- Año: 2015
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Fotografías:Marc Torra Ferrer
Descripción enviada por el equipo del proyecto. En un espacio indeterminado de un antiguo edificio hospitalario, tenemos el encargo de proyectar la nueva oficina de turismo de la ciudad. Empezamos buscando el espacio, y lo hacemos en función de los valores de la ciudad y de su entorno –paisaje, historia, cultura, identidad– que queremos transmitir, pero también por su implicación en la trama urbana: entendemos que un edificio público es, al mismo tiempo, espacio público.
Los almacenes y cámaras de la antigua cocina son la pieza escogida: una crujía de la edificación de bóveda de cañón con arbotantes situada entre una calle peatonal y un patio porticado de gran valor histórico y arquitectónico.
Con la elección de este espacio, el proyecto se convierte en una gran excusa para recuperar el patio como lugar de paso y de vida social en la ciudad, un rol que había perdido debido al cierre de uno de sus dos accesos durante los años sesenta, con una ampliación del hospital.
Es así como planteamos la apertura de dos nuevos accesos al patio desde donde accederemos a la oficina. Uno de ellos, situado en una esquina, se adentra por debajo de la majestuosa escalera del hospital, de 1729, y nos conduce hasta el porche del siglo XVI. Esta entrada, de marcada presencia visual en el entorno, comunica el patio y la oficina con la plaza del mercado.
Entendemos la distribución del espacio lineal de la oficina de turismo como una secuencia de sensaciones que el visitante debe experimentar: desde los puntos de autoinformación de la entrada hasta la zona de descanso o la tienda pasando por un audiovisual inspirador ubicado estratégicamente justo antes del corazón de la oficina: las mesas de atención personalizada.
Los principales materiales de la reforma son ya existentes: la greda volcánica extraída del subsuelo y empleada en tres texturas en el pavimento, el complejo sistema estructural de bóvedas y arcos del techo, la piedra volcánica de los muros y los pilares... Materiales que se complementan con el acero y el roble del mobiliario y con la anea o el mimbre de sillas y lámparas, realizadas por un artesano local y diseñadas específicamente.
Todo ello, materia de la tierra para un proyecto que debe ser la puerta de entrada a un paisaje concreto: el paisaje que somos.