En los últimos años hemos presenciado el comienzo de una nueva forma de gobernanza urbana tras las múltiples protestas que han ocurrido en Europa, como es el caso del movimiento 15M en España (2011) y más recientemente en Francia, el llamado Nuit Debout ; es así como nuevas estrategias en torno a nuevas formas de democracia y tecnologías participativas han visto la luz.
Estamos en un momento donde los ciudadanos están luchando por y con la ciudad: se han apropiado y apoderado de sus plazas, calles y museos, como ha ocurrido en Madrid. Han transformando el espacio público en un espacio despolitizado y mediador de una reconfiguración social y urbana que promueve a su vez una democracia participativa y reclama con estas acciones el “derecho a la ciudad”.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿estas acciones colectivas realmente inciden en la transformación de la ciudad? ¿Estamos transitando a una sociedad en donde su ciudadanía participa de forma activa en su desarrollo, involucrándose en buscar nuevas alternativas para la construcción de las ciudades? De ser así, ¿cuál y cómo es el futuro de los profesionales de la arquitectura y el urbanismo?
Si bien estos los movimientos sociales europeos como el 15M y Nuit Debout surgieron en contextos de crisis, lo que los une es el deseo de vivir en ciudades más democráticas. Lo que se reivindica es hacer más público lo público, exigiendo más transparencia y privacidad para los ciudadanos.
Así pues, frente a la demanda de un cambio político urgente, es que surgen estos movimientos sociales urbanos generando nuevos modelos de acción colectiva, que impulsan a cada individuo a convertirse en un agente activo con potencial transformador de las actuales políticas públicas.
Movimientos sociales como motores para obtener el derecho a la ciudad
Es preciso explicar que la protesta y el activismo están muy presentes en las sociedades europeas que buscan actuar solidariamente con los sectores marginalizados de la sociedad. Tal como explica Sergio Martínez en “El derecho a la ciudad como derecho a mirar” [pdf], “su escenario propio es el de la ciudad, en la cual se despliegan una infinidad de acciones y luchas contra la falta de vivienda, la violencia policial, la institucionalización de la precariedad, y a favor de los sin techo y los inmigrantes, o de las demandas de las minorías”.
No obstante, la magnitud que logran tanto el 15M como Nuit Debout emerge de una situación de descontento político acumulado por sociedades que no se sienten representadas por sus políticos en el poder. Es por esta razón que estos modelos de protestas que eran inicialmente locales, basados en la reapropiación de lo público en las capitales, se transmite y se propaga rápidamente al resto de las ciudades de España y Francia, respectivamente, logrando convertirse en manifestaciones masivas y dejando así una marca a escala global.
Tal como adelantaba el sociólogo francés Henri Lefbvre en “La Revolución Urbana” (1972), “por un momento las divisorias convencionales entre lo privado y lo público, entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre lo social y lo político parecieron disolverse, anunciando la posibilidad de una revolución en las formas cotidianas de espacio social”.
Por ello, al observar la ola de movilizaciones a nivel mundial, que desafían y buscan incidir en la política local al no sentirse representados por sus dirigentes, es necesario preguntarse: ¿de quién es la ciudad?, ¿quién debe tomar las decisiones?, ¿para quién y con quién se planifica?
Lefebvre proclama que “todas las personas tienen el derecho a crear ciudades que respondan a las necesidades más humanas”, invocando lo que él llama como derecho a la ciudad, y es mediante este derecho que se puede “restaurar el sentido de ciudad, instaurar la posibilidad del buen vivir” para todos, y hacer de la ciudad “el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva” , según explica la politóloga Charlotte Mathivet en El derecho a la ciudad: claves para entender la propuesta de crear “Otra ciudad posible”.
Acciones colectivas, una participación democrática como forma de hacer ciudad
El contexto de crisis y precariedad económica que ha estado presente en el modelo urbano actual, ha agotado y despertado a una sociedad en busca de alternativas, que exige una democracia participativa y que construye junto a ciudadanos activos una vida colectiva. Es esta voluntad, la que ha generado nuevas acciones colectivas permitiendo a personas de todos los ámbitos implicarse a la hora de transformar los espacios urbanos de una ciudad.
Así se forman iniciativas como el encuentro de Ciudades Democráticas, realizado en mayo de este año en Madrid, que transformó el Museo Reina Sofía durante toda una semana en un espacio abierto para debatir sobre “propiedad privada y capitalismo, democracia, economía, tecnología, seguridad y privacidad o sistemas de participación democrática como forma de hacer política directa”.
“Hablamos de movimientos ciudadanos y de identidades colectivas en sociedades conectadas, donde el concepto de tecnopolítica consiste en entender esta nueva realidad y la visión estratégica y uso táctico de herramientas digitales para la dinamización colectiva”, comenta Javier Toret, investigador en tecnopolítica y activista de los movimientos 15M Y Nuit Debout en el encuentro de Ciudades Democráticas.
Durante las sesiones también se encontraba Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid, quien proclamó: “soy una señora mayor, una política ocasional. ¿Qué es una alcaldesa? Soy una vecina más, que gestiona la ciudad de Madrid”, incitando a la nueva generación a transformar la democracia para lograr cambiar la situación de España. “ Un cambio verdadero significa cambiar las estructuras, se ha acabado ya el tiempo de las leyes como siempre”, agregó Carmena.
Con el proyecto “¿Qué hacemos en Plaza España?”, quedó demostrado que es posible implicarse como ciudadano, tomar decisiones e incidir dentro de la planificación de la ciudad; un proyecto ejemplar donde se crear un diálogo entre democracia directa, participación ciudadana y redes comunes. Así también como Decide Madrid, existen otras iniciativas de participación digital, como Hackity App que invitan a sus ciudadanos a formar parte y reimaginar el espacio urbano que habitan.
Al ver estas iniciativas y maneras innovadoras de hacer ciudad, nos damos cuenta que “el urbanismo ya no está en manos de arquitectos y expertos, sino es diseñado por los propios ciudadanos”, como lo expresó el antropólogo Adolfo Estella en el congreso #CiudadesDemocráticas.
Ante esto, es inevitable preguntarse: ¿hacia dónde va nuestra profesión?
¿Cuales son las alternativas para el arquitecto y urbanista?
En realidad la intención de transitar a una nueva sociedad se basa en nuevas formas de gobernar la ciudad y en utilizar todos los recursos que tenemos a disposición para mejorar la democracia apoyados en tecnologías abiertas y colaborativas.
Históricamente, el arquitecto ha desempeñado un rol importante dentro la sociedad ya que al construir no solo está transformando el espacio urbano, sino que también incide y cambia las condiciones de vida de sus usuarios. Cuando el Estado y sus políticas públicas dejan de lado problemas vinculados al espacio público, la educación o la auto-gestión “la arquitectura debe tener un papel importante en el control público y privado”, tal como plantea el arquitecto español Santiago Cirugeda en el libro “La ciudad rebelde”. De esta forma, sigue Cirugeda, “la responsabilidad natural del arquitecto exige que desempeñe su rol social con capacidad crítica” para así implicarse activamente en la transformación de la ciudad.
De esta manera, diversos colectivos de arquitectos y urbanistas replantean la manera de hacer ciudad, involucrando “lo técnico, lo urbano, las tecnologías digitales”,como comenta Eva Rueda durante #CiudadesDemocráticas, para abrir el proyecto urbano a sus habitantes. Entre ellos están Arquitecturas Colectivas, uniendo a colectivos de arquitectura españoles e internacionales que comparten sus conocimientos sobre el trabajo colaborativo; Archive TAZ, que recoge experiencias de espacios de auto-gestión ciudadana y otras plataformas como CivicWise, Todo por la praxis y CIVICS, solo por mencionar algunas.
Ahora, ya no estamos solos, nos encontramos en un momento crucial en donde la ciudadanía es activa y desea implicarse en el futuro de sus ciudades. Adicionalmente, tenemos a total disposición las herramientas digitales necesarias para ser más eficaces como arquitectos y urbanistas y así lograr un mayor y mejor impacto desde nuestra disciplina.
Así pues, aprovechemos estos recursos, organicémonos y colaboremos de la mano con otros grupos arquitectos, sociólogos, antropólogos, paisajistas, abogados y ciudadanos para establecer estrategias comunes que nos pinten un futuro con ciudades más democráticas. Ciudades más humanas. Ciudades más nuestras.