En el siguiente artículo, publicado originalmente en Código, Juan José Kochen, arquitecto mexicano y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, nos comparte su apreciación sobre la Bienal de Venecia 2016, desde una visión interna -al ser miembro del Comité Técnico del pabellón mexicano-, y externa, como visitante de la muestra internacional. Este texto desenlaza en una serie de 17 lecciones que brinda esta magna exposición de arquitectura.
La convocatoria resultó más provocadora que la Bienal. Si bien se trata de la exposición de arquitectura más distinguida y trascendente –por su historia, contexto veneciano y directores artísticos– sin duda también es la más política. Algunos pensamos que la 15a Exposición Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia tendría frentes de cambio, ya fuesen curatoriales, formales o vocacionales.
Quisiéramos demostrar que en el debate sobre la calidad de lo construido, no solamente hay necesidad, sino también espacio para la acción.
La bienal presumió un curador chileno –primer latinoamericano a cargo– con Premio Pritzker incluido. Reportando desde el frente tendría aristas lo suficientemente abiertas para condensar una dimensión colectiva más que de autores selectos. Pero el resultado, más que historias y experiencias, resumió “El trabajo de…” (como refieren las cédulas de los invitados) distintos arquitectos y oficinas, más que de quienes fueron “beneficiados”, estuvieron involucrados o fueron actores fundamentales. Los frentes fueron unívocos.
El desafío que tenemos como arquitectos es participar en las discusiones que son públicas, que tienen que ver con el bien común. Uno tiende a ver que cada vez más en el mundo los desafíos que tenemos son complejos, son multidisciplinarios, son transversales, y en ese contexto el recurso más escaso tiende no a ser el dinero sino la coordinación y la síntesis.
Si bien es una bienal de élite, el tema entra con calzador para Peter Zumthor, David Chipperfield, Herzog & de Meuron, Kazuyo Sejima, Kengo Kuma, Norman Foster, Rem Koolhaas, Richard Rogers, Eduardo Souto de Moura, Tadao Ando, Renzo Piano y demás arquitectos estrella que deslumbraron la bienal.
No todo lo que hacen estos profesionales nos interesan, pero por qué no poner a disposición su creatividad para resolver los problemas que hemos escogido.
Aún con esto, la cuestión va más allá de la síntesis y coordinación curatorial. Los arquitectos convocados no hubiesen cambiado la coyuntura veneciana. Es más un status quo cuya pesadumbre se asemeja a la perennidad de los polvorines de El Arsenale. La profesión y los versátiles campos de acción de Aravena prometían aproximaciones contumaces. Aún así el mensaje fue otro desde el acceso. Materiales reciclados colgados de la recién terminada Bienal de Arte y colgadas al inicio marcarían la idea del valor social, su sustentabilidad y nociones de arte póvera. Lo participativo se mostraría con drafts, dibujos y planos de ubicación de quienes fueron comisionados por el chileno como parte de su selección oficial. A pesar de esto, las ideas mejor logradas se condensaron en El Arsenale, más que en el Giardini.
Nos gustaría aprender de arquitecturas que, a pesar de la escasez de medios, aprovechan lo que está disponible, en vez de quejarse de lo que carecen. Quisiéramos entender qué herramientas de diseño son necesarias para trastocar las fuerzas que privilegian la ganancia individual sobre el beneficio colectivo.
Es lo que hay, y sin queja de por medio, coincido en que los balances se dan con lecciones aprehendidas. Replico una idea de crítica valorativa con base en esto, explorada por el Pabellón de Irlanda y su investigación sobre la ciudad y el alzhéimer. Con una serie de mapeos y una pieza de georreferenciación, Losing Myself retomó la psicogeografía situacionista para concluir lecciones de demencia vinculadas a arquitectura, experiencias de ciudad y acción social. Esto con respecto a la conclusión pues al igual que una pieza de Rafael Lozano-Hemmer, la secuencia lógica de urbanidad rompe frontera con la experimentación de una instalación.
Estamos interesados en que la arquitectura pueda introducir una más amplia noción de ganancia: diseño como valor agregado en vez de un costo adicional. Otra vez, la arquitectura como un atajo hacia la equidad.
¿Cómo mostrar atajos hacia la equidad? La ambigüedad dio para pasos con distintos compases. En una visita semi-pausada, antes de mencionar las lecciones, concluiría en más arquitecturas simuladas que socialmente referidas. Desinteresadas o desprovistas de insumos para hablar de arquitectura para no arquitectos. Pocos ejemplos de arquitectura comunitaria a ras de suelo: los pabellones de Japón, Tailandia, Singapur, Dinamarca, Chile, Perú, México (aunque siendo parte de habría que reunir opiniones compartidas) y al límite, el ganador del León de Oro, Unfinished (España); las propuestas por invitación curatorial de Al Borde (Ecuador), Léniz (Chile), Hugon Kowalski + Marcin Szczelina (India), Design Workshop (Sudáfrica), Francis Keré (Burkina Faso), Recetas Urbanas (España), Walk the Line (México), y los documentales de Arno Brandlhuber (Alemania) y The Physics of Culture (Venezuela). En otro paquete y a otra escala, los estudios urbanos, socio-económicos, migratorios y demográficos: London School of Economics y Forensic Architecture (Inglaterra) y Border-Home (Finlandia).
Quisiera que la gente viniera a ver casos ejemplares donde la arquitectura hizo, hace y hará la diferencia en ganar aquellas batallas y expandir aquellas fronteras. Todo esto para entender qué herramientas de diseño son necesarias para alterar las fuerzas que privilegian la ganancia individual sobre el beneficio colectivo. Se verán casos que resisten el reduccionismo y la simplificación, y no renuncian a la misión de la arquitectura de penetrar el misterio de la condición humana.
En muchos casos era preciso aprender a mirar bajo la superficie para encontrar las historias, experiencias y perspectivas más amplias y elaboradas de la arquitectura. ¿Cómo transmitir saberes locales en foros internacionales? Tanto Milena Fernández como Anaxtu Zabalbeascoa escribieron en El País sobre un optimismo escéptico de la bienal y esta edición en particular: El título de la exposición invita a los proyectistas a volcar la mirada hacia una arquitectura comprometida con los problemas sociales y que, según Aravena debe, sobre todo, “combatir batallas como la burocracia, la avaricia, la impaciencia del capital y la falta de visión”. Nunca antes se había puesto en los zapatos de un comisario; por eso, advierte: que nadie se espere una reseña de soluciones formales creadas para el club de amigos de los arquitectos y destinadas exclusivamente para arquitectos.
La Bienal de Aravena quiere identificar el progreso de la arquitectura con el de la gente. No busca reducir la cultura arquitectónica: busca erradicar su impostura y utilizarla como arma transformadora, no solo para un 5% de edificios y lugares excepcionales.
¿Faltaron armas para la batalla en Venecia o el director artístico prefirió jugar para el mismo equipo? Tal vez hicieron falta más escaleras para entender la metáfora y así subirnos en otros peldaños para encontrar el punto medio entre el reporte desde un frente cercano y las crónicas a distancia. Aquí las apariencias sí engañan. Entre arquitectos y para arquitectos, ¿cómo abordar problemas de desigualdad, sustentabilidad, tráfico, basura, crimen, desechos, contaminación, comunidades, migración, segregación, desastres naturales, informalidad, saneamiento, periferias, vivienda y calidad de vida en una misma bienal? Acá mis aciertos y contradicciones.
- La bienal es más política que curatorial.
- Los procesos de participación en arquitectura van más allá de sesiones de trabajo que se hacen públicas con preliminares de diseño compartidos.
- Las historias, experiencias y acciones no se transmiten a través de plantas, cortes y fachadas.
- El lenguaje arquitectónico carece de estrategias claras, concisas y efectivas de comunicación social.
- La conversación entre arquitectos sigue siendo de monólogos-endogámicos.
- Los arquitectos-artistas son peligrosos.
- Los artistas-arquitectos también.
- El arte póvera no es arquitectura.
- La estructura de la bienal no tiene una arista social.
- Los pabellones no tienen razón de ser si no trascienden la coyuntura de la bienal.
- Para reportar desde el frente no hace falta ser reportero.
- Los temas de la convocatoria son accesorios si la esencia es monótona y ensimismada.
- La idea de Teatro del Mondo solo es de Aldo Rossi.
- A diferencia de la vivienda Elemental, la bienal dista de ser incremental.
- Los japoneses siempre aleccionarán.
- El futuro de la arquitectura no es arquitectónico.
- Si un workshop es un pinche taller (@pedestre) y un pabellón es un stand de marketing experimental, ¿la bienal es una simple exposición social?