Ya bien lo sabían los egipcios, aztecas, griegos e incas, la naturaleza contiene en sí misma las respuestas a los grandes misterios de la vida. Solo es necesario observarla detenidamente para descifrar el enigma. Muchas veces removemos cielo y tierra en búsqueda de aquello que estuvo todo este tiempo frente a nuestros ojos. Inmersos en nuestros celulares y ciudades de concreto ¿Cuándo fue la última vez que caminamos sobre el pasto o contemplamos las estrellas?
Las civilizaciones antiguas lo hacían constantemente. Estudiando el recorrido del sol, estaciones y lluvias, dejaron un legado de obras que sobrevivieron milenios y siguen en pie al día de hoy. Sin google ni computadora, lograron alcanzar el conocimiento mediante la observación y el estudio de lo que estaba a su alrededor: la naturaleza.
“La tierra tiene música para los que escuchan”, decía el poeta español George Santayana. No hay duda que los antiguos maestros constructores escucharon, me pregunto si nosotros podremos. Rodeados del bullicio de las grandes ciudades, la tarea se complica. Pero podemos intentarlo en esta oportunidad.
Una de las cosas más fascinantes de la naturaleza es que no produce basura. Así como se oye. Cada elemento de la naturaleza tiene un por qué y forma parte del ciclo de la vida. La basura es un invento humano. Caminemos en un supermercado. El 90% de lo que veamos ahí, será consumido y luego desechado. Sí, hay cosas que pueden ser recicladas (si es que se reciclan), pero la mayoría serán basura. Ahora tengamos en cuenta que éste es sólo uno de los miles de supermercados de una ciudad. Hablamos de toneladas y toneladas de basura. Todo producido por el ser humano.
El hecho de que la naturaleza no produzca basura es más que asombroso.
Cuando hablamos de construcción, siguiendo el principio de no generar desechos, se encuentran las abejas melíferas. A éstos nobles insectos le debemos la polinización de la mayoría de las plantas del mundo. Sin ellas las plantas no podrían producir semillas, ni sobrevivir, por lo que nosotros tampoco.
Al igual que el ser humano, la abeja necesita comida y refugio para el desarrollo de su vida. No poseen picos ni manos que les permitan construir, pero aun así viven en uno de los diseños geométricos más eficientes: la colmena.
La colmena requiere de una serie de celdas hechas de cera donde, por un lado, se almacena el néctar que luego se convertirá en miel y por el otro, la abeja reina deposita los huevos que luego se convertirán en abejas.
La cera es un óptimo material para construir ya que es maleable, fuerte y permite almacenar líquidos (miel). Sin embargo, esta requiere de mucha energía para ser generada. Por lo tanto, el diseño de las celdas debe permitir albergar la mayor cantidad de miel con la menor cantidad de cera, evitando los desperdicios. Es decir, una arquitectura útil y eficaz que optimice el uso de materiales.
¿Cómo hacerlo? Se sabe que el círculo es la figura geométrica que alberga la mayor cantidad de área en el menor perímetro. Por lo tanto, las celdas podrían ser circulares. Pero el problema del círculo es que al repetirlo, se generan espacios muertos que estarían desperdiciados. Y como ya sabemos, la naturaleza no genera desperdicio.
El triángulo equilátero y el cuadrado no tienen ese problema, ya que al repetirlos empalman perfectamente, sin espacios residuales, pero el área que albergan no es la mayor. Por lo tanto no sería la opción más eficiente.
Desde el punto de vista matemático, el hexágono es la figura geométrica que permite albergar la mayor cantidad de área con el menor perímetro sin generar espacios desperdiciados, ya que su forma permite la repetición de celdas como perfectos mosaicos. Aún desprovistas de la ayuda de calculadoras o cálculos aritméticos, las abejas llegaron a la correcta tipología.
Muchos científicos aseguran que el diseño en forma hexagonal es el resultado de la memoria genética de las abejas y miles de años de evolución, otros dicen que las abejas realizan celdas circulares que luego adoptan la forma hexagonal debido a la presión de cada abeja por querer hacer la celda lo más grande posible.
Lo cierto es que la arquitectura de la colmena responde al diseño más eficiente que permite albergar la mayor cantidad de espacio con la mayor economía de recursos. Nada mal para un ser que puede llegar a medir 1 cm y medio.
Plan:b arquitectos y JPRCR Arquitectos escucharon el sonido de las abejas y aprendieron de las mismas. En el Jardín Botánico de Medellín crearon el Orquideorama. Un espacio semi-cubierto que permite el desarrollo de distintas actividades inmersas en la flora y fauna del lugar. Una cubierta permeable adopta el concepto de las celdas hexagonales de la colmena permitiendo la flexibilidad de la estructura.
La arquitectura eficiente de las abejas es tan sólo una pequeña muestra de que tan fascinante el mundo que nos rodea puede ser. Lamentablemente estos nobles seres están en peligro de extinción. “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían 4 años de vida”, predijo Einstein. Sin la abeja morirían las plantas, luego los animales, y finalmente los hombres.
Como arquitectos, y seres humanos, debemos aprender de la naturaleza y preservarla.