Organizado por el Colegio de Arquitectos de Mendoza, el concurso pretendía obtener propuestas para la transformación del antiguo Parque Zoológico de la ciudad en un Ecoparque, interpretando el cambio de paradigma en la forma de relacionarse con los animales, la flora y el ambiente en general, al mismo tiempo que considerara el carácter histórico patrimonial del predio tanto en el espacio que se inserta, como en los componentes que se relacionan directa o indirectamente con el paisaje construido a través del tiempo.
El jurado otorgó el primer premio a los autores Guillermo Lesch, Leticia Alfaro, Santiago Belozerkovski y los colaboradores Axel Tanner, Camila Erbin y Pablo Vilas. Revisa el proyecto completo a continuación.
Texto enviado por los autores. Transformar la conciencia. El ecoparque debiera contribuir a afianzar el cambio de paradigma. El 'problema' de tener que desmantelar un zoológico, debiera convertirse en una 'oportunidad' para transformar la conciencia. Que el hombre abandone el ego, y deje de estar por encima y sometiendo al medioambiente, para pasar a sentirse parte de un todo que lo trasciende y del cual a su vez es parte. En ese sentido “liberar” a los animales resulta un gesto concreto y contundente.
El concepto holístico de interrelaciones entre las partes formando un todo es el que articula el diseño del ecoparque.
La energía que estaba estancada, empieza a fluir, y a circular producto de las interacciones de las personas entre sí, con las plantas, con los animales, con el aire, el sol, la tierra y el agua, con su cultura, su pasado y su futuro.
El ecoparque transita permanentemente el concepto del todo interrelacionado, y de la toma de conciencia de cómo cada acción concreta de cada uno de nosotros repercute en los demás.
Las zonificaciones, circuitos y recorridos del parque buscan transmitir este concepto no como una idea abstracta, sino como una experiencia concreta en tiempo real. El visitante por ejemplo podrá ver como un residuo que acaba de tirar, se transforma en compost, este abona la huerta, y esta abastece el mercado orgánico que se encuentra a su lado.
Podrá percibir este círculo virtuoso, y poder contrastarlo con el proceso instalado, de degradación de suelo, agroquímicos, transporte contaminante, intermediación, etc. que no hace más que crear cadena de infelicidad en las personas que intervienen en el proceso.
Así, como en este caso podrá claramente ver el efecto de sus acciones en el todo, también podrá percibir lo acertado de trabajar en el cuidado y preservación del bienestar animal en contraposición al anterior criterio de mantener animales encerrados y exhibirlos.
Podrá también ver ejemplos concretos y en tiempo real de incorporación de energías renovables, y empezar a intuir que todas estas no son situaciones aisladas, sino que están íntimamente relacionadas. Como también está íntimamente relacionado el pasado y el futuro.
En ese sentido el respeto por el patrimonio resulta fundamental. El proyecto original del arquitecto Correas, que interpretan muy bien el paisaje natural, se transforma en el esqueleto y soporte del ecoparque.
El proyecto original incorpora acequias en todo su recorrido serpenteante, colaborando con la idea de fluidez y continuidad. A su vez resulta una gran oportunidad para poner en valor el circuito del agua, y su importancia vital.
La gestión del agua en la zona, esta primitiva practica sustentable, un increíble legado de los pueblos originarios, será puesta en valor, no como un elemento melancólico del pasado, sino irrigando concretamente el vivero de especies autóctonas, que abastecerá de nuevos ejemplares al ecoparque y el sector de influencia, transformándose en un verdadero emisor.
Tender puentes entre pasado y futuro, resulta parte fundamental en el concepto de las partes y el todo. La sabiduría de los pueblos originarios, y su cosmovisión, resulta el mejor legado a las generaciones futuras.