Al otro lado del muro de la vergüenza / Lima, Perú

Advertencia: el presente artículo propone la narrativa según el recorrido desde este al otro lado del muro. Desde lo predecible hasta lo más impredecible. Para situarnos, me permitiré contarlo desde la propia experiencia.

¿Conoces el muro que divide a los ricos de los pobres?, preguntaron tres viajeros griegos; quienes luego de visitar el lado “bonito” de Lima, sospechaban que algo se escondía tras las apariencias. -Pero, ¿cómo es que desde el otro lado del mundo sabían del muro? Claro, las noticias trascienden. Y ¿por qué visitar este muro como algo que hay que ver en nuestra ciudad?, si no es un motivo de orgullo-. Sabía perfectamente de qué hablaban. Ah, lo dije con todas sus letras: el muro de la vergüenza. Ciertamente, tampoco lo conocía in situ, no había salido de mi burbuja urbana, como muchos de los que habitan por estos lares, así que con la misma curiosidad, misma turista de mi propia ciudad, nos enrumbamos…

Desde este lado, el más urbanizado, en algún punto se aprecia el extenso muro a lo lejos, en lo alto, blanco e impenetrable como imponiéndose a la nada. Desde la zona de Las Casuarinas (Surco) y parte de la Molina, se esconde San Juan de Miraflores (SJM) que está apenas al lado. Pero ni sospechamos el universo que hay detrás. Lo mejor es conocer desde el otro lado, nos aconsejaron. Al emprender el camino, en tren eléctrico, de norte a sur, pasar desde la Lima central más formal hasta la más informal es un contraste muy fuerte. Las casas sólidas y bien diseñadas se van desintegrando hasta lo más mínimo. De concreto a tierra. Al llegar a SJM, tomar un taxi (o combi) hacia Pamplona Alta, barriada que limita con el muro. Ligero temor a lo desconocido. Conforme el auto iba subiendo -por un camino de tierra- e interiorizándose en la zona, de pronto empezábamos a rodearnos de cerros, más que en otras partes de la ciudad, mares de casas de colores; y sin darnos cuenta, ya estábamos, literalmente, al centro del problema.

© Henry Cárdenas

No sabes si indignarte o asombrarte. Definitivamente es un paisaje abrumador y ¿bello? Tanta pobreza que en su vulnerabilidad expuesta con sinceridad reta a la belleza.

In situ

Al final del camino de tierra, hay un cementerio que se integra en el paisaje con nichos en forma de casas miniatura. Llegas hasta donde el carro puede subir, luego a pie. Nos recibe una plataforma de tierra donde hay una cancha de fútbol, unas tiendas junto a un local de comida, y una pequeña biblioteca en construcción con botellas de plástico. Evidente carencia de equipamiento y espacio público.

© Orestis Karagiannis
© Orestis Karagiannis
© Delia Esperanza

Bajamos del taxi, y el taxista se transformó en guía. Sabiduría popular. Subir esas empinadas escaleras azules al cielo, como de 12 pisos aproximadamente, obliga a hacer pausas de reflexión. Mientras vas subiendo, notas cada vez más las necesidades del lugar, y al llegar a la cima, puedes apreciar todo. Todo eso que habías leído o visto por ahí y más. Primero te chocas con el muro, luego te percatas del esperado contraste y después giras de vuelta mirando lo que has transitado y te quedas allí detenido en el tiempo, con este lado, a su lado: porque la simpleza retiene la mirada, está invadido de pura vida.

© Orestis Karagiannis
© Delia Esperanza

'Cuando dicen que Lima tiene alrededor de diez millones de habitantes, no podía creerlo, ahora entiendo. Muchos habitan los cerros', dijo uno de los visitantes griegos asombrado frente a una 'Vista Hermosa', tal como el nombre del lugar lo esboza.

© Delia Esperanza

Dualidad: Ricos y Pobres

'Ud. vive al otro lado? ¿Y qué hay allá?… ¿y allá?'. Y te enteras, que muchos nunca han cruzado al otro lado, ni tienen el interés de hacerlo.

Al fin, el muro frente a ti: y de golpe esta perspectiva donde te das cuenta que se divide Lima en dos. Y perteneces sí o sí, a un lado o al otro. Inmediatamente pasas a formar parte de “los del otro lado”. Y todo lo que conlleva ese imaginario. Sensación incómoda.

© Henry Cárdenas

Ante los ojos, es una fuerte división entre ricos y pobres, pero que no solo incluye los opuestos cercanos (Casuarinas y casas de ruinas) sino también lo formal y lo informal. Y que el otro lado de blanco pureza, en ocasiones, también podría significar poder y control que se distancia del color y lo espontáneo. Es un lado rígido separado de un lado orgánico. El mismo cerro es lo único que tienen en común sin ser verdaderamente compartido. El muro está a kilómetros de distancia de los ricos para quienes el cerro está intacto, mientras que para los pobres el cerro está a unos cuantos pasos totalmente invadido. Las casas tipo "mansiones" varían de 1000 a 3000 m2 , mientras que las casas tipo "chozas" son en promedio de 15 m2. Otras cifras indican que San Juan de Miraflores, distrito de Pamplona Alta, es el segundo más inseguro de Lima, según la ONG Ciudad Nuestra. En cambio Surco, distrito de Las Casuarinas, es el cuarto más seguro de Lima.

Cortesía de Juan Caycho
© Orestis Karagiannis

Lo primero que vemos desde arriba es la urbanización contigua: Las Casuarinas, creada en los años 50, es una de las zonas más lujosas de Lima con una de las vistas más privilegiadas de la capital. Resguardada. En su límite hacia las faldas del cerro está este muro, mientras que al ingreso de dicha urbanización hay una reja. Tan exclusiva es la zona que piden identificación al ingresar, todo bien, el problema es cuando te incomodan e interrogan. Lo recuerdo perfectamente. Fui a hacer un levantamiento en una de las inmensas casas con amplios jardines y piscina, y el guardia de seguridad no se contentó con mi DNI, sino que me pidió bajar del auto y contarle a otro guardia hasta qué iba a hacer allí adentro (¿?). Mejor traspasemos este muro.

© Orestis Karagiannis
© Delia Esperanza

¿Cómo es la vida al otro lado del muro?

A mí me gustaría poder ver todo el paisaje que ese muro me tapa, igual lo que vemos es bonito, pero viviendo arriba del cerro, nos gustaría poder elegir qué ver y qué no...

© Orestis Karagiannis
© Orestis Karagiannis

Reclaman los niños, aunque tienen miedo a los alacranes que les han dicho que hay del otro lado. Hasta parece verdad. Los niños colocan piedras a manera de una escalera para trepar el muro y mirar hacia el otro lado, pero su vista no tiene nada que envidiar más que el mar.

© Delia Esperanza

La forma de vida es sacar el máximo provecho a lo mínimo. Pamplona Alta es un asentamiento humano, un barrio informal construido con invasiones y con poco, sin ningún tipo de planificación urbana. La vida es comunitaria, conviven inmigrantes de otras regiones del país donde los vecinos se integran y apoyan. Son trabajadores, muchos nos comparten sus anécdotas de los trajines al amanecer cuando despiertan a las 4 o 5 de la mañana para salir y estar a tiempo al otro lado del muro.

© Delia Esperanza
© Delia Esperanza
© Delia Esperanza

Las casas son de esteras, calaminas, triplay, madera, plástico y todo tipo de material reciclado. Se asientan en el terreno en pendiente con llantas, costales de tierra compactada y piedras, pues es la forma más rápida y económica de rellenar y crear plataformas. “Agua no. Luz hace unos meses", porque hasta hace poco, era totalmente precario sin ningún servicio.

© Delia Esperanza
© Delia Esperanza

Lo interesante de la forma de habitar aquí y que quizás los identifica, es su emplazamiento respecto al muro, como un límite de llegada o de partida, donde se integran espacios entre el muro y las viviendas medianeras, o donde la vivienda adosa uno de sus muros a este. Por otro lado, todas las casas, con sus pocos elementos constructivos, tienen un espacio previo para sentarse, conversar, sombra; ya sean unas gradas, una terraza o un “techito”, creando espacios espontáneos para la convivencia.

© Delia Esperanza
© Orestis Karagiannis

Así, los pobladores de estos asentamientos informales no construyen muros, sino apertura a la calle. A pesar de invadir de forma no planificada, tienen la sabiduría de lo que es relacionarse con los vecinos. Ese sentimiento gregario de ciudad. Esto no es novedad, sucede en la periferia de Lima y en otras ciudades latinoamericanas, y seguimos sin verlo realmente. Pero lo que sí sorprende es la paz y tranquilidad que se respira aquí frente a la fama de delincuencia y peligro.

© Delia Esperanza

Es digno de reconocimiento que en todo este lado del muro al que le damos la espalda desde la lima formal, tiene mucho que enseñarnos sobre ciudad, lo ocultamos y en vez de atacar el problema, lo evadimos. Necesidad cruda de vivienda digna y todo lo necesario para que un barrio coexista.

© Delia Esperanza

El muro

¿Cómo es?

Forma de serpiente. De casi tres metros de altura, de aproximadamente 10 km de longitud. Es un muro de concreto con alambre de púas. Blanco por fuera y de color por dentro. (Viéndolo desde el lado donde estamos parados). Mientras que al otro lado, este muro es lo más limpio posible; este lado tiene partes con color que identifican a los vecinos o algunas intervenciones de murales hechas por artistas o distintos colectivos  junto con niños del lugar y jóvenes voluntarios que expresan algún mensaje de unión. Algunos como la Brigada Muralista pintan paisajes y cielos como para atravesar el muro con arte y otros como Acción Poética rompen barreras con poesía.

© Orestis Karagiannis

'Manos y corazones para pintar este muro de la vergüenza'. La brigada y los demás colectivos hicieron este llamado para darle color al concreto impuesto en la frontera.

Cortesía de Brigada Muralista
Cortesía de Volante y Rasante

Hace sólo tres años había en el muro unos carteles que avisaban contra cualquier intento de pasar al otro lado: “Prohibido el paso. Orden de disparo”. Es un muro impenetrable, pero hay una excepción: una puertita que permanece cerrada a cal y canto por las noches y abierta de día bajo el control de un guardia que permite pasar con identificación a quienes trabajan en la Molina como guardias, empleadas domésticas, jardineros, etc. Y si no fuera por este pase, que les permite atravesar rápidamente en minutos, tendrían que dar toda la vuelta en casi tres horas de trayecto.Un insuficiente intento de conexión...

A pesar de estar situados unos al lado de otros, este muro acentúa una distancia no-física, con lo cual crea una brecha, un vacío urbano, para quienes también deberían tener la oportunidad de acceder directamente a todo lo que la otra parte de la ciudad ofrece. 

© Delia Esperanza

¿Por qué existe?

Hay muchas versiones que derivan de las situaciones que ha atravesado nuestro país y afectado directamente a la zona. Dar seguridad frente a la violencia y delincuencia, prevenir más invasiones en el cerro de un lado al otro, ocultar la vista de las "chozas", diferenciar las clases sociales, acaso un acto de discriminación, etc. Para otros, la causa es simple: una notable y extensa ausencia de planificación urbana en la ciudad.

© Delia Esperanza

'Más de la mitad de las urbanizaciones de Lima nacieron a partir de invasiones y tráfico de terrenos", según el urbanista Pablo Vega Centeno quien además explica que la construcción de muros como este ocurre por la necesidad de marcar diferencias sociales con elementos físicos. "Es miedo a la cercanía social. Por afirmar mucho la seguridad interna seguimos una lógica de miedo al exterior, de exclusión en casi toda Latinoamérica'.

© Delia Esperanza

La zona de Pamplona Alta se comenzó a invadir en la década de 1970, cuenta Diana Rivas, antropóloga que escribió una tesis sobre el muro. En esa época se incrementaron las invasiones por la llegada masiva de inmigrantes de zonas rurales que huían de la miseria dejada por la grave crisis que atravesaba el país y por la violencia del conflicto interno creado por la guerrilla de Sendero Luminoso. Es así que el origen físico del muro se da en un emblemático colegio privado de los jesuitas, que ante los invasores cercó el perímetro de la escuela para, entre otras cosas, evitar que los vecinos robaran los productos de sus huertas. 

Fue entonces cuando se comenzó a levantar la muralla en los años 80, en la época del terrorismo y del avance de invasiones en el Perú, como medida de prevención y seguridad frente a una atmósfera de violencia, delincuencia y temor.

© Orestis Karagiannis

Poco a poco se amplió y su construcción avanzó conforme lo hacían las invasiones a lo largo del cerro proyectándose hacia el oeste de la ciudad. En los últimos años, se hizo otro tramo alrededor del 2011 ante el surgimiento del asentamiento Fronteras Unidas; finalmente, hace 3 años se construyó el último tramo del muro frente al asentamiento Vista Hermosa, demoró meses en ser construido.

Mientras las invasiones aumentan, el muro se prolonga para prevenirlas -o evadirlas- con un tono de resignación y costumbre a consecuencia de una situación de inseguridad inicial, pero que hoy valdría la pena replantear.

© Delia Esperanza

Este muro encierra contrastes y paradojas. Otra de las paradojas es que los mismos vecinos de la parte que vive con precariedad son contratados para construir el muro que los separa. Ellos aprovechan cualquier trabajo que les cae como una oportunidad.

A pesar de algunos motivos expuestos, nos seguimos preguntando por qué existe hasta hoy...

Percepciones

Hoy, el muro representa varias cosas: temor, seguridad, solución, desconexión, distancia, incomunicación, desigualdad, frustración, incomodidad, exceso, conformismo, resignación, segregación, paz, caos…tantas interpretaciones como personas y libertades de expresión existen. 

© Orestis Karagiannis

"Hay una diferencia en la percepción del muro", sostiene Pedro Elías, psicólogo comunitario de Ayni Perú Educación Alternativa, asociación que ha construido una pequeña escuela allí. Durante su proceso se percató de las distintas miradas: mientras para los niños es como un juego o algo anecdótico, o hasta creen que es para evitar invasiones del otro lado; los padres tienen más resentimiento al respecto, pues muchos sienten desigualdad e incomunicación. Para otros, es irónico, pero ante la creencia de sentir que perturban de un lado al otro, han llegado a aceptar ese muro como un “símbolo de paz a los conflictos” y así evitar relacionarse o tener problemas de formas de pensar muy distintas. Por último, hay quienes les parece normal, pues desde que llegaron ya estaba el muro y no conocen como era sin esa barrera. Ante los ojos de muchos de los que viven aquí o visitan el lugar, el muro es un símbolo de desigualdad social en el país.

'Yo cuando lo conocí me generó tristeza, insatisfacción, un rabia acumulada de saber que los limeños, los peruanos estamos colocando muros en lugares donde deberíamos estrechar la mano'. - Ayni.

© Delia Esperanza

Las limitaciones mentales son más fuertes que las limitaciones físicas

Detrás de este muro físico, hay un muro más fuerte aún: la mente cerrada. Es alarmante que después de tantos años de evolución donde se han diluido los muros, sigan existiendo soluciones facilistas como el hecho de colocar o mantener un muro y olvidarse del verdadero problema, peor aún crear otros problemas en torno a esta división/barrera/límite. Segregación urbana. Puede ser llamado como sea, al final es una vergüenza. Salvando las distancias, hoy nos toca presenciar este panorama, nuestro muro y el muro de Trump, pero el principal muro que deben echar abajo es el muro de la indiferencia y la injusticia social; ahí precisamente donde la arquitectura juega su rol más importante: dar a la vida de los seres humanos los espacios y la dignidad que se ha conquistado a través de la historia.

© Orestis Karagiannis

¿Qué alternativas ofrece la arquitectura frente a esto? Este lado del muro, de crecimiento informal y espontáneo es el lado impredecible, porque nadie sabe cómo terminará siendo, cómo seguirá creciendo, pues las invasiones siguen y seguirán, hasta que los atendamos con mayor planificación urbana...pero, y nosotros como arquitectos, ¿de qué lado del muro estamos? o mejor dicho, ¿cómo erradicamos muros?. Conectar con espacio público, esbozar sutiles límites permeables, diluir barreras con arte. Es complejo, pero podemos atender el tema con pinzas y encontrar otras soluciones más integradoras que beneficien ambas partes como una sola.

© Delia Esperanza

Volvemos a las formalidades, de vuelta a nuestro lado un poco mareados e intoxicados de realidad pura y dura. Al otro lado del muro te das cuenta que el lado pobre es el que decide dar la espalda: pobre de mente, de soluciones, de armas tomar; pobreza del alma.  Al otro lado del muro está la riqueza de la convivencia en comunidad.

© Delia Esperanza

Nota: Si te has quedado con ganas de demoler muros por la paz, es que has entendido el trasfondo de este relato-recorrido.

 Crédito de fotografías: Orestis Karagiannis, Henry Cárdenas, Juan Caycho

Sobre este autor/a
Cita: Delia Bayona. "Al otro lado del muro de la vergüenza / Lima, Perú" 24 mar 2017. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/806745/conoces-el-muro-de-la-verguenza-que-divide-a-los-ricos-de-los-pobres-en-lima-que-hay-al-otro-lado> ISSN 0719-8914

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