seguros para las mujeres y niñas en el espacio y transporte público. Este proyecto en particular, tiene enfoque de género, pero resulta que cuando uno diseña para las mujeres, diseña para todo el mundo, entonces ampliamos el espectro en que las mediciones y las entrevistas en puntos estratégicos para toda la ciudadanía, no solamente hechos a mujeres, pues a veces lo inclusivo se vuelve exclusivo. Sin embargo, siempre recalcamos el enfoque de género.
El papel de Bicistema era hacer las intervenciones en el espacio público para fomentar el uso de la bici y mejorar la percepción de la seguridad de mujeres y niñas, pues el estado del espacio público es lo que lo hace inseguro, según el diagnóstico que hicimos.
Uno de los propósitos era construir centros urbanos más seguros, mejorar espacios aledaños a las ciclorrutas, infraestructura, vías y espacios peatonales y de transporte público mediante operaciones de urbanismo táctico las cuales son acciones de fácil ejecución pero de alto impacto.
¿Cuál sería entonces el contexto detrás de esa resultante a la cual llegaron tras el diagnóstico y la gestión?
La Secretaría Distrital de la Mujer comienza a trabajar SafetiPin que es una aplicación móvil para identificar puntos inseguros en el espacio de transporte público para las mujeres.
Luego, con los años, vinieron más acciones en las que ellos decidieron medir la seguridad en Bogotá en el espacio público y transporte público a través del app. Entonces se dio una iniciativa de usar esta app para mejorar condiciones de transporte y cómo peatones para las mujeres en la ciudad.
Después, CAF Banco de desarrollo de América Latina, brinda los recursos a este proyecto, y nace la iniciativa “Me muevo segura”. En la siguiente etapa, que es el piloto, desde febrero del año pasado, la Secretaría de la Mujer comenzó a trabajar en el “Congreso 50 50 más mujeres en bici”, dentro del marco de la Semana de la Bicicleta en Bogotá, es ahí donde Bicistema comienza a trabajar con ellos para el marco del Congreso acompañando los diagnósticos urbanos de los puntos para intervenir.
¿Cuál fue el proceso por el cual llegaron a concluir cuáles eran los puntos a intervenir?
Primero, cada colectivo u organización de mujeres adoptó un punto para hacer una intervención o un mural o una activación cultural o pedagógica, siempre en pro de una resignificación de la violencia de género. Bicistema adoptó un punto en la ciclorruta de la Alameda, El Porvenir ubicada entre las localidades de Fontibón y Kennedy para hacer una transformación, un punto que en todos los diagnósticos fue llamada por los usuarios la ciclorruta de la muerte y así aplicamos al estímulo de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, junto con la Secretaría de Movilidad, para hacer una transformación urbana de la “Ciclorruta de la muerte” a “la Ciclorruta de las Flores”.
Paralelo a eso se construyeron los términos y el proyecto del piloto Urbanismo táctico “Me Muevo Segura”, contemplamos hacer un plan de trabajo para diagnosticar los puntos, hacer un diseño y metodologías participativas con la ciudadanía. Tras priorizar dentro de las 25 zonas identificadas, nosotros hicimos toda una evacuación de criterios urbanos como transporte, red de parques, malla vial y equipamientos para definir los cuatro puntos exactos de intervenciones en cuatro localidades: Suba, Kennedy, Teusaquillo y Tunjuelito.
-Dices que es un piloto de urbanismo táctico. ¿Cómo gestionaron este proyecto bajo esa línea?
Todo el proceso, todas las fases del proyecto estuvieron contempladas en tres etapas: primero; diagnosticar y diseñar participativamente. Segundo, ejecutar e implementar. Y tercero, evaluar, medir y sistematizar para lograr replicarlo y dar una continuidad.
Para gestionarlo nos planteamos los siguientes puntos:
- ¿Qué es necesario de cada uno de estos actores para intervenir el espacio público?
- Es primordial tener una metodología participativa a lo largo de todo el proceso.
- Para el diseño participativo también es vital trabajar siempre con la comunidad, con los colectivos sociales, con las mujeres artistas locales, con todos los actores de la localidad que quisiera participar para asegurar apropiación y sostenibilidad de las acciones.
-Esas localidades presentan situaciones desafiantes. ¿Cuáles fueron los desafíos que direccionaron la problemática del diseño participativo?
Tres de las cuatro localidades que intervenimos presentan una realidad social complicada, distante de la realidad que viven los actores administrativos. Entonces son poblaciones que tienen ya una desconfianza de la administración.
Todos esos procesos de gestión social e institucional se centraron desde él, desde nosotros, donde estábamos haciendo el diagnóstico de la del piloto y después de hacer el diseño participativo con cada grupo focal en cada localidad, hicimos un taller de diseño participativo con una metodología llamada flor de loto en la que identificamos y luego procesamos el diagnóstico urbano con un listado de problemáticas primordiales en línea con esas variables de iluminación, ver y ser vista y diversidad de personas y las convertimos en oportunidades de mejora.
Algunos de los puntos resultan estar próximos a cuerpos de agua, por ejemplo, en la localidad de Suba la intervención está ubicada en la Avenida Ciudad de Cali con Carrera 93, frente al Humedal Juan Amarillo. Este corredor de la Av. Ciudad de Cali está lleno de culatas, cuadras vacías, calles cerradas, solares y muros enormes. Todo este tramo está lleno de grafitis, algo similar pasa en otros puntos de la ciudad como en la Carrera 30. Entonces en las paredes vacías surge el Graffiti. Siempre está la ley del arte urbano: Tú no puedes tocar un graffiti a un grafitero porque habrá problemas.
La problemática en esos puntos medio dejados resultan en lo siguiente: botan escombros, después viene la basura y por consiguiente, la habitabilidad en calle, el reciclaje, y la venta de drogas. Y además de eso, en parte del corredor también tiene mucho comercio automotriz. En todos los puntos, siempre prevalece el “me acosan, me dicen cosas o me arrinconan y me manosean”. Si, es muy fuerte todo el diagnóstico.
En los talleres de diseño participativo, se llegó a conclusiones en términos de ejecución de las intervenciones, en el de Suba específicamente las mujeres dijeron: “no me siento identificada con los grafittis o eso es de esas calaveras, etc. El espacio tiene un potencial para renovación pero primero hay que limpiar, ya sea con los operadores de aseo de la localidad, las entidades distritales como el Jardín Botánico o el IDU, gestionar los permisos con las vecinas y vecinos para intervenir sus culatas, finalmente acercarse a los grafiteros para poder reemplazar sus graffitis con nuestra intervención.
Es un tema muy fuerte, porque aparte uno se vuelve consciente de las realidades sociales del resto de localidades de la ciudad. En esta sociedad tendemos a vivir en una burbuja en la que se está en función del desplazamiento; desde el espacio en el que trabajas y el espacio donde vives o donde frecuentas. ¿Y el resto de la ciudad, qué?
Haber tenido como toda esa diversidad en localidades dentro de Bogotá, nos permitió conocer esas dinámicas que van un poco más allá de lo que está a la vista.
Resulta que, en el corredor de Suba, son casi tres kilómetros de culatas, eso tiene un potencial para convertirse en un corredor turístico y artístico, con acciones tácticas y acciones bien hechas, bien pensadas, bien ejecutadas y un presupuesto bien ejecutado. En esos 3 Km hay esquinas, pero de todo el diagnóstico urbano, había un punto que aparece en la mitad de una cuadra y tiene tres paredes a 90 grados, una cajita perfecta de 600 m2. Tenía también la particularidad de que los árboles que estaban en ese punto estaban muertos por un ácido que vertieron. Identificamos que hay varias acciones. Es decir, que requerían un montón de trabajo de gestión, para coordinar al Jardín Botánico a que vaya y haga la resiembra. Experiencia toda que agarramos de esa primera experiencia de la Ciclorruta de las Flores. ¿Por qué la Ciclorruta de las Flores?
Este proyecto también nos dejó una gran lección, es decir, desde qué queríamos. Cuando hicimos la Bienal de Espacio Público te acuerdas que hablábamos de gestión integral del espacio público, pero aquí, ¿quién sabe cómo se hace la gestión? Nadie lo tiene claro, nadie sabe qué es gestión. Está en una caja que se llama Gestión Integral de Espacio Público. Entonces, cómo identificar todos esos procesos para hacer realmente gestión integral del espacio público fue bastante enriquecedor para poder alimentar unas bases de algo que pretende tener una continuidad en el tiempo y sobre todo en una ciudad como Bogotá.
- El resultado final tiene un buen nivel artístico, ¿para esto lograron invitar a participar a los grafiteros?
Cuando ya habíamos decidido que ese era el sitio, se socializaron las acciones con los actores y empezamos a hacer borradores de diseños con todas las opciones que había dicho la ciudadanía de por qué no hacemos paredes de colores vivos y juegos para los niños, sembremos flores donde están los árboles muertos, etc. Entonces dijimos bueno, los vecinos y las vecinas y las mujeres que transitan a diario quieren paredes de colores, otro tipo de diseños y otro tipo de cosas, porque están cansados de grafittis y muralismo que no les representan. Ahí es donde nos dicen es bueno, pero resulta que los graffitis tienen dueño porque hay una mesa de graffiti local. Nos sentamos con el representante de la mesa del graffiti a contarle todo esto, como nace el proyecto y queríamos hacer. La primera reacción fue negación total decían: si nos tapan, los volvemos a rayar.
Volvimos, les explicamos que el objetivo que también tenía esto era no solamente acciones decorativas, sino funcionales. Cuando les explicamos que la idea era hacer un espacio para que los niños puedan jugar y para que las mamás que están por ahí con sus niños y niñas del jardín infantil cerca, puedan jugar. Entonces finalmente algunos cedieron y nos apoyaron.
¿Cuál es el legado o continuidad que dejan estas intervenciones?
Los espacios tuvieron mucha acogida. En el de Suba hicimos una actividad de cine en enero y ahí fue cuando nos dimos cuenta de que ya lo habían rayado, porque supuestamente les habían llegado mensajes de que podían ser una de las paredes rojas. Eso nos demostró que esos espacios necesitan más actividades, son más acciones para que de verdad tengan una sostenibilidad en el futuro.
Entonces, en este momento el proyecto está en etapa de hacer una proyección de actividades de sostenibilidad. Nosotros tenemos todo el compromiso como estudio de urbanismo y arquitectura de la bici que ejecutó el proyecto, también tenemos el compromiso social de no dejar el proyecto botado, pero la gasolina y la motivación nos llega hasta ciertos puntos. Hasta cuando ya se nos sale de control o ya no podemos manejarlo más, no tengamos la capacidad instalada para hacerlo. Y ahí es donde la administración tiene que adoptar los espacios para el mantenimiento, para que la ciudadanía se apropie desde la activación.