Casa Floresta 5, ubicada al norte de Bogotá, Colombia, se emplaza inmediata al lote de Floresta 3, directamente en el primer plano de la vista principal de esta. Construida en 1986, es un ejemplo de diseño de vivienda dentro de un conjunto residencial teniendo consideración con la construcción previa existente también diseñada por Baresch.
Para respetar la primicia de la joya visual de la primera casa, en esta vivienda construida 3 años después de Floresta 3, el arquitecto Herbert Baresch, mimetizo aún más su arquitectura en el paisaje, cortando las dos aguas de un techo convencional en trapezios caminables que se funden en la continuidad del contexto.
Si la casa se percibe a través de su recorrido, lo primero que se vislumbra al acceder al predio son las cubiertas como una mera continuación de un claro de ladrillo en medio del bosque frondoso. Sin embargo, es imposible descifrar el programa cobijado bajo este manto trapezoidal color terracota.
En un principio la materialidad en ladrillo contrastaba armónicamente con el follaje del contexto, sin embargo, hoy en día la copa plateada del magnificente Yarumo toma protagonismo al asomarse tras el umbral de la entrada principal. Los actuales dueños decoraron las paredes que contienen la puerta principal con materas colgantes, que, aunque Baresch probablemente no lo hubiera concebido en su planificación original, reflejan un acto honrado para respetar el pensamiento arquitectónico adorador de la naturaleza que su arquitecto visionó alguna vez. Y entonces, la vista de quien se aproxima para acceder a la vivienda, penetra el ladrillo a través de la puerta transparente que inmediata al pasillo cuya cubierta es una marquesina continua hacia la cubierta inferior, permitiendo así que la vista hacia el bosque continue ininterrumpida.
Entonces nos encontramos con la bidireccionalidad interrumpida por la baranda que asoma hacia la doble altura del pasillo principal del área social, a la derecha un espacio de tercer uso como estudio o habitación de huéspedes. Y a hacia la izquierda el asomo sobre la zona social. El techo se aproxima con cierta cercanía que evidencia el sistema estructural que sostiene las grandes cubiertas, revestidas en su totalidad en ladrillo.
La zona social, de casi triple altura, acoge la sala que culmina en la distintiva chimenea de Baresch con una ventana a lo alto del empate entre la pared posterior y la cubierta, y a los lados, los inmensos ventanales que nuevamente evidencian el contexto donde la arquitectura se sumerge. Entre la Sala y la cocina se encuentra un espacio transitorio perfecto para el programa aglomerante entre ambas zonas: el comedor.
Al dirigirse hacia las habitaciones, se encuentra la joya oculta y sorpresiva que caracteriza la obra. Una piedra inmensa que fue descubierta durante las excavaciones de terreno, cuyo costo de extracción era tan alto como inviable. Entonces Baresch decide dejarla como parte del carácter de su arquitectura interior, sobresaliendo en el pasillo principal y el baño que lo acompaña. Cómo la naturaleza se adentra en el pasillo, no hay necesidad de ventanas, solo la apertura continua cenital de la marquesina.
Las habitaciones se abren hacia el patio trasero en una intimidad propia de su uso programático. Sin embargo, es indiscutible que el protagonismo de esta obra se lo llevan los espacios transitorios y sociales. Es por esto que más que una casa, es un recorrido hacia el habitar.
- Área: 300 m²
- Año: 1986
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Fotografías:Ana María Díaz Parra, Antonio Castañeda