.jpg?1565194684 "Paro Internacional de Mujeres el 8 de marzo de 2019, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)]. Image Cortesía de Wikimedia Commons")
La voz de arquitectas, académicas, diseñadoras, urbanistas y activistas ha cobrado fuerza en vista de la pertinente acogida de temas como la inclusión y la perspectiva de género. Cada 8 de marzo, –día en que las mujeres toman las calles como acto de resistencia y del ejercicio de la ciudadanía– caben unas breves reflexiones que ponen de manifiesto el vínculo existente entre ciudad, acontecimientos políticos y sociales, así como en las disciplinas afines a la arquitectura y el urbanismo.
Si el feminismo es compatible con la arquitectura, o no, ha sido una de las discusiones que encierran complejidades conceptuales, tanto para la teoría como para la praxis arquitectónica. Desde que el tema comenzó a teorizarse por las feministas de la segunda ola a lo largo de la segunda mitad del siglo XX , no fue sino gracias a la labor principalmente de las mujeres inmersas en las ciencias sociales, que se empezó a visibilizar el sesgo androcéntrico que por siglos concibió al mundo siempre en clave masculina, cuestión que ha repercutido en la configuración espacial, puesto que el espacio reproduce también ideología.
Ahora bien, a 111 años de distancia entre la desgracia ocurrida el de 8 marzo de 1908 en Nueva York cuando costureras industriales de la fábrica textil Cotton, se declaran en huelga, debido a las precarias condiciones de trabajo y falta de derechos laborales, lo que obtuvieron fue la respuesta más violenta posible cuando el propietario quien diezmó sus vidas al prender fuego con las trabajadoras dentro del inmueble. Explica Nuria Varela en el libro Feminismo para principiantes, que las telas sobre las que trabajaban las obreras eran de color violeta. Por ello se usa la metáfora de las gafas violetas, para indicar que el feminismo tiene un enfoque que permite visibilizar relaciones asimétricas en el contrato social.
Este enfoque permite contemplar una serie de variables y factores que influyen en el comportamiento de la sociedad y de otras estructuras que reproducen y perpetúan las características del sistema patriarcal, es decir, de una estructura jerárquica en la que los varones gozan de privilegios y ejercen poder sobre otros individuos a través de lazos consanguíneos y de pactos establecidos. La discusión hoy, gira en torno a las formas de violencia que tienen lugar en lo que por excelencia constituye el espacio público: las calles, plazas y el transporte en sus diferentes modalidades como parte de la infraestructura urbana. Todos los anteriores, sitios en los que la denuncia por acoso sexual se ha incrementado con las décadas, a pesar de las campañas contra la violencia.
El sangriento episodio ya mencionado, reflejó en su momento una constante que no ha cambiado, que es la obscena desigualdad en cuanto a derechos y garantías individuales. Ya desde la lucha encabezada desde el siglo XVIII en la que las francesas buscaban ser incluidas en la Declaración del hombre y del Ciudadano, documento que reivindicaba principios como la igualdad, libertad y fraternidad, pero que excluía a las mujeres. Estas precisiones históricas no están desvinculadas de lo que hoy ocurre en las calles, escenario en que ocurren al menos 10 feminicidios por día, según estadísticas del INEGI, la ONU y otros organismos como la Coalición contra el tráfico de mujeres y niñas en America Latina y el Caribe y el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio.
Pensar en quienes planifican los espacios permite cuestionar no solo las funciones que cumple la ciudad debido a ciertos intereses, si no también evaluar las condiciones de habitabilidad, no solo desde el aspecto técnico, si no desde el grado de apropiación colectiva. Por otra parte pensar en el territorio como espacio socialmente producido, en palabra de Lefebvre, da la oportunidad de contemplar intervenciones arquitectónicas no como independientes de los comportamientos de quienes habitan las ciudades y de la latente violencia de género.
Cada 8 de marzo (#8M) se convoca a una marcha en conmemoración del Día Internacional de la Mujer para evidenciar que el derecho a la ciudad, implica el poder disfrutar el entorno urbano de manera libre, así como reivindicar el derecho sobre el cuerpo, principal vehículo a través del cual nos relacionamos con el entorno y respondemos a sus estímulos. Incorporar la visión femenina en la planeación urbana permite contemplar problemáticas que no se habían pensado antes, así como implementar estrategias que desde la arquitectura y el urbanismo mitiguen la violencia. Transgredir a través de la desobediencia y el cuestionamiento de lo que vulnera el disfrute de la ciudad no sólo como experiencia estética, sino humana, trasciende el tema de género puesto que las mujeres constituyen la mitad de la población mundial.
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Parvin Alexandra Camal Segundo es arquitecta egresada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México con intereses vinculados a la docencia y la investigación en torno a la Teoría Arquitectónica y el Género. Ganadora del 5º Concurso de Tesis sobre el fénomeno de discriminación por el COPRED.
