La Colonia Roma es conocida por su reciente ebullición en el arte y la cultura de nuestro tiempo, llena de galerías de arte, restaurantes, librerías y museos. Sin embargo, su tradición data de la Época Porfiriana a principios del S.XX como ejemplo de presentar a la Ciudad de México como una ciudad moderna al crear la primera colonia, junto con la Condesa, con todos los servicios básicos a la disposición de sus habitantes. Dibujada con bulevares parisinos y calles arboladas, la Roma es el claro ejemplo de una arquitectura art nouveau, ecléctica y afrancesada, que propició el arribo de familias de alta alcurnia.
Con una traza perpendicular de fácil paseo, la Roma durante mucho tiempo fue referencia de la buena arquitectura habitada por gente acaudalada. Sus calles, que portan nombres de ciudades y estados de la República Mexicana marcan sus límites: Chapultepec al Norte, Coahuila al Sur, Cuauhtémoc al Oriente y las avenidas Insurgentes y Veracruz al Poniente. Sin embargo, tiempo después se fraccionó al sur hasta llegar al Río de la Piedad (hoy Viaducto) formando lo que hoy conocemos como la Colonia Roma Sur.
A mediados del siglo XX, después del terremoto de 1985 –acontecimiento en donde se perdió una gran cantidad de edificios de valor arquitectónico importante– muchas personas dejaron la colonia para mudarse a zonas más exclusivas al poniente de la ciudad y fue en este momento en donde se vivió una transformación general. Pasó de ser una zona residencial a una zona comercial y recientemente una colonia declarada Zona de Monumentos Artísticos por el INAH, ya que de todo el país, en ella se encuentran el 10 por ciento de los mismos.
La conjunción de las ciudades con sus habitantes y los barrios con sus tradiciones, enriquecen el valor cultural llevando a cabo un arraigo didáctico que da como resultado una identidad barrial. La comunicación social entre ellos creó diversos ambientes dentro de la ciudad, formando así memorias e historias que los inmuebles no pueden contar. Tal es el caso del director Alfonso Cuarón, quien pasó gran parte de su vida en la colonia y que recientemente realizó su obra más personal inspirada en el lugar que lo vio crecer: Roma.
La memoria, el sin fin de situaciones e imágenes del pasado es la base piramidal de la cinta. Habla de una Roma en el año de 1971, concebida como un recuerdo en la memoria temprana del director, donde no solo trató de recuperar y reconstruir toda una ciudad perdida en el tiempo, sino toda una época hasta el más mínimo detalle, que marcó la historia del país.
Si bien es cierto que el objetivo de Roma no era recrear la Colonia Roma de la época porfiriana, tampoco buscó representar la realidad actual. Se trataba de mostrar un momento específico en la historia de la vida del cineasta para recuperar la ciudad del pasado, misma que se transformó y reinventó a pasos agigantados en busca de la promesa moderna del “progreso”.
En el camino por contar una historia que se apegara a los recuerdos del ayer, el director trabajó con Eugenio Caballero, –productor de arte, famoso por su trabajo en El laberinto del Fauno y curiosamente habitante recurrente del pasado de la colonia– quien fue el responsable de traer al entonces Distrito Federal de los años 70 al alcance de todos en un formato de 16 mm. Tranvías en Insurgentes, cines de permanencia voluntaria, hospitales destruidos y taxis “cocodrilos” olvidados en la memoria colectiva, formaron parte de una extenuante investigación que Caballero, junto con Cuarón, realizaron con base en los recuerdos de la niñez.
Se utilizó CGI (del inglés Computer-Generated Imagery) o efectos especiales para tomas generales de la ciudad, tal es el caso del cruce de Tonalá con Baja California, los mismos tendederos con ropa colgada en las azoteas y parte de las tomas del Centro Médico Nacional, desaparecido parcialmente después del terremoto de 1985. El director realiza una referencia al mismo terremoto donde ocurre un pequeño sismo dentro del hospital. Parte del techo cae sobre las cajas de encubadora de los recién nacidos, como una crónica anunciada de lo que iba a suceder años más tarde.
La Ciudad del México moderno que conocieron nuestros abuelos y nuestros padres ya no existe, la modernidad, las luchas sociales y los terremotos la han cambiado y en el transcurso a todos nosotros. A efecto, algunos lugares de la ciudad no se pudieron grabar en sitio ya que las condiciones no eran óptimas o simplemente ya no existían.
El interior de la casa donde ocurre la mayoría de la trama, fue concebida enteramente a partir de recuerdos y fotos en otra casa a punto de derrumbarse, para construir un edificio departamental, en la colonia Del Valle. Esto permitió modificarla de acuerdo a las demandas del set de grabación. La secuencia en el interior del hospital fue recreada y ambientada en una bodega abandonada dentro del mismo hospital. Sin embargo la hazaña más épica fue la entera creación de la esquina de Insurgentes y Baja California, donde hoy se encuentra la salida del metro Chilpancingo. En la zona de Vallejo, al norte de la Ciudad de México, se erigió el cine Las Américas, que un día fungió como emblema de este cruce de avenidas importantes, con su imponente fachada y estilo palaciego característico de los cines de aquella época.
Son los pequeños detalles los que detonan exquisitamente el trabajo arqueológico, que debió ser la ambientación de la película al rascar en lo más profundo del pasado. Pósters del mundial de México 70, imágenes de Echeverría para presidente, juguetes de antaño, Ensalada de Locos en la televisión, referencias de Perdidos en el Espacio y niños jugando a ser astronautas sin importar su clase social.
De la misma forma, el diseño sonoro de la película –renderizado bajo la marca Dolby ATMOS, la misma que se usó para representar el vacío del espacio en Gravity– fue un arduo trabajo por la cantidad de sonidos que se pueden apreciar de la época, Juan Gabriel y Javier Solís de música de fondo, vendedores ambulantes en las avenidas, la banda de guerra al marchar, el señor de los camotes en su caminata nocturna y los aviones al pasar, son los sonidos característicos de la Ciudad de México que te envuelven, sin abrumar, como una ola de referencias que nos invaden como muestras de una megalópolis viva, que aún se pueden apreciar.
Roma reúne estos elementos magnánimos que se conjugaron con el único hecho de formar parte de una historia sencilla sin ataduras, donde la ciudad funge como otro personaje principal que acompaña y abraza este relato citadino que te hace recordar la ciudad en la que vivimos. Caminas con ella, escuchas sus sonidos, percibes sus olores, sientes sus texturas, la disfrutas, pero también la sufres con el pasar y latir de la situaciones.
La investigación profunda de la arquitectura, la cultura y la vida moderna de ese México que ya no existe, que se quedó sólo en la nostalgia de muchos, hace relucir lo moderno como algo antropológico y te convierte en un espectador más al que le despierta la curiosidad y añoranza de quién lo observa y admira, con aluciones que uno guarda en la memoria.
José Emilio Pacheco menciona al final de su libro Las batallas en el Desierto, ambientado en la colonia Roma: “Demolieron la escuela, demolieron el edificio de Mariana, demolieron mi casa, demolieron la colonia Roma. Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia”.
Parece que el mismo Alfonso Cuarón leyó estas palabras porque retoma muy bien la ciudad en pequeñas cápsulas de tiempo, de las luchas sociales y de la arquitectura en un retrato íntimo. Da a entender que sí hay memoria de aquel México, que sí hay gente que se preocupa por contar historias pasadas. Roma vino para romper esquemas de cómo se ve la trabajadora del hogar, pero también en la forma en que se hace el cine en México.
Roma queda como un referente de la misma ciudad, andar en bici por sus calles, doblar en una esquina a la que no habías pasado antes, pararte a observar un casa, darte el tiempo de admirarla, preguntarse quién la habitó, quién la construyó, todas las historias que se pueden contar y darte cuenta que hay miles de espacios de esta ciudad que no conoces que están ahí, que esperan ser descubiertos y poder contar su historia.
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Nota de la Editora.
Emiliano Bautista Neumann (1994) es egresado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM por la tesis “El video documental como medio crítico y narrativo sobre Arquitectura”, estudió durante un año en la Universidad Finis Terrae en Santiago de Chile, fue acreedor de la Beca FA Fontainebleau en el Programa de Arquitectura de The Fontainebleau Schools of Music and Fine Arts, en Fontainebleau Francia, realizó el documental “Chuchín”, el cual fue ganador del Premio del Jurado y del Público en el Reto UNAM organizado por el Festival DocsMX, actualmente es creador de contenido audiovisual en PienZa Sostenible.
Zaickz Moz (Francisco Mosqueda) es fotógrafo originario del Estado de México. Realizó sus estudios en la Facultad de Arquitectura, UNAM. Actualmente tiene su propio estudio cuyo trabajo se enmarca en la fotografía arquitectónica y urbana, apoyándose en la serialidad intrínseca de la fotografía para llamar la atención sobre un fenómeno y no sobre eventos aislados. En el 2017 inició su primer ensayo fotográfico donde narra a través de la fotografía la historia de una colonia en la periferia de la Ciudad de México explorando el sentido de indentidad y comunidad abordando temas como la apropiación y transformación del espacio.