En la diversa práctica arquitectónica argentina, el estudio de arquitectos a77 disfruta de la construcción de proyectos con sus propias manos. Su trabajo consiste en la producción de una diversidad de objetos -con materiales descartados por la industria- que llegan a manifestarse en piezas de arquitectura.
La actuación del estudio aborda desde el desarrollo de trabajos de vivienda experimental y diseño, como también en la producción de dispositivos constructivos y de dinámicas sociales.
Invitados por la Escuela de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae los fundadores del estudio a77, Lucas Gilardi y Gustavo Diéguez, dictarán una conferencia en Santiago mañana miércoles 21 de septiembre. Con el motivo de conocerlos un poco más, hace unos días les realizamos esta entrevista que nos permitió reflexionar un poco más acerca del rol del arquitecto en el contexto argentino contemporáneo.
¿Cómo definen la práctica de a77? Como una práctica que tiene muchas formas de ser encarada, que no hay una sola forma de abordar. Ultimamente los trabajos que estamos haciendo tienen que ver con acciones en espacio público o proyectos que tienen que ver con dinámicas vinculadas a instituciones, o con otros grupos de amigos o profesionales que están en lo mismo que nosotros, desarrollando proyectos que tienen que ver con una temática cultural o con desarrollar proyectos a más largo plazo que pueden ir creciendo, irse desdoblando e irse multiplicando. Ahora mismo es una estructura que está abierta también a transformarse.
¿Cómo abordan la escala y el diseño, desde lo objetual hasta la arquitectura misma? Todas las obras que hacemos en general están al alcance de nuestras manos. Esto quiere decir que nosotros ponemos nuestras manos como herramientas porque nos da placer trabajar con los materiales, con las herramientas y también trabajar con grupos de distintas personas y distintas disciplinas. Algunas obras nuestras son un poco más grandes y ahí si necesitamos convocar a otros gremios, como en obras de reciclaje de arquitectura o de casas antiguas. Pero el resto de nuestras obras son todas intervenciones de nuestras manos directas. Por eso también nuestro lugar de trabajo es un taller de construcción, no es una oficina con computadoras. Esas sí las tenemos instaladas de otra forma en nuestras casas, pero el taller nuestro es un lugar de trabajo manual. Es como un taller de artesanos más que un lugar de desarrollo de proyectos en planos.
Más que una oficina somos más un taller de arquitectura.
¿Cómo introducen la experimentación en su manera de actuar? Muchas cosas que construimos están hechas con desperdicios o con cosas que ya están fuera de uso, y muchas veces se trata de ponerlas a prueba. A veces hacemos alguna modificación a la pieza, pero las mismas piezas a veces dan un indicio de para qué lado se puede modificar, o qué resiste y que no resiste. Hay bastante experimentación en eso, y por supuesto, va a depender del encargo.
¿Cómo se enfrentan a las consignas de un encargo? En realidad ahora estamos haciendo trabajos autogestionados, pero también la mayoría de los trabajos son otros encargos que van apareciendo a partir de haber desarrollado una forma de trabajar. A veces los encargos surgen luego de haber visto nuestros trabajos ya desarrollados. Entonces, no es que actualmente nosotros sólo inventamos nuestros propios proyectos, sino que muchos proyectos vienen propiciados porque alguien vio que nosotros lo podemos hacer.
¿De qué manera el trabajo en red con otros actores y otros profesionales incide en la prática de a77? Empezamos aprendiendo de los artistas, involucrándonos con una red de artistas que hubo en la época cercana a la crisis en Argentina en 2001. Y al haber formado una red de artistas y de gente muy diversa, de ahí aprendimos a buscar formas de contribución y de definir proyectos en red. Al mismo tiempo que nosotros nos estábamos formando como profesionales estábamos aprendiendo también esa forma de relación con los demás.
Esa relación con los demás nos ilumino de alguna forma. Cuando uno quiere hacer algo debe empezar a juntarse con otras personas que también quieren hacer algo y no hay que esperar tantas operaciones institucionales. Simplemente si hay un grupo de gente que ya quiere cambiar algo, se juntan las voluntades y a empujar para adelante!
¿Consideran que en la construcción de dinámicas sociales en sus proyectos, la política se encuentra involucrada? Yo creo que todos los que producen arquitectura tienen un pensamiento político. Nosotros lo tenemos relacionado un poco a la definición que nos estás dando. Principalmente, porque fue la que nos permitió desarrollar nuestro trabajo. Nosotros pudimos hacer lo que queríamos cuando nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo desarrollándolo nosotros y eso fue desarrollando una política de la autogestión, de la autoconstrucción, de la construcción por nosotros mismos, de usar los materiales que tenemos a nuestro alcance y de involucrarnos con las personas que están cerca de nuestra red inmediata.
Y a partir de ahí se fue como diversificando la posibilidad y nos fuimos dando cuenta de que eso era una postura política. Nosotros no empezamos pensando que íbamos a hacer política. Sabemos que ahora estamos tomando decisiones que tienen que ver con una cierta posición política. Sobretodo sobre el espacio público y las formas de relacionarse con los otros en la ciudad.
¿Se involucran activamente respecto al ámbito académico? Los dos somos profesores en la Facultad de arquitectura, diseño y urbanismo -FADU- de la Universidad de Buenos Aires. Lucas es el Director de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Además, también damos clases en dos universidades privadas.
Cada vez que damos clases tratamos de hacer nuestro trabajo transparente. Ahora mismo estamos de directores de un trabajo de extensión que fue iniciado por un grupo de chicos que está trabajando con una comunidad en un asentamiento y nos propusieron como sus directores. Es estimulante para nosotros.
A partir del año pasado empezamos a producir un espacio que se llama "Espacio de exploración". Es una convocatoria abierta en la que nosotros seleccionamos 2 o 3 trabajos o personas con interés relacionados con la temática del espacio público, y acompañamos durante 3 meses -más o menos- a que el proyecto que están teniendo madure o que vaya teniendo forma. Y este grupo es uno de los que el año pasado nos acompañó en esta experiencia, y ellos siguen creciendo en su trabajo y en su forma de relacionarse con las comunidades con compromiso social. A nosotros nos viene muy bien eso y sentirnos incluidos en ese trabajo también. Es un reconocimiento de nuestros propios estudiantes.
¿Suponen que su producción se pueda entender como uno del tipo de low-tech? Lo low-tech se entiende como una estética también. Por un momento nuestro impulso fue construir con desperdicios, y luego eso se fue construyendo como un material. Nosotros llevamos 10 años trabajando con esta dinámica que ha ido tomando formas diferentes.
Nuestro lenguaje y estética son muchas veces materiales de descarte, que se llevan a una instancia en la que resuelven problemas funcionales pero que también dan una forma y que permite transmitir algo más allá de eso.
¿Qué pueden decirnos acerca de su opinión de la arquitectura argentina? Creemos que no hay la suficiente cantidad de arquitectura pública como debiese haber. Durante mucho tiempo hubo poca arquitectura pública, por eso era un poco lógico que la arquitectura argentina se caracterizara por viviendas privadas. Por otro lado, en el ultimo tiempo también hubo muchas posibilidades a partir de un plan del estado que se llamaba Procrear, de hacer muchas viviendas individuales pero para gente con menos recursos, de la clase media, pero no con tantas posibilidades. Con lo cual se abrieron muchas oportunidades para arquitectos jóvenes a hacer su primera obra y eso dinamizó mucho la arquitectura local en los últimos 3 o 5 años.
Todavía no sabemos si eso va a seguir ahora con el cambio de gobierno. Hay una serie de concursos que tratan de posicionar nuevamente la arquitectura pública, pero está todavía todo muy reciente.
Lo real es que hay una generación de arquitectos que tienenen treinta y tantos años ahora -osea una generación más chica que nosotros-, que vienen con mucha capacidad y con muchas ganas de hacer cosas. Y si se dan las condiciones necesarias en el país, esta debiera ser una buena oportunidad para la arquitectura argentina.