El diseño en madera del Colectivo Arrabal, para un pabellón en el desierto de la Región de Antofagasta, es una propuesta que aborda las características del material en la construcción de estructuras versátiles, resistentes y cambiantes.
El proyecto fue desarrollado por estudiantes en el XXV Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura, y se materializa como una 'flor' de madera, lana y uniones de acero, que permite diferentes situaciones al abrirse (un observatorio del cielo nocturno) y cerrarse (un refugio para el sol).
Descripción por el equipo de arquitectos. 'Doña Florinda' es el nombre que damos a este módulo de encuentro para el desierto, por motivo folclórico de la analogía con una flor geometrizada.
El concepto se basa en un pabellón que puede cambiar de forma, pensado para el desierto en el marco del XXV Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura. El desierto y todas sus cualidades poéticas y condiciones límites representaban una gran oportunidad de intentar dejar huella a nivel de paisaje.
Se trata de una analogía a una flor como un espacio versátil; una estructura de madera con uniones de acero, compuesta por 6 módulos (pétalos), pensados para servir como punto de referencia visual en la inmensidad del desierto (alcanza los 6.8m de altura cuando la flor esta 'cerrada'). Al abrirse, funciona como un espacio de encuentro para reunirse a observar el cielo nocturno de Calama.
Hablando con el encargado del observatorio de Chug-Chug, parte de la Fundación Desierto de Atacama -donde fue propuesto el módulo por parte del comité organizador del ELEA-, se llegó a la conclusión que Doña Florinda debería fungir como punto de referencia visual para las caravanas de observación del desierto durante el día, y de las estrellas durante la noche, para ir dando a conocer esta parte del desierto al mundo. Doña Florinda les pareció un hito atractivo para llamar la atención hacia Chug-Chug, utilizando asi mismo el impacto del ELEA, donde cerca 1.500 arquitectos y estudiantes buscan dejar una huella en diferentes regiones de Latinoamérica cada año.
Uno de los objetivos de la fundación es crear atractivos para esta región del desierto, en su lucha por proteger el desierto y evitar que sea consumido por las actividades mineras.
El reto consistía en crear un pabellón versátil, de impacto en escala, y que pudiera ser desarrollado durante la semana del encuentro. Por este motivo se optó por la madera como pieza prefabricada de rápido acceso y manipulación. La idea era construir, en una semana, una flor habitable que pudiera cambiar de forma: cerrada y abierta.
En un principio fue pensado como refugio para el sol durante el día, al estar cerrada, y un observatorio durante la noche al abrirse, pues en Atacama se puede ver uno de los cielos más impresionantes y más limpios para la observación de las constelaciones.
La función de refugio -que implicaba cubrir la flor a modo de pérgola- fue resuelta por medio de un tejido de lana para reforzar la volumetría y dar un visual llamativo, cuyos colores se pensaron para entonar con las tonalidades del paisaje del desierto. La lana es un material efímero que puede ser fácilmente reemplazado, e inclusive los colores pueden ir cambiando con diferentes motivos, según las diferentes etapas de la fundación.
Proyecto: Colectivo Arrabal / Engels Ruelas, Javier Castro, Julio Gutiérrez, Ricardo Bocanegra (México)
Talleristas: Engels Ruelas, Javier Castro
Ubicación: Observatorio de Chug-Chug, comuna de Maria Elena, II Región de Antofagasta