Durante el siglo XX, un aula era una sala cerrada con 40 pupitres alineados y una pizarra, situada un peldaño más arriba. Se buscaba evitar distracciones y concentrar la atención del estudiante en un solo punto, la tiza del profesor. Un aprendizaje jerárquico, basado en la memoria, que ponía el acento en los conocimientos académicos.
En algunos lugares, esta estructura de aulas tradicionales está siendo reemplazada por plazas de aprendizaje, espacios de trabajo de hasta 100 alumnos y varios docentes. El pupitre desaparece sustituido por mesas de 6 plazas, donde unos alumnos comparten tarea, mientras otros se sientan en la zona de moqueta, donde exponen y discuten su trabajo. Este esquema fomenta la colaboración y permite agrupaciones distintas para cada actividad, pero contiene errores: La biblioteca, que antes era un espacio aislado al que iban a estudiar solo algunos, se disuelve ahora entre las aulas en estanterías bajas, sin espacios asociados que permitan cierto recogimiento y tengan esa iluminación tenue necesaria para absorber conocimiento.
Quizás veamos una nueva generación capaz de concentrarse en entornos llenos de distracciones. O quizás una que valore las habilidades prácticas sobre la concentración. Las dos cosas pueden pasar, pero es el balanceo entre los espacios de soledad y los de exposición social donde la arquitectura puede aportar algo a la educación. La existencia de varios ambientes dentro de un aula permite observar la preferencia natural de cada alumno por un entorno u otro. No se trata de esa idea antigua de que cada niño encuentre su vocación, si no de fomentar la comunicación entre los alumnos con más aptitud para el estudio y los que demuestran más capacidad de interacción.
Así se organizan los aularios del proyecto, en los edificios reformados y los de nueva planta, con la idea de multiplicar los intercambios de conocimiento entre niños con distintas habilidades.
Y con esa misma idea se organizan las piezas del proyecto: El Colegio, una institución británica con más de 80 años de historia, está formado por varios edificios, de épocas y estilos diferentes. Se añade una pérgola en el perímetro de las zonas deportivas, que comunica los accesos a cada edificio y permite un recorrido en sombra alrededor del conjunto, a la manera de los antiguos claustros. Este elemento dota al colegio de identidad y pone en valor las zonas deportivas, permitiendo incluso convertir la construcción -mediante gradas desmontables- en un pequeño coliseo.
El proyecto se organiza para interrumpir lo mínimo la actividad académica: Comienza con la construcción del edificio de primaria y el aparcamiento. Después se realiza la demolición del actual edificio de primaria y la habilitación de un carril apeadero en paralelo a la Calle de acceso. Una vez completada esta fase, se construye el nuevo polideportivo mientras se reforma el edificio existente de secundaria. Por último se realiza la demolición del actual polideportivo y la construcción en su lugar del nuevo teatro.
Arquitectos
Jorge Álvarez‐Builla y Victor GarzónUbicación
Av. Sta. Cruz 1251, Miraflores, PerúIngeniería
Rodrigo Alvarez (Impulso)Infografía
Programa
Aulario de primaria (2992m2), Polideportivo (3091m2), Parking (4824m2),Teatro (2219m2), Aulario de secundaría (6346m2) y Administración (1902m2)Texto
Cortesía de Jorge Álvarez‐BuillaÁrea
21374.0 m2Año Proyecto
2016Fotografías
Cortesía de Jorge Álvarez‐Builla y Victor Garzón