El Blog de Fundación Arquia nos trae un artículo que hace una reflexión desde una experiencia personal, sobre cómo la memoria no debe ser tratada de forma ascética, puesto que no bastan estudios técnicos y tipológicos de un determinado patrimonio arquitectónico o del reconocimiento de las características de un sitio, de sus costumbres o historia. La memoria es emocional y por ello, se necesita entender el verdadero significado del lugar y el valor de esa arquitectura más allá de lo material.
Un día, hace tiempo, me encontraba paseando por las callejuelas de un pueblo de las rocosas y agrestes sierras de mi Almería natal, escudriñando esas tipologías constructivas populares que tanto atraen mi atención. Un señor se me acercó y me dijo: “¿Has visto los molinos?”. Efectivamente, yo ya había trepado por el barranco, sorprendiéndome de la cantidad de estas construcciones que existían, ya en un estado de abandono total.
Observé su vieja maquinaria de hierro oxidado, las escalinatas de lastras de pizarra embebidas en las propias pedrizas, su forjado de madera ya derrumbado, dejando caer las mismas lastras sacadas de la montaña que componían casi la totalidad del material utilizado. Traté de reconstruir en mi mente esa tipología, e imaginarla funcionando. Entonces el señor continuó hablando: “la maquinaria giraba y giraba. Recuerdo el sonido, y cómo olía allí. A veces se calentaba tanto, que tostaba la harina de la molienda, y ya no servía. Tenía 4 años cuando el molinero me dejó entrar a ver. Cogí un puñado de harina con las manos, casi puedo sentirlo ahora, ese tacto, jamás lo olvidaré. Recuerdo cada piedra de ese molino, y la sierra cubierta de cereal”.
De repente me di cuenta. No podemos recrear la memoria de forma ascética. No sólo a través de estudios técnicos y tipológicos, en una puesta en valor del patrimonio arquitectónico material; no sólo reconociendo en la identidad de los sitios, sus costumbres y su historia. La memoria es emocional, y es aprehendida y grabada a fuego a través de sensaciones.
Es necesario recrear lo emocional para tratar de reconstruir mentalmente, ya no cada muro y cada piedra, sino el verdadero significado del lugar, y el verdadero valor de la arquitectura. En el momento que exista una fractura entre esas dos partes (construida y sentida; material y emocional) existe también ruptura entre contemporáneo y memoria, e impide, por completo, la evolución natural de las arquitecturas populares, y su incorporación al oficio actual.
“La esencia del construir es el dejar habitar. La construcción debe respetar el lugar, el mundo, la tierra donde nuestra determinada forma de pensar tiene sentido […]”(1)
Recapitulando conceptos, podríamos decantar esta reflexión en una metodología con objetivos prácticos:
A_ Realizar una aproximación investigadora y pedagógica a las arquitecturas populares desde un nuevo prisma, a través de la memoria como palimpsesto antropológico y como medio empático-emocional.
B_ Analizar la arquitectura popular a través de la memoria, y la memoria a través de los sentidos, generando una nueva metodología de aproximación e interrelacionando su estudio a todos los niveles.
C_ Buscar patrones o invariantes en la memoria sensorial mediante la comparativa de casos de estudio, para poder aplicar estos diferentes áreas geográficas.
D_ Generar, con ello, una base cultural y profesional, fruto de la transmisión de conocimiento, investigación, y experimentación. Potenciar su conexión en red,para lograr un sistema ‘glocal’, y no ‘global’.
E_ Utilizar esta base como presión mediática que reenganche las arquitecturas populares a la línea evolutiva de la arquitectura, siendo tenida en cuenta por normativas, planes de estudios, concursos de arquitectura, etc.
F_ Enfocar estos esfuerzos (y esta fuerza) a desarrollar una arquitectura contemporánea que sea representativa de pueblos y ciudadanos, de áreas rurales y urbanas, de gente sencilla y humilde, y que no dependa de sistemas globales ajenos a las realidades locales.
“La modernidad se separó del pasado; se la obligó a saltar hacia delante en un ritmo vertiginoso que no permite echar raíces, empujándola hacia la supervivencia fugaz que se da de un día para otro. La capacidad de renovación de la modernidad depende de que sepa volver a sus orígenes.” (2)
Referencias:
1.- Adolfo Vásquez Rocca. La Arquitectura de la Memoria. Espacio e Identidad
2.- Octavio Paz. Hijos del limo (1969)
Este artículo fue originalmente publicado como 'Donde habita el pensamiento' en el blog Fundación Arquia y escrito por Ana Asensio. Lee más de sus artículos aquí.