En el marco del proyecto de investigación Espacios Oscuros, enfocado en observar y analizar la experiencia de la diversidad sexual en los espacios públicos de la ciudad de Santiago de Chile, los arquitectos María González y José Tomás Franco han conversado con Nikos Salingaros, matemático y pensador conocido por su enfoque teórico alternativo para la arquitectura y el urbanismo, que promueve el diseño centrado en las necesidades y aspiraciones humanas, combinando el análisis científico riguroso con una experiencia intuitiva profunda.
Nuestras ciudades son, en su mayoría, hostiles a las sensibilidades de sus ciudadanos. (...) Casi todo ha sido alineado, estandarizado, vaciado. Entonces, ¿cómo encontrarse con personas diferentes, y cómo esperar que exista una mezcla entre personas extrañas?
En esta entrevista, Salingaros no sólo cuestiona la manera en que los arquitectos estamos diseñando los espacios privados y públicos de nuestras ciudades, ignorando –quizás inconscientemente– al ser humano en su diversidad, sino que también sugiere la aparición de una serie de espacios comunitarios privados que estarían supliendo las necesidades de expresión y apropiación de todos los habitantes de la ciudad.
¿Crees que la heteronormatividad ha influenciado la forma en que se han planeado, diseñado y /o habitado nuestras ciudades y sus espacios públicos, históricamente y en la actualidad?
Hay aquí una historia profunda que va mucho más allá que la heteronormatividad, porqué se trata de la esencia de los seres humanos. Nuestros espacios públicos contemporáneos son diseñados para seres sin vida, y sobretodo, sin ningún sexo o deseo sexual. No fue así en el pasado, por cierto. Los espacios públicos históricos y vernáculos fueron abiertos a todos tipos de personas, y fomentaron los encuentros amables y amorosos aleatorios de todo tipo.
En el momento en que estos se substituyen por el espacio privado de los centros comerciales y otros lugares de comercio controlado, se pierde la posibilidad de la mezcla libre de individuos. Y por supuesto, los modelos arquitectónicos que vienen del comercio a gran escala son también estandarizados. La arquitectura misma, atada a esta idea, es habitualmente una arquitectura que puede controlar al usuario.
También se ha perdido la estructura fractal en el ambiente construido, lo que implica una variedad de espacios de distinto tamaño pero interconectados. Es el opuesto a la plaza abierta, diseñada como un objeto abstracto.
¿Hasta qué punto piensas que nuestras ciudades y sus espacios públicos facilitan la expresión y la apropiación libre de todos/as sus ciudadanos/as?
Como he dicho, nuestras ciudades son, en su mayoría, hostiles a las sensibilidades de sus ciudadanos. El ambiente construido hoy no es de escala humana, y tampoco lo son las áreas de los edificios que son favorables para la circulación peatonal. Casi todo ha sido alineado, estandarizado, vaciado. Entonces, ¿cómo encontrarse con personas diferentes, y cómo esperar que exista una mezcla entre personas extrañas?
Toda la inteligencia de nuestra planificación contemporánea ha sido canalizada en desarrollar formas que garantizan el aislamiento y la separación de distintos tipos de personas: desde las clases sociales, hasta las diferentes edades y orientaciones sexuales. Nos han forzado a movernos en automóvil, viajando desde un espacio personal privado y escondido hasta otro espacio personal y escondido.
¿Crees que existan modelos urbanos –o incluso tipologías arquitectónicas específicas– que sean más favorables para permitir la libre expresión y la apropiación de de todas las personas que habitan sus espacios públicos?
Puedo parecer nostálgico, pero las plazas urbanas del Siglo XIX son ideales para mezclar personas de todos tipos. Tienen la atracción en su estructura parcialmente fractal.
Sin embargo, una plaza urbana no funciona cómo lugar de encuentro sin una alimentación peatonal de personas que vienen de los bloques circundantes y cercanos de la ciudad. En muchos lugares pueden haber sobrevivido algunas plazas, pero no las residencias dispuestas originalmente alrededor de ellas. De este modo, la plaza queda aislada de la red peatonal y accesible solamente a través del automóvil. El problema está en cómo enlazar las habitaciones privadas con los espacios públicos, con una red libre de circulación, en gran parte peatonal. Y necesitamos también que su diseño evite el fomento del control, salvo en emergencias.
¿Hasta qué punto los arquitectos somos conscientes de la importancia de la observación reflexiva y profunda del ser humano –en su diversidad– para el desarrollo de proyectos que favorezcan la inclusión y la libertad de expresión de los/as ciudadanos/as?
Los arquitectos de hoy en día, con muy pocas excepciones, ignoran al ser humano. Olvídense de detalles como la diversidad, cuando la ciudad está planificada para satisfacer exclusivamente un capital global extractivo. El papel del ser humano en este enfoque es de ser un peón; un insecto consumidor bastante estúpido para no darse cuenta de que está en una prisión.
Todo lo que veo —incluso en las páginas de ArchDaily— es una arquitectura de exclusión. Y el daño se hace aún peor porque los arquitectos de estos edificios repelentes nos cuentan mentiras e inventan sueños en sus descripciones. Quizás sólo los creen ellos mismos, porqué no se basan habitualmente en una observación reflexiva.
¿Cómo crees, entonces, que las personas se están expresando y habitando su ciudad, a pesar de este modelo contemporáneo que iría en contra de su propia libertad?
Para evitar el control, los individuos han debido crear o encontrar opciones que les sirvan. Primero, recluyéndose en espacios comunitarios privados que presentan una calidad atractiva y que, además, parecen no tener riesgo para ellos. Y segundo, apropiándose de los espacios desechados por este sistema –zonas olvidadas y deterioradas de la ciudad–, para crear una red de lugares de encuentro fuera del control central.
Asociadas a ellos, aparecen una serie de otras cuestiones. Por ejemplo, un acto de rebelión contra el sistema totalitario, y una expresión de la necesidad de biofilia en nuestro ambiente diario, se expresa a través del Graffiti y el arte urbano. Además, la revolución informática nos entrega una forma efectiva de conectar personas distintas, escondidos del poder central, a través del encuentro privado gestionado por las redes sociales.
Por último, en tiempos de desafío, las personas que se sienten marginadas están empezando a invadir los espacios públicos en los que anteriormente han sido rechazados, como una manifestación de su queja.
* Esta entrevista es parte del proyecto de investigación Espacios Oscuros, actualmente en curso, enfocado en observar y analizar espacios públicos aleatorios que han permitido la expresión de los miembros de la comunidad LGBT+ en medio de la normatividad urbana dominante, asumiendo y expresando así su identidad como ciudadanos/as. Sigue los avances del proyecto aquí.