Cuando hablamos de arquitectura argentina: ¿Existe un estilo autóctono? La pregunta es complicada ya que la Argentina reúne en su ADN una mezcla de varios aportes de distintos lugares. Desde nuestros pueblos originarios, hasta la llegada de habitantes de diversas regiones del mundo. El país es tan rico como diverso.
Ésta diversidad se expresa en nuestras ciudades y edificios. Al caminar por la capital del país, o por algún pueblito escondido en alguna provincia, se pueden ver construcciones de la época colonial conviviendo con algunas modernas y contemporáneas. También están aquellas de “estilo inglés” o “italiano”, que cientos de inmigrantes levantaron con sus propias manos.
Tampoco podemos olvidar la diversidad geográfica: tenemos selvas, llanuras, cerros, estepas, cataratas y glaciares. Generar un estilo que responda a un clima como el de Buenos Aires, no sería válido para Misiones, o Salta.
Aun así, a lo largo de los años, varios arquitectos han tenido la intención de crear un estilo autóctono que nos uniera y representara. Repasemos algunas de sus ideas.
Alejandro Christophersen
Dentro de la primera generación de arquitectos que busca un estilo y carácter nacional se encuentra Alejandro Christophersen. El arquitecto advertía que la Argentina se ha europeizado y proponía crear una arquitectura regional.
Christophersen creía que para conocernos y poder transmitir aquello que éramos, debíamos estudiar nuestro pasado. Precisamente la arquitectura española traída a suelo argentino por las misiones jesuitas. El arte colonial.
Estudiar no para copiar, sino para aprender. Tomar lo bueno, lo lógico y adaptarlo a las nuevas tecnologías para generar una arquitectura que responda a las exigencias de la vida “moderna” pero que refleje nuestro clima, tierra, mentalidad, costumbres, espíritu.
No obstante, entendía que la creación de este nuevo estilo era un proceso paulatino que requeriría de tiempo. No era algo que iba a aparecer de la noche a la mañana ni podía ser impuesto. Su desarrollo debía ser algo natural, que iba a ocurrir lentamente a lo largo del tiempo.
Martín Noel: estética nacional
Con ideales parecidos a Alejandro Christophersen se encuentra Martín Noel. Quizás, uno de los mayores exponentes de la arquitectura neocolonial.
Allá por 1910 Argentina festejó su centenario y Noel aspiraba a la creación de un estilo que nos identifique como argentinos. En contra al afrancesamiento de la ciudad, también puso su ojo en la arquitectura de la época de la colonia.
Viajó por Latinoamérica y realizó un minucioso estudio sobre la arquitectura americana del período hispánico y el valor de las culturas precolombinas. Buscaba la tradición, una arquitectura nacional que se basara en nuestras raíces. Recordar de dónde veníamos y revalorizarlo.
Alejandro Bustillo: el estilo regional
Dentro de la segunda generación de arquitectos se encuentra Alejandro Bustillo. No hay duda que su arquitectura tiene una sólida base en el academicismo francés. Sin embargo, creó y defendió la preservación de un “estilo regional”.
Concebía que la arquitectura afrancesada del centro de Buenos Aires no podía ser igual a la de por ejemplo, la de los cerros nevados del Sur. Desarrolla así un “estilo regional”.
Bariloche fue su piedra fundamental. En 1938 se inaugura el hotel Llao-Llao, y con él, redefine su arquitectura. Deja atrás el almohadillado francés y la piedra París, y utiliza técnicas constructivas regionales y materiales de la zona: maderas de ciprés, alerce, piedra toba, entre otros.
El arquitecto no bajo los brazos cuando en 1939 el edificio se incendió y reemplazó la madera por piedra del lugar, respetando el proyecto original.
Fue tanto su afán por preservar el estilo regional, que redactó una serie de normas para impedir la construcción con materiales que no fueran típicos del lugar. Hoy en día el Código de Construcción municipal obliga a utilizar como mínimo un 30% de materiales del lugar.
Claudio Caveri: las Casas Blancas
Dentro del tercer grupo se encuentra Claudio Caveri, que junto a varios arquitectos que construyeron las “Casas Blancas”. El término fue por primera vez analizado en un artículo que escribió Rafael Iglesia en la revista Summa. Remite a un conjunto de construcciones realizadas a mediados de 1950, que como el nombre lo indica, poseían los muros blanqueados a la cal.
Surge como una crítica al racionalismo y funcionalismo del Movimiento Moderno. Si bien nunca llegó a ser una corriente, el grupo de arquitectos poseía principios comunes.
La casa como máquina resultaba incómoda, impersonal, inhumana. Para ésta época, no solo en Argentina, sino que en toda América y Europa aparecen éstos sentimientos de repudio a la frialdad del Movimiento Moderno.
Por lo tanto, el objetivo de los arquitectos argentinos era humanizar la arquitectura. Vuelven a nuestro pasado regional, y toman elementos del mismo: los muros anchos, las galerías, torres, tolderías. La arquitectura del Noroeste argentino y de las estancias pampeanas.
Rompen con el orden geométrico, el eje de simetría y el liso muro. Los revoques se ven con un acabado más artesanal, no tan perfecto. Es una arquitectura expresiva que, no obstante, posee una raíz en Le Corbusier. No hay que olvidar que para esa época, el creador de la Villa Savoye se encontraba en India en uno de sus períodos más plásticos experimentando la maleabilidad del hormigón.
La necesidad de humanizar la arquitectura y hacerla más artesanal disminuyó la utilización de técnicas y elementos industrializados, lo que produjo un aumento en su costo, y por lo tanto, dificultad de accesibilidad y continuidad en el tiempo.
Reflexiones finales
A lo largo de la historia, ha habido múltiples intenciones de llevar a cabo un estilo propio. Cada uno con características diferentes pero con un fin común: realizar una arquitectura que nos identifique y una. Sólo basta caminar por la calle para darse cuenta de que nuestra arquitectura es heterogénea y no responde a un estilo particular.
Es interesante notar que tantos arquitectos buscaron ese estilo que nos identifique, pero no pudieron hacerlo prosperar en el tiempo. Pero: ¿Por qué? ¿Qué sucedió?
Por un lado, si bien hubo muchas intenciones, fueron más bien esporádicas o puntuales. No hubo una continuidad que permitiese el desarrollo de un mismo estilo, sino que cada generación planteo sus propias ideas.
Parecen acertadas las palabras de Christophersen cuando señala que un estilo no se puede imponer, sino que es más bien un proceso que sucede orgánicamente a lo largo del tiempo. Sin tiempo ninguna idea puede desarrollarse plenamente.
Asimismo, en la búsqueda del estilo autóctono, los arquitectos dieron mucho peso a las tipologías y símbolos de nuestro pasado y no tanto a nuestras costumbres y tradiciones. Hacer foco en: cómo somos, cómo socializamos, cómo están compuestas nuestras familias, cuáles son nuestros hábitos, podría arrojar luz sobre cómo vivimos, y cómo podría ser nuestra arquitectura. Esto proporcionaría un reflejo más fiel de nuestra esencia.
Glenn Murcutt suele decir que una casa es como un traje, los mejores son a medida. Sería interesante ver el desarrollo de un estilo argentino. O quizás simplemente características comunes que sirvan a nuestras costumbres y maneras de habitar. Así, podríamos disfrutar de una arquitectura que este hecha a nuestra medida.